In Memoriam Afonso Pinho Monteiro
La bella Lisboa seguía en su larga noche fascista de 50 años. Los trabajadores y trabajadoras nocturnos, del puerto y los mercados, prostitutas, bohemios o marineros de guardia en los barcos se extrañaron cuando el 25 de abril de 1974, 25 minutos después de medianoche, Radio Renascença transmitió "Grândola, Vila Morena", la hermosa y prohibida canción de José Afonso sobre los segadores del Alentejo. Era la señal: las unidades militares se pusieron en marcha hacia la capital, la infantería en camiones, los blindados con sus rugientes Panhard y Chaimites. Antes del amanecer ya estaban situados en los puntos neurálgicos del gobierno y la ciudad. La sorpresa fue total: en el Hospital Universitario, mientras le sacaban las astillas de parabrisas del rostro, un noctámbulo repetía con insistencia de borracho: "Esquivé el tanque pero no pude esquivar la tanqueta...esquivé el tanque pero no pude esquivar la tanqueta"...
El pueblo se lanzó a la calle a festejar a los soldados y celebrar el fin de la dictadura, pero ni los civiles ni los jóvenes militares tenían idea del alcance del movimiento, hasta que una multitud rodeó el edificio de la policía política (la odiada PIDE (Policía Internacional y de Defensa del Estado); viendo la muchedumbre, los espías y torturadores, con comprensible miedo a la venganza popular, abrieron fuego sobre la gente, que se replegó con sus muertos y heridos pero manteniendo el cerco, y pidió ayuda a los fusileros marinos insurrectos: "Ayúdennos, los Pides nos están matando...". Bastó y sobró: los soldados abrieron fuego sobre el edificio, los esbirros huyeron por los techos de los edificios vecinos y trataron sin éxito de disimularse entre los humanos. Era "la caza al Pide" que, además de un sangriento arreglo de cuentas, marcó la ruptura institucional con el fascismo y dio inicio a la revolución social.
El 25 de Abril fue consecuencia de los 13 años de guerra con la que Portugal pretendía conservar sus colonias africanas (Angola, Guinea, Mozambique), un territorio del tamaño de Europa. Para para lograrlo necesitaba un ejército y jóvenes oficiales que, sin formar parte de la burocracia militar tradicional, encuadraran a obreros y campesinos transformados en soldados para luchar contra los africanos. La llamaron "Oficialidad de Complemento" y para ella reclutaron universitarios (casados o no) con lo que -además- mandaban a ultramar a toda una generación de izquierda influida por las recientes revueltas del Mayo Francés, Checoeslovaquia e Italia.
La guerra colonial no sólo fue cruel sino también el fin de los sueños de una generación que no volvería a la universidad porque prefería los riesgos e incomodidades de África a la docilidad perruna en Portugal. Pero había un problema porque los oficiales "de complemento" no podían ascender a la alta jerarquía, y no recibían las mejoras salariales de sus colegas del ejército tradicional. El fascismo acostumbrado a 'la mayor suma de docilidad posible' creyó que su injusticia era aplicable a grandes contingentes armados, y ese fue su mayor y último error.
La juventud militar comenzó a reunirse y conspirar, en medio de la guerra, dejando de lado sus viejas divergencias ideológicas de la universidad para preparar un "pronunciamiento" que les consiguiera mejoras laborales. Hasta que en una de las asambleas conspirativas un joven oficial hizo la pregunta que estaba en el aire "Si tenemos las fuerzas armadas y la capacidad de usarlas ¿por qué no simplemente derrocamos al fascismo, acabamos con el colonialismo, implantamos una democracia y le damos la independencia a las colonias?". El huevo de Colón. Todos de acuerdo, comenzaron a redactar el programa político del Movimiento de las Fuerzas Armadas MFA. Menos de un año después, el 25 de Abril de 1974, con la transmisión de Grándola Vila Morena, comenzaba la famosa "Revolución de los Claveles".
La revolución portuguesa se toparía con la frase de Flora Trsitan: "No puede haber acción política efectiva sin acción social". Los jóvenes oficiales dan el gobierno provisorio al muy conservador General Spínola (que había combatido para Franco y Hitler) para aprovechar su prestigio internacional. Spinola, desde el principio, se opone a la independencia total de las colonias y a las reformas sociales. Sus roces con los trabajadores y con la izquierda del MFA llegan a la ruptura cuando dos jóvenes tenientes, Anjos y Marvao, son encarcelados por negarse a tomar por asalto la sede sindical de los trabajadores de Correos, Teléfonos y Telégrafos (CTT) que está en huelga. Más de cien mil personas marchan por Lisboa en apoyo a los tenientes y logran su liberación. Este y otros conflictos llevan a Spínola a intentar, con apoyo de la Embajada de Estados Unidos, el 11 de Marzo de 1974, un sangriento y fracasado golpe de estado.
La revolución y la contrarrevolución se radicalizan, y aumenta la presión de la España franquista y la CIA, uno de cuyos agentes, Frank Carlucci (asesino de Lumumba) es Embajador en Lisboa, con la misión de mantener a Portugal dentro de la OTAN y evitar que su ejemplo contamine al resto de Europa. Finalmente, Carlucci financia, dirige y corona un golpe de Estado de derecha el 25 de Noviembre 1975. Las nuevas y diferentes normas de organización popular dan paso a la democracia representativa y a un gobierno de la Social Democracia. Es 1976 y la Revolución de los Claveles se ha marchitado. Hoy 42 años después los portugueses, como los españoles, sufren el neoliberalismo que enriquece a las élites y empobrece a la población. Lo que no impide que el ejemplo de la joven oficialidad portuguesa, excepción que confirma la regla en cuanto de militares europeos se trata, haya inspirado a muchos.
En América Latina hemos sufrido centenares, para no decir más de mil golpes de Estado derechistas, pero no faltaron pronunciamientos y levantamientos de oficiales de izquierda, antes del ya clásico levantamiento bolivariano de Chávez en Venezuela. Curiosamente, fue en Chile donde se dieron los ejemplos más notables: el famoso "ruido de sables" del 4 de septiembre de 1924, con el cual la joven oficialidad manifestó su descontento durante la 71.ª Sesión Ordinaria del Senado, el 4 de septiembre de 1924 y que obligó a que el parlamento aprobara las reformas sociales que le negaban al Presidente Arturo Alessandri Palma: jornada de ocho horas, supresión del trabajo infantil, reglamentación del contrato colectivo, ley de accidentes del trabajo y seguro obrero, legalización de los sindicatos, ley de cooperativas y creación de los tribunales de conciliación y arbitraje laboral, derechos para los Mapuches. Menos éxito tuvo la sublevación (motín y movilización gremial) de la marinería de la Escuadra chilena en buques y bases navales, entre el 31 de agosto y el 7 de septiembre de 1931, en protesta por una rebaja salarial del 30 %. El gobierno negoció para ganar tiempo, pero sus maniobras radicalizaron las exigencias de los sublevados que terminaron por pronunciarse abiertamente por la revolución social, y entrar en tratos con la Federación Obrera de Chile (FOCH) y con el Partido Comunista, pero sin lograr acuerdos por lo que el movimiento quedó aislado y fue liquidado militarmente, mediante bombardeo aéreo y artillero, y asalto contra bases y naves.
Por coincidencia o connivencia, en esos mismos días y por las mismas razones se produjo un motín o huelga laboral de la marinería británica en la base naval del puerto escocés de Invergordon. Sin embargo, el desenlace fue diferente -pacífico- porque el Almirantazgo accedió a gran parte de las demandas de los sublevados.
La Revolución de los Claveles fue un ejemplo y una advertencia sobre el papel que la historia le reserva a la juventud militar en la guerra social que anuncia el fin del capitalismo crepuscular. La frase de Bolívar "El ejército es el pueblo que puede" es y será cada vez más actual en las grandes transformaciones del nuevo Milenio.