Falta
poco para las elecciones presidenciales en Colombia. Álvaro Uribe,
presidente candidato de la derecha y del imperio, implora al pueblo por
medio de ruegos (se negó rotundamente a debatir con los otros
candidatos) que le conceda un “chancecito” de otros cuatro años para…continuar la seguridad
democrática,
que garantiza a una minoría poseedora viajar a sus haciendas, visitar
sus propiedades, mantener sus privilegios y acumular mayores riquezas
con seguridad.
El
candidato del partido Liberal, Horacio Serpa, hace sobreesfuerzos por
permanecer en la contienda. Intenta evitar lo imposible: el entierro
del cadáver de la vieja maquinaria partidista y de una oligarquía
corrupta, y principal responsable histórica de que la sociedad esté al
borde del colapso total.
Carlos
Gaviria, del Polo Democrático Alternativo, candidato de la esperanza,
la dignidad y del Estado Social de Derecho, reafirma su voluntad y
decisión de llegar hasta el final, en medio de un ambiente tenso y
enrarecido por las amenazas y violencia que arrecia en todas partes.
Las
FARC dejan entrever que no las sabotearán, que la gente vote por quien
quiera, señalando de paso, que durante otro gobierno de Álvaro Uribe no
habrá intercambio humanitario, paz con justicia social, y sí más
confrontación y guerra.
Dos escenarios probables
Escenario A: Álvaro
Uribe es reelegido presidente por otro período de cuatro años, sino en
primera vuelta, probablemente, en la segunda por escasa mayoría.
Triunfa la reelección, el continuismo de la seguridad democrática,
el Estado Corporativo y Comunitario. La derecha, sus voceros políticos,
la elite económica y financiera, la jerarquía eclesiástica, los Medios
de Alienación Masiva (RCN, CARACOL, EL TIEMPO, ETC) y los
narcoparamilitares (menos los candidatos a extradición) celebran con
jubilo. Un sector del pueblo que creyó en el Mesías creerá que el
triunfo es suyo también. Washington, sede de la Roma moderna, sentirá suyo el triunfo. El vocero de la Casa Blanca anunciará al mundo, en rueda de prensa, que Colombia prevalece como una nación democrática con elecciones libres.
Gana nuevamente la política de privatizaciones. La aprobación del TLC
por el Congreso Uribista concederá lo que queda de la soberanía
nacional al tutelaje gringo. A las transnacionales, les garantizará
seguir obteniendo un alto rendimiento de capitales, Colombia cuenta con
un buen clima para la inversión. Al imperio, le posibilitará asegurarse al más fiel aliado de la región, quinta columna en la lucha contra el terrorismo, punta de lanza del TLC, y principal conspirador contra la República Bolivariana
de Venezuela. Sin duda alguna continuarán las extradiciones, se
extenderá la pobreza y miseria del pueblo, seguirá la política de
desplazamiento forzado, y el asesinato y persecución contra la
oposición de izquierda. Que no tendrá otra alternativa que unirse y
reagruparse para responder desde la oposición, organización,
movilización y lucha callejera al histórico desafío. Sabe que Álvaro
Uribe y la derecha gobernarán, si logra terminar su gobierno, otros
cuatro años bajo el signo del desgaste y a la defensiva. Las FARC
abandonarán el repliegue táctico en que estuvieron, la verdad es que
nunca han dejado de combatir el Plan Patriota, y volveremos a vivir con
igual sino trágico el dolor que causa el ruido de las armas, los gritos
de los heridos y un mar de lamentaciones.
Escenario B:
Carlos Gaviria gana las elecciones por una escasa mayoría.
Probablemente en la segunda vuelta luego de haber superado al candidato
del partido Liberal, Horacio Serpa, quien deja a sus seguidores para
que libremente elijan. Muchos lo harán por Gaviria. Triunfa la
esperanza de llevar acabo una reforma radical de la sociedad, el Estado
y la economía de la nación refundada en el Estado Social de Derecho. El
Polo Democrático Alternativo y la izquierda colombiana junto al pueblo
que lo apoyó, celebran con una gran chirimía popular. Los pueblos del
continente manifiestan su simpatía y solidaridad, contagiados del mismo
jolgorio. Se infla como globo amarillo la esperanza que esta vez sí
vamos a salir de la prolongada crisis histórica en que hemos vivido
millones. La esperanza de una vida digna, una patria soberana, libre y
de derechos para todos y todas, toma vuelo. Condoleeza Rice, a nombre
de la primera potencia, anuncia que habrá buenas relaciones, sin
embargo, le es difícil esconder su mala leche afirmando que estarán muy
atentos a los movimientos del nuevo gobierno del PDA. Al imperio lo
pone nervioso, más de lo que está por estos días, que Colombia no se
quede atrás y gire a la izquierda uniéndose a los nuevos vientos que
soplan en el continente. El cónclave de obispos y la elite capitalista
ligada a los intereses económicos de Washington, asumen un silencio
cómplice. La desgastada oligarquía, el paramilitarismo y las Fuerzas
Armadas del Estado, confabulados, se reagrupan para lanzar una ofensiva
contra el gobierno de Carlos Gaviria. Se atrincheran desde el saboteo,
la conspiración, el chantaje, la calumnia, la amenaza, los asesinatos y
la persecución contra la oposición. La batalla por el poder se librará
en muchas partes. Las FARC aceptan el llamado del nuevo presidente a
negociar el intercambio humanitario, ambos
dispuestos a jugar la carta de la solución política negociada al
conflicto armado. Una gran mayoría del pueblo la apoya. La derecha y el
imperio tienen un objetivo: desgastar y anular a Gaviria y su gobierno
en el menor tiempo posible. Hacer estallar el bello globo amarillo
inflado de esperanza. El país entra en estado de shock y las
contradicciones de todo tipo inundan la vida pública y a toda la
sociedad.
En el caso del triunfo de Uribe, el escenario (A) que
se presenta es muy complejo. Las contradicciones aflorarán con mayor
evidencia e intensidad. La zozobra, inestabilidad política e
ingobernabilidad serán los rasgos distintivos del período que se abre.
Generando mayores enfrentamientos, luchas callejeras y represión. No
tiene nada nuevo que ofrecer, será un período de continuismo que
llevará a un desgaste pronunciado y acelerado de sus políticas. Nadie
garantiza, incluso, debido al poco aguante que le queda que termine los
cuatro años de gobierno. Ese es el principal problema de la oligarquía
colombiana y del imperio, que ante el desgaste acelerado del proyecto
de Uribe, sabe que se puede estar jugando su rol histórico como bloque
hegemónico en el poder. El de Uribe será un gobierno que hará todo lo
imposible, senil ya como la oligarquía, para resistir violentamente en
el tiempo. A la defensiva, lo cual quiere decir en guerra. La
izquierda, sabe que tiene mucho más por acumular en medio de la lucha
política por el poder, aprovechando el salto que dio en las elecciones,
afianzando y consolidando el respaldo electoral de un amplio sector del
pueblo, el acumulado histórico alcanzado, y prepararse para la próxima
batalla. Este escenario, nos da mayor margen de tiempo para madurar
unas bases populares que respalden y defiendan en la calle y el
parlamento un futuro gobierno y poder de izquierda.
Bajo el escenario (B),
un triunfo de Carlos Gaviria, lo primero que hay que considerar es que
gobernar no es conciliar con la oligarquía que ha detentado
históricamente el poder, como algunos quieren hacernos creer. Eso de la
izquierda moderna, responsable, democrática, etc. Gobernar con y desde el poder es orientar la Nación
por medio de reformas radicales hacia otro rumbo, completamente
diferente del que lleva actualmente en manos de la derecha. Pero este
no es el único problema, ni el más grave. Ella puede sobreponerse y dar
saltos cualitativos para defender lo conquistado, no lo negamos. ¿Acaso
no lo han hecho otros pueblos? Como izquierda podremos asumir el
gobierno, pero no el poder. Para esto necesitamos afianzar, educar y
preparar amplias capas de la población que respalden no solo en las
urnas a un gobierno. Sino que hagan suyo el programa. Que asuma ser el
nuevo sujeto visibilizado y conciente que le dispute el poder a la
oligarquía. Por estas razones, el bello y esperanzador globo amarillo
que se inflará con Gaviria en la presidencia, corre el grave riesgo de
que por las tensiones y contradicciones que generarán tanto al interior
del bloque hegemónico de poder, como de toda la sociedad, estalle en
mil pedazos evaporándose una posibilidad histórica única e irrepetible.
El poder, se sabe de antemano, es ante todo una correlación de fuerzas.
Mucha gente que votó por el candidato alternativo y de las reformas
radicales, no tiene claro ni el programa del PDA, ni la diferencia
entre gobierno y poder, ni cuál y por qué aquel y no este rumbo.
En conclusión, el escenario B,
es el más difícil de remontar por la izquierda; la continuidad de Uribe
no, por el contrario nos posibilitaría, tras una batalla tenaz, acabar
de enterrar políticamente más que a un presidente, la razón histórica
de la oligarquía. Como muchas veces pensamos con el deseo, desearía que
ganáramos estas elecciones, pero cuanto quisiera que no. Ya es un
triunfo a ampliar, consolidar y extender el resultado que tendremos en
las presidenciales. Al continuismo le quedan días. A nosotros, la
izquierda, el PDA y la mayoría del pueblo nos esperan las reformas
radicales. El tiempo va contra ellos, y la ola amarilla de la esperanza
ya está de nuestro lado.