París viernes 13

Sobre la abominable tragedia de Paris, pasado el fogonazo de la actualidad, debería esperar antes de pronunciarme. Pero, tratándose de una ciudad que amamos y viendo a la derecha mundial salivar al estímulo belicista, me digo que Paris bien vale una prisa. Cierto, ya no es el Paris donde algunos extranjeros preferían ser pobres antes que príncipes en su tierra, el que conocí cuando sus habitantes comenzaban a ser centrifugados hacia la periferia ('gentrificación' lo llaman), para instalar en sus barrios a la nunca bien vituperada maldita casta de ejecutivos y cuadros, comedores de plástico y espectáculo.

Pero siempre está, me digo, la juventud rebelde de las fábricas y los suburbios, y algo queda en algún lado de la ciudad que reunía a los rebeldes de todos los tiempos con los revolucionarios de todos los países. Yo que en Paris fui privilegiado y pobre, estudioso y delincuente al mismo tiempo, que amé y fui amado, conozco sus catacumbas y canales y se dónde están enterados mis camaradas de otros tiempos... yo sé que Paris a veces se repuebla. Esta vez la han herido 'los canallas sempiternos', los que motivan, inventan o ejecutan guerras y matanzas, los que juegan contra el pueblo en el tablero de la muerte. Fanáticos de Alá o de la "hija preferida de la Iglesia", masacradores de la Comuna, extranjeros invasores en la Kommandantur o polizontes locales que arrean judíos al Velódromo de Invierno, para mí son los mismos que mandaron a los jóvenes a podrirse en el Marne, Argelia o Indochina, los que antaño reinaban en el Palacio de Versalles y hoy se sientan en el Eliseo. Los mismos qie siempre, y de alguna forma, son causas de guerra. Por eso no puedo callar lo que ahora pienso sobre la masacre del viernes 13 y debo arriesgar una opinión aún sin pruebas.

A saber, las grandes provocaciones de este Siglo, las Torres Gemelas, la masacre de Atocha, los atentados de julio 2005 en Londres y ahora Paris, son todas operaciones, con cuidadoso dosaje de acción y omisión, de los servicios y para-servicios especiales de Occidente, de sus grupos terroristas fundados, financiados, infiltrados, manipulados o teledirigidos por la OTAN. 'Operaciones de bandera falsa', como en el siglo pasado la masacre de la Plaza Fontana de Milán (diciembre 1969) en el marco de la Operación Gladio de la OTAN, donde los servicios secretos italianos activaron sus grupos neofascistas y la inteligencia naval yanqui aportó el C4, y le echaron la culpa al anarquismo.

Pero, así como no puedo probar la existencia del átomo sin recurrir a pruebas documentales, nadie puede probar estas maquinaciones en las cuales el ocultamiento es parte esencial e indispensable de la trama, incluso entre los responsables del poder, por temor a que sus rivales puedan usarlos contra ellos algún día. La única y suficiente prueba es histórica y está en el axioma: "las consecuencias fueron causa", y vale para el incidente de la lancha Arrow en la segunda guerra del opio (1856), la voladura del USS Maine en la bahía de La Habana (1898), el incendio del Reichstag (1933), el asesinato de Kennedy (1963) y el incidente del Golfo de Tonkín (1964). Otro indicio es la torpeza moral de quienes gobiernan cuando esas cosas pasan, y cuyo conocimiento, antes, durante o después, es indispensable para la provocación. Bush, Blair y Aznar sabían, mientras que Obama, Merkel, Hollande son de los que prefieren no saber sabiendo, hasta que ocurre, pero igual callan después, cuando lo irremediable les da la justificación para ocultarlo.

Hace unas semanas el Fiscal General para asuntos de Terrorismo renunció en Francia, anunciando la inminencia de un ataque... En Paris (como en el caso de Charlie Hebdo) comenzarán a aparecer elementos sospechosos, productos de errores en el encubrimiento o sembrados a propósito para luego ser desmentidos y así debilitar y desprestigiar cualquier teoría de la conspiración. Y las características de los autores materiales son tan desechables en el análisis como lo fueron en la ejecución, igual que todas las otras víctimas de la razón de Estado. Pero ninguna revelación cambiará nada: escalada militar contra Siria y cierre de las puertas a los refugiados.

El Estado Islámico, como Al Qaeda y su sucursal Al-Nusra, es la mayor operación de bandera falsa de la historia, un monstruo parido por la OTAN, amamantado por Israel y Turquía, que se le fue de las manos pero sigue siendo útil para probar "el choque de civilizaciones" con el que justifican la destrucción del Medio Oriente. El Estado Islámico no es un subalterno sino un socio rebelde, la realización a fuerza de dólares de la pesadilla anti-islámica del Occidente.

Una vez más, el espectáculo del horror nos coloca ante el hecho cumplido, y a quien no crea o se oponga lo llamarán cómplice de terroristas, y la mayor parte de la izquierda europea sucumbirá al chantaje y aplaudirá -como en el caso de Libia- las políticas imperiales de la OTAN. La mesa del horror y el engaño está servida, todos están invitados a sentarse.



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Eduardo Rothe


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