Las grandes empresas de desinformación nacional e internacional amanecen este 5 de julio violando –una vez más-, el derecho a la información veraz y oportuna del pueblo. La hemorragia de información que daba ganador de las elecciones mexicanas a Felipe Calderón, que caracterizó el lunes 4, ha dado paso al más absoluto silencio. Ahora mismo –como en la Venezuela del 12 y 13 de abril de 2002-, en México “no pasa nada”. ¡Todos al mundial, por orden de cuatro delincuentes!. No pasa nada en México. No pasa nada en Gaza. ¡En el mundo no pasa nada y punto! ¡En el mundo pasa lo que ellos quieren y nada más!
Unas empresas que han intervenido groseramente en la marcha de los últimos procesos eleccionarios de la región (Colombia, Perú, México), secuestrando no sólo la verdad sino la voluntad de los pueblos simplemente porque tienen poder mediático, se han constituido en una suerte de nuevo señorío feudal con fueros incorporados. Una suerte de derecho absoluto a decidir por encima de la soberanía popular. Una plutocracia grotesca que ha hecho de la mentira, el engaño, la hipocresía y la ficción un arma de destrucción masiva sin más control que su voluntad y sus intereses bastardos, retrotrayendo a la humanidad a los tiempos de la Edad Media.
Hoy en México “no pasa nada” (cancioncita que para estimular la violencia coloca a diario esa hiena del palangre que es Leopoldo Castillo) según estos bastardos. No pasa nada en México, porque al modo del conocido cuento de Andersen: el rey desnudo, el pueblo mexicano está gritando fraude. En comparsa de miserias le han robado las elecciones a López Obrador, el pueblo se pronuncia y…”no pasa nada”.
Todos a una como en Fuenteovejuna, le han birlado la voluntad al pueblo mexicano. Actas de votación en vertederos de basura; inconsistencias por miles en las totalizaciones de las actas -todas a favor de Felipe Calderón, hasta a sus socios del PRI se los han echado al pico-, y una cadena interminable de otras violaciones que afloran y se multiplican al paso de las horas. El Consejero Presidente del Instituto Federal Electoral, Luís Carlos Ugalde (con ese apellido…¿le vendrá de raza al galgo?) admitía –luego de haber dicho con total solemnidad que algo así era imposible-, que se han “extraviado” actas que representan más de tres millones de votos. Esto en unas elecciones con una diferencia “legal” entre Calderón y López Obrador inferior a los 400 mil votos. ¡Estos adecos están en todas partes!. Por eso en México –según estos señores de la verdad-, “no pasa nada”. ¡Ya basta! ¡No sigan secuestrando la información! ¡El pueblo tiene derecho!
Ojalá el pueblo mexicano sea capaz de hacerse respetar. Ojalá y no estemos en presencia de una repetición de aquellos acontecimientos que llevaron al poder a Carlos Salinas de Gortari. La sombra de 1988 planea sobre la patria de Zapata y Villa. Hoy ese pueblo dispone de muchos recursos para impedirlo, lo que tiene es que tomar la decisión y echarse a la calle. El pueblo mexicano tiene que quebrarle el espinazo a esta plutocracia grosera.
Por otro lado, los pueblos del mundo debemos disponernos a librar una batalla de grandes proporciones para arrancar de las manos de estos monstruos el poder que se abrogan. Tener dinero para comprar equipos y conciencias no puede ser razón suficiente para robar la soberanía a los pueblos.
En Venezuela sufrimos, más que en ninguna otra parte del planeta, la grotesca intervención de estos poderosos. Imponen normas, juzgan, legislan, atropellan, difaman, manipulan, censuran, callan o gritan y patalean desde sus bunkers de la mentira y no les “pasa nada”. Conocen del poder que tienen y lo usan sin escrúpulos. Le corresponde al pueblo detenerlos.
De nuevo el gran debate se centra en la libertad de expresión: derecho a decir o callar lo que nos de la gana siempre que no suponga delito, y el derecho a estar informados de los pueblos. En principio la asimetría entre tales derechos es evidente. El derecho a la libertad de expresión lo ejercen en términos prácticos quienes tienen acceso a los grandes medios, sólo unos pocos. El derecho a la información es de todos. Cuando este derecho se secuestra se está violando un derecho humano de todos.
Así como en 1811, tal día como hoy, nos declarábamos libres del poder omnímodo español, es pertinente y necesaria una nueva declaración de soberanía e independencia. La batalla no será fácil ni incruenta, pero hay que darla. Los pueblos tienen que declararse en rebeldía contra estas nuevas formas de opresión. Mañana podría ser tarde.