El Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones, conocido como TTIP por sus siglas en inglés, y que había sido negociado desde 2013 en el más absoluto secreto entre Estados Unidos y la Unión Europea, comenzó a rodar cuesta abajo como una pequeña bola de nieve y se ha ido convirtiendo en un gran alud.
La Asociación transatlántica pretende un general libre comercio al eliminar las barreras aduaneras, ecológicas y sociales que impiden toda la circulación de mercancías y servicios en los territorios de Estados Unidos y de la Unión Europea.
Desde hace más de un año se inició un movimiento en las diferentes ciudades europeas encabezado por Organizaciones No Gubernamentales, sindicatos y partidos políticos para rechazar la posible firma de ese acuerdo de libre comercio. Una de las más importantes manifestaciones conjuntas que reunieron a miles de personas, tuvieron lugar en abril de 2015 en casi todos los países de la Unión Europea cuando aún no se habían filtrado las verdaderas intenciones del TTIP.
En esa ocasión, cientos de ciudades europeas reunieron a manifestantes que exigían mayor información y declaraban que si el convenio se realizada en secreto, era porque trascendentales cuestiones se escondían.
Uno de los participantes en la marcha de Madrid, Fidel Gonzalo denunció a las agencias de prensa que reportanban los actos, que "el Estado perderá todos sus derechos y las multinacionales van a hacer las leyes".
En Barcelona, una de las organizadoras, María Ángeles González, denunciaba que "Europa tiene mucho que perder, se van a desaparecer las garantías en la salud y el consumo.
Las calles de 170 ciudades alemanas se llenaron de ciudadanos que protestaban contra el tratado de libre comercio debido a que provocaría una desregulación generalizada y una pérdida del poder de los gobiernos.
En Varsovia, Praga, Londres, Helsinki o París los ciudadanos aseguraban que con el TTIP se perderían en pocos años unos 300 000 puestos de trabajo.
Pero el rechazo al Tratado creció en grado superlativo al destapar la Organización No Gubernamental Greenpeace, 248 páginas del hasta entonces documento secreto donde se revelan numerosos aspectos que resultan perjudiciales para los europeos y hasta para los gobiernos de la Unión.
Se asegura que en los documentos adquiridos se encuentra el 75 % de las posiciones esgrimidas por los negociadores.
El experto en comercio de Greenpeace, Jürgen Knirsch, señaló al canal de televisión alemán, Deutsche Welle que en los papeles filtrados no se mencionan ni el principio de precaución, contemplado en el Tratado de la UE, ni tampoco los objetivos acordados en la XXI Conferencia Internacional sobre Cambio Climático.
Mientras tanto, sí se menciona el principio de riesgo estadounidense, que de ser aceptado permitirá el cultivo y el consumo de alimentos transgénicos en territorio europeo, hasta que no se demuestre que son perjudiciales para la salud o el medio ambiente.
Knirsch denunció que los documentos reflejan la magnitud y el alcance del intento de Estados Unidos y la Unión Europea de anteponer los beneficios empresariales a los intereses de la ciudadanía. Ya es hora de que las negociaciones se detengan y de que comience el debate.
El portafolio sobre el Tratado, según reveló Greenpeace asegura que Washington está presionando a la UE para conseguir que Europa importe más productos agrarios estadounidenses y si no acepta esas condiciones, amenazó con hacer más difícil la exportación de vehículos europeos.
Se conoció que implican varios motivos de preocupación para el llamado viejo continente, entre ellos el alimentario, climático, medioambiental y el casi seguro predominio de las corporaciones sobre la soberanía económica, social y medioambiental de los Estados, de lo que también se puede deducir que se reduce la independencia política.
Para comprender la enorme influencia que tendrán las transnacionales si se alcanza el acuerdo, se estipula que los gobiernos deberán avisarles acerca de cualquier cambio legislativo que planeen realizar y hasta esas corporaciones podrían demandar a los Estados por la decisión adoptada y someterlo a una fuerte presión legal fuera de sus territorios nacionales.
En el gobierno y los medios de comunicación de Estados Unidos ha sido mínima la reacción acerca de los documentos filtrados, mientras que en Europa los negociadores han tratado de minimizarlo bajo el argumento que aun es muy temprano pues se está discutiendo y no se ha llegado al acuerdo definitivo.
No obstante, varios expertos y analistas europeos destacan que las revelaciones le han dado un fuerte golpe al Tratado y ponen en duda su conclusión.
Entre las presiones que ejerce Washington, indica Greenpeace, aparece la exigencia de que la UE elimine el principio precautorio mediante el cual la Unión solo permite la venta de productos y alimentos cuya seguridad esté comprobada. En cambio Estados Unidos lo interpreta en forma más peligrosa: autoriza los productos hasta que no se confirme su eventual carácter nocivo.
En el gigante del norte se permiten unos 170 productos genéticamente modificados mientras que en el viejo continente solo se acepta el maíz.
Datos de organizaciones norteamericanas alertan que en ese país son comunes los tratamientos a cultivos y animales mediante hormonas, antibióticos, pesticidas y sustancias químicas, las cuales están prohibidas en Europa.
Por tanto resulta definitorio el concepto sobre el Tratado realizado por Greenpeace: "El TTIP es un nuevo modelo de gobierno transatlántico que camina en dirección contraria a la de los objetivos de instituciones internacionales y ciudadanía de conseguir un desarrollo sostenible".
No es de dudar que las manifestaciones de rechazo se incrementarán como un alud.