Transcurridas sus vacaciones, incluida la peregrinación jacobea de Rajoy con Merkel para implorar la colocación de Guindos y Arias Cañete en la UE, el Gobierno del PP se dispone a iniciar el tramo final de su legislatura, en el que le espera la nueva recesión de la zona euro, el desafío soberanista del pueblo de Cataluña, los DDHH de las y los presos vascos, las elecciones autonómicas y municipales de mayo y, finalmente, las elecciones generales de noviembre de 2015.
Con una caída confirmada por las elecciones europeas de 14 puntos en sus expectativas de voto, Rajoy quiere recuperar, sino la iniciativa política, si al menos una ofensiva virtual que le permita polarizar ideológicamente y reagrupar a la derecha española. Sus instrumentos son tres:
1/ Utilizar sin piedad ni consenso su mayoría absoluta, mientras dure, para aplicar los elementos más importantes de las contrarreformas que le exigen la UE y la patronal: reforma caciquil de la ley electoral municipal, contrarreforma de la Ley del Aborto, aprobación unilateral de la Ley de medidas urgentes -que reforma más de 30 leyes y a las que se habían presentado 431 enmiendas en el Congreso-, nueva reforma fiscal y segunda vuelta de tuerca de la contrarreforma laboral…
2/ Difundir a marchamartillo que gracias al PP la economía se esta recuperando, a pesar de que el resto de Europa se hunde en la tercera recesión desde que comenzó la crisis en 2008, y la propia UE no espera una reducción del 26% de parados en España hasta 2018, para situarse en el ¡24%!, la banca sigue sin dar crédito a pesar de su rescate con dinero público, el sector exportador, del que dependía su estrategia, se ha hundido en los dos últimos trimestres y la deflación, sobre todo de salarios, amenaza con seguir hundiendo el consumo.
3/ Agitar el fantasma del "separatismo catalán" para negar el derecho a decidir, prohibir la consulta del 9-N y declarar inconstitucionales las decisiones de las instituciones de Cataluña, utilizando el nacionalismo español como un corsé antidemocrático, pero capaz de agitar electoralmente a la derecha española y revivir sus peores instintos.
Estos tres instrumentos solo pueden agravar la causa fundamental del malestar social y político que sufrimos: la erosión de legitimidad y la crisis del régimen de la segunda restauración borbónica. Y no sirven para salir del túnel de la crisis.
Todos sus elementos fundamentales se agrietan: el pacto constitucional de 1978, una vez que han saltado por los aires las contrapartidas sociales de la llamada Transición; la crisis electoral de los partidos dinásticos PP, PSOE, CiU…; la financiación del Estado de las autonomías…Hasta su propio garante, la corrupta monarquía borbónica, ha tenido que ser apuntalada urgentemente con la abdicación de Juan Carlos I y la entronización de Felipe VI.
La incapacidad del régimen para una reforma constitucional consensuada –a pesar de ofrecimientos demagógicos a estas alturas como el "desforamiento" de políticos y altos cargos de la administración y la justicia – invalida cualquier "tercera vía" con la que reconstruirse.
Solo queda, en definitiva, la alternativa entre un status quo que prolongue la crisis del régimen de 1978, o la ruptura que abra el camino a nuevos procesos constituyentes, al ejercicio del derecho a decidir ciudadano sobre todos los temas de la vida política, económica y social, que permitan confluir en un nuevo horizonte republicano.
Por eso es tan importante en este último tramo de legislatura del Gobierno reaccionario del PP, la más amplia movilización social por nuestros derechos, la defensa del derecho a decidir de Cataluña y la confluencia unitaria electoral de las izquierdas -tanto federalistas como independentistas- para acabar con la mayoría absoluta del PP. Las expectativas tipo "Ganemos" responden y abren una luz en positivo.
Nos jugamos el presente y el futuro.