Los resultados del referéndum de este domingo en Grecia me obligan a pensar en esa respetable minoría de venezolanos y venezolanas, que de la forma más ingenua, le hace el juego a la derecha ensimismada en destruir nuestro proceso humanista para dar paso al neoliberalismo salvaje que acaba de sufrir una aplastante derrota en el país heleno.
Pienso, claro está, en el pueblo llano del que venimos casi todos y todas; también en mi vecina o vecino acogotado de falsa superioridad porque siempre estimó –y estima aun– que inundarse de premisas de clase media le otorga patente inmortal; igualmente en la compañera o compañero de trabajo que maldice a Nicolás Maduro pero que nunca ha dejado de comer en sitios donde el menú del día es un abanico de especulaciones que paga sin chistar, y en quienes se rasgan las vestiduras por unos pelucones cuya Patria real es el símbolo del dólar. Así de simple.
¿Qué piensan todos y todas de lo ocurrido en Grecia? ¿Qué se trata de un pueblo inculto, marginal, arrabalero, vulgar y desquiciado? Repito: la inquietud me asalta es hacia la mujer y el hombre que se gana la vida trabajando y no hacia ese sector minúsculo que siempre lo ha explotado y que ciertamente manifiesta que somos unos incultos, marginales, arrabaleros, vulgares y desquiciados.
Grecia, para quienes no lo saben o pretender olvidarlo para apalancar sus locuras neoliberales, está considerada cuna de la democracia, de los Juegos Olímpicos, la literatura y otros saberes humanos. En lo económico, los números evidencian que registra altos ingresos, alto nivel de vida y alto Índice de Desarrollo Humano. Cabe la pregunta: ¿es inculto, marginal, arrabalero, vulgar y desquiciado un pueblo que no obstante tales registros acaba de dar soberana patada al Fondo Monetario Internacional, entre otros parásitos imperiales?
Es como para pensarlo, ¿verdad, humilde amigo opositor?
¡Chávez vive…la lucha sigue!