Después del estremecimiento de la Cordillera del Himalaya, de ese
terremoto de casi 8 grados en la escala de Richter, Nepal se muestra al
mundo. El nombre de este pequeño país, enclavado como una cuña de madera
entre el gigante China al norte, y el gigante India al sur, ha inundado
los diferentes medios de comunicación en todo el mundo, entre otras
razones, porque cientos de ciudadanos de diferentes nacionalidades se
encontraban, en ese trágico momento, en territorio nepalí, en actividades
turísticas y de montañismo.
Nepal, cuyo nombre oficial es República Federal Democrática de Nepal, está
asentado sobre un territorio que dibuja una suerte de rectángulo, de
relieve principalmente montañoso. Al compararlo con Venezuela, se puede
decir que su territorio es equivalente a 1/6 del nuestro, donde habita una
población similar en cantidad a la nuestra, donde las actividades
económicas arrojan un saldo en Producto Interno Bruto que apenas es 1/10
del de nuestro país, y donde se registra un Indice de Desarrollo Humano
bastante más bajo al nuestro, llegando apenas a 0,540. Ese es el Nepal del
reciente sismo que a todos nos impactó.
Nepal también se muestra al mundo como un país multiétnico y multicultural
que, como bien lo dice Frédéric Bobin, no puede escapar a su fatalidad
geopolítica, al estar atrapado en medio de la lucha de influencias entre
los dos gigantes asiáticos, China e India, lo que se refleja internamente
en una inestabilidad política, como resultado de la pugna que mantienen
los dos grandes partidos políticos nepalíes, el Partido Comunista de Nepal
(pro China) y el Partido del Congreso de Nepal (pro India). Y es que la
etapa del posterremoto en Nepal, la etapa de la reconstrucción, servirá
para un nuevo capítulo del forcejeo entre China e India en territorio
nepalí. Ambos aportarán ayuda en términos financieros y de recursos
humanos y materiales, para no ceder ventaja en el tablero geopolítico.