Lo dijo Mariano Rajoy en el 17º Congreso del Partido Popular (PP) en Sevilla: «no hay alternativa al PP». Bajo esa severa afirmación, «lisa y llanamente» que diría él, suspendemos las elecciones y nos dejamos de «divagaciones» metafísicas, sólo ellos pueden sacarnos del lugar en el que nos metieron.
Y nada más metafísico que decir eso, en primer lugar porque no es verdad y en segundo lugar, porque no deja de ser un acto de soberbia infinito. El «efecto griego» tendrá consecuencias en el Estado español, porque sí hay una alternativa al gobierno del PP y del PSOE. La hubo durante mucho tiempo en partidos como Izquierda Unida, que «estaban» en el sistema pero no eran el sistema.
La preocupación mayor proviene de los «jefes» directos de Rajoy, el poder financiero internacional, y nos recuerda aquella frase de Keynes según la cual «si un ciudadano debe mil libras a un banco, el ciudadano tiene un problema. Si debe al banco diez millones de libras, quien tiene un problema es el banco». Tragedia para los griegos era no poder cambiar aquello para lo que estábamos predestinados, por mucho que hiciéramos. Nos lo recuerda Rajoy, en tono trágico, o él y su partido o la nada. Grecia le está diciendo lo contrario, tragedia es precisamente que él sea la única alternativa.
