Desde hace bastante tiempo el imperio yanqui descubrió que podía ejecutar actos de provocación, denominadas operaciones de bandera falsa, para facilitar el cumplimiento de objetivos específicos de expansión de su poder global.
Una de esas conocidas operaciones fue la voladura del Maine, acorazado estadounidense que fue autohundido en el puerto de La Habana en febrero de 1898. Con el hundimiento del Maine, los Estados Unidos tuvieron el pretexto para declararle la guerra a España, guerra que ganaron fácilmente y que les permitió apoderarse de Cuba, Puerto Rico y las Filipinas.
Otro incidente similar fue el ocurrido en el Golfo de Tonkín en agosto de 1964, un supuesto ataque de Vietnam del Norte contra barcos estadounidenses, ataque que nunca se ha demostrado siquiera que haya ocurrido, pero que le permitió justificar a los Estados Unidos el declarar una guerra abierta contra el gobierno comunista de Vietnam, guerra que se extendió hasta 1975.
La más destacada operación de bandera falsa de la historia han sido los atentados del 11 de septiembre de 2001, contra las Torres de Nueva York y el Pentágono. Usando esos atentados como excusa, los Estados Unidos invadieron Afganistán e Irak, declararon una guerra mundial contra un supuesto enemigo terrorista, e impusieron dentro de su propio país una serie de leyes represivas que acabaron con numerosos derechos políticos de los ciudadanos estadounidenses. Aún está por saberse la verdad de estos atentados, aunque en los propios Estados Unidos numerosos científicos e intelectuales han creado multitud de redes en función de divulgar las centenares de dudas e interrogantes que salen de este hecho.
El supuesto cerebro de esos atentados, Osama Bin Laden, se convirtió por varios años en el mejor propagandista de la política imperialista de Bush, y luego de Obama. Cada vez que se presentaban problemas que afectaban la buena imagen del gobierno gringo, aparecía un audio o un video de Bin Laden amenazando con acciones terroristas, y la victimización imperial jugaba su papel para engañar a una ciudadanía ignorante y sometida por la guerra mediática global.
Un supuesto video de Bin Laden apareció incluso tres días antes de las elecciones de noviembre de 2004, que permitieron la reelección de Bush. Que oportuno ese video, que le dió a Bush el triunfo como paladín de la lucha mundial contra el terrorismo.
Unos años más tarde, el mismo Obama se sirvió también de Bin Laden, y lo mató, supuestamente, en una operación comando trasmitida en vivo y en directo a la Casa Blanca.
El imperio ha seguido ejecutando operaciones de bandera falsa, y algunos analistas han afirmado que el atentado de la maratón de Boston, en 2013, también fue obra de los servicios de inteligencia gringos.
De todas estas operaciones de bandera falsa podemos deducir algunas enseñanzas:
- El poder imperialista no tiene escrúpulos a la hora de provocar situaciones que favorezcan la ampliación de su dominio sobre el mundo.
- Estas operaciones de bandera falsa se hacen siempre utilizando los hilos del poder, a través de cuerpos secretos de inteligencia y contrainteligencia, pero aparecen ante la opinión pública como si fueran reivindicadas por pequeños grupos terroristas de orígenes políticos diversos: grupos fundamentalistas religiosos, grupos de ultra derecha, grupos de ultraizquierda, etc. En la realidad son grupos entrenados por el propio imperio, o facciones extremistas infiltradas por el imperio y que son inducidas a cometer las acciones que al imperialismo le convienen.
- El debilitamiento progresivo del poder imperialista de USA en todo el mundo coloca a la orden del día la posibilidad de nuevas operaciones de bandera falsa. Sobre todo la lucha por la hegemonía económica que USA mantiene con China y el resto de países del BRICS, es un aliciente que puede llevar al imperio a intentar una nueva ofensiva militar mundial sobre la base de supuestos atentados de bandera falsa que serían cometidos en cualquier lugar del mundo.
Estemos alertas en el análisis de los acontecimientos mundiales, pues el gobierno de los Estados Unidos y los poderes económicos del capitalismo global pueden intentar nuevas “acciones terroristas espectaculares” que justifiquen otra vez el relanzamiento de una “guerra contra el terror”. Que esta vez pueden asociarla de alguna manera contra los movimientos sociales que en todo el mundo se enfrentan a los paquetes económicos neoliberales que están restringiendo los derechos laborales y sociales de los trabajadores y sus familias.
La lucha contra el imperialismo y su doctrina económica neoliberal enfrenta hoy el peligro de la criminalización de la protesta social. Una forma de esa criminalización la puede buscar el imperio creando un nuevo Bin Laden, un falso enemigo terrorista que le sirva de justificación para reprimir brutalmente toda manifestación de descontento que se genere tanto en los países centrales como en la periferia.
Maracaibo, Tierra del Sol Amada. 29 de junio de 2014.