NN, (nomen nescio: ‘nombre desconocido’) expresión en latín que designa a una persona sin nombre o desconocida. En inglés, NN se traduce como no name (‘sin nombre’). NN (Nacht und Nebel: Noche y Niebla), expresión en alemán usada por los nazis para designar a los prisioneros destinados a desaparecer sin dejar rastro. MM puede leerse como Mauricio Macri o como Monopolio Mediático, que vienen a ser lo mismo.
La ofensiva contrarrevolucionaria que mina o derroca gobiernos progresistas en América Latina no pone en el tapete si los sectores populares pueden alcanzar y el poder por la vía electoral no armada: lo que ponen en discusión es si pueden convivir con los monopolios mediáticos y vivir para contarlo. Tiene razón Aram Aharonian cuando dice que "Hoy en día, en nuestra América, la monopolización mediática intenta suplantar a la dictadura militar", y explica que "Ya no hacen falta tanques y bayonetas como 40 años atrás: basta con el control de los medios de comunicación, que se han convertido en escenario principal del conflicto social y principales actores políticos, invisibilizando primero a los partidos y ahora a los movimientos sociales fundados en la participación popular".
Porque no se trata unicamente de cómo los medios se alinean políticamente en uno u otro país, sino de que ellos mismos son el partido político sin ismo que defiende, en la vida cotidiana, el pensamiento dominante, que es el pensamiento del sistema económico dominante a nivel mundial, el de la sociedad espectacular-mercantil global como última etapa del capitalismo. Ingenuos y desvalidos suenan y son los llamados a la solidaridad, al socialismo, a la revolución ciudadana, a la conciencia, cuando deben enfrentarse al poderío planetario de la mercancía: la gente pide jornadas de trabajo más cortas -señalaba Pepe Mujica- pero no para vivir más sino para tener un segundo empleo que le permita comprarse un automóvil. Y cuando la juventud atrapada en la carrera de ratas del consumo debe escoger entre la moda y el amor, escoge la moda.
Los medios son los chulos de la mercancía, los proxenetas de una nueva raza de políticos fotogénicos que ofrecen "gerenciar" con eficiencia lo existente, frente a líderes progresistas atrapados entre la democracia formal y la burocracia, que parecen temerle más al pueblo que a los enemigos de siempre. La revolución es como el fuego: si no se extiende se apaga, y para que las llamas devoren la pradera hacen falta incendiarios, no bomberos.
No se trata de reprimir la libertad de expresión, sino de obligarla por la fuerza a respetar la verdad de los hechos. Las "leyes de medios" son insuficientes cuando el legislador teme a los medios. Los reveses y amenazas que hoy golpean a la revolución latinoamericana tienen nombre y apellido en las transnacionales de la desinformación, en el poder de los grupos editoriales que conspiran abiertamente contra la unidad y el despertar de la Patria Grande. El futuro de millones de latinoamericanos está amenazado por los monopolios mediáticos y por la falta de voluntad política para enfrentarlos con el rigor que merecen, enfrentarlos hasta mancharse.
Y no se trata solamente de una batalla de ideas en el terreno de la información, sino en el terreno de la cultura, de la cultura de la integración regional. La persecución de Macri contra TeleSUR es un torpe intento de aislar a la Argentina del resto de Latinoamérica y el Caribe, de separarla de los movimientos políticos, culturales y sociales del Sur, de "esta gran humanidad (que) ha dicho basta y ha echado a andar. Y su marcha, de gigantes, ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia, por la que ya han muerto más de una vez inútilmente."
Cuba resistió porque su pueblo estaba libre de medios que lo engañaran, desmoralizaran y vencieran. Chávez, Correa, Evo, Cristina, Lula, han ganado batallas contra la mentira, pero muy poco se logra a largo plazo si no se amarra al mentiroso. Una democracia que no se defiende, una democracia que entrega al pueblo amarrado por el respeto formal a la ley, a la manipulación mediática de sus enemigos, es una democracia de mierda. No se trata de estar seguros de que algún día la historia nos dará la razón: se trata de imponer nuestra razón a la historia. De eso se trata la revolución y no de otra cosa. Y es para hoy, que para luego es tarde.