El contencioso palestino-israelí es singularmente manipulado por la maquinaria mediática, las instituciones y los intelectuales serviles del sistema imperialista. Su historia ha sido tergiversada de modo que el oprimido aparezca como opresor, antisemita, holgazán, sanguinario y, por supuesto, terrorista. Ello contrasta con los acontecimientos reales que muestran a las claras el carácter colonial y racista del Estado sionista a partir de los hechos mismos que concurren en su fundación.
Los palestinos eran los habitantes originales donde actualmente se encuentra enclavado Israel. Fueron echados en su mayoría por la fuerza de sus tierras por los órganos militares y paramilitares del movimiento sionista con el apoyo militar y político británico y estadunidense, situación bochornosamente consagrada por la Asamblea General de la ONU en 1948 con el argumento de ofrecer un hogar nacional al pueblo judío después del criminal holocausto llevado a cabo por los nazis.
Theodor Herzl, fundador del movimiento sionista definió muy bien lo que se proponía: “Trataremos de hacer desaparecer a la población(árabe) pobre a través de la fontera(…) mientras le negamos trabajo en nuestro propio país. Tanto el proceso de expropiación y el traslado de los pobres debe ser realizado con discreción y circunspección.”
En 1936 se produjo el primer levantamiento nacionalista de los palestinos, aplastado por el ejército británico. Ben Gurión, padre fundador de la entidad sionista manifestó: “no ignoremos la verdad entre nosotros mismos, políticamente somos los agresores y ellos se defienden(…) El país es suyo, porque ellos lo habitan, mientras nosotros queremos venir aquí a implantarnos y desde su punto de vista nosotros queremos arrebatarle su país(…)
Norman Finkelstein ha descrito así lo que ocurría cuando la ONU, violando su Carta, acordó la partición de Palestina sin consultarle a la población árabe originaria: “Al llegar 1948 los judíos no sólo estaban en condiciones de ‘defenderse’ sino que también de cometer atrocidades masivas(…) Uri Nielstein, respetado historiador israelí de la guerra de 1948 sostiene que ‘cada escaramuza terminaba en una masacre de árabes’ ”.
Harry Truman, presidente de Estados Unidos a la sazón, justificó así la postura de apoyo a la partición: “Lo siento, señores, pero tengo que complacer a cientos de miles de electores que están ansiosos por el éxito del sionismo. No tengo cientos de miles de árabes entre mis electores.”
Pero el afán expansionista israelí llevaría a una nueva guerra en 1967, que culminó con la ocupación de Gaza, Cisjordania y Jerusalén oriental. Veamos quien fue el agresor en las palabras de Yizak Rabin, entonces jefe de estado mayor de Israel: “No pienso que Nasser quería la guerra. Las dos divisiones que él mandó al Sinaí no habrán sido suficientes para lanzar una guerra ofensiva.” O dicho más crudamente por Mordechai Bentov, ministro en la época del gabinete de Tel Aviv: “Toda esta historia acerca del peligro de exterminio(de Israel en 1967) ha sido una completa invención(…) para justificar la anexión de territorio árabe.”
Así llegamos a la casi decena de “planes de paz”, cuyos términos nunca han sido cumplidos por Israel. Una de las exigencias de Estados Unidos y sus aliados europeos desde que Washington decretó que el finado Yasser Arafat no era un interlocutor confiable había sido la celebración de elecciones en Palestina. Hete aquí que se celebraron comicios calificados como limpios y transparentes por los observadores internacionales, pero ganó Hamás, demonizada como organización terrorista por Estados Unidos, y el resultado es que Washington y sus aliados europeos han establecido un bloqueo de los fondos de ayuda a la Autoridad Nacional Palestina(ANP) mientras Israel retiene sus impuestos, lo que condena a mayor hambre, insalubridad y parálisis económica a la ya paupérrima población de Gaza y Cisjordania. Hamás, que ha observado escrupulosamente una tregua con Israel por más de un año designó primer ministro a Ismael Haniyeh, quien promete una “tregua larga” si aquel se retira de los territorios ocupados en 1967. Hamás goza de gran arraigo entre la mayoritaria población pobre palestina, porque la ha atendido durante años con su red asistencial y también por su postura contraria a las concesiones a Israel a cambio de nada que venía haciendo la ANP. He allí la explicación al boicot yanqui-europeo-israelí del actual gobierno palestino.
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