En momentos en que voces de diferentes partes del mundo, incluso de Israel, claman por el reconocimiento pleno de un Estado para los palestinos, resulta oportuno echar una mirada al proceso de fragmentación territorial a que ha sido sometida Palestina.
Hay que recordar que el sueño sionista de unir a la diáspora en un Estado judío, era intrínsicamente un proyecto colonial, que imaginaba a Palestina sin su población árabe, para lo cual, en 1878, judíos europeos comenzaron a comprar tierras agrícolas en Palestina, cuando aún formaba parte del decadente Imperio Otomano, lo que sirvió de base para que a finales del siglo XIX, se pensara en hacer la reclamación bíblica de la Tierra de Israel.
El proyecto colonial fue estructurado por las potencias imperiales, para lo cual, a finales de la Primera Guerra Mundial, Gran Bretaña ocupó Palestina y recibió un Mandato de la Liga de las Naciones, para que administrara los territorios palestinos. En 1921 Gran Bretaña dividió a Transjordania, a fin de establecer un Estado hachemita al este del río Jordán, al tiempo que colonias judías se asentaban en la rivera oeste de esta fuente de agua.
En 1947 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la partición de Palestina mediante la Resolución 181, por lo que, a los judíos se les asignó el 56 % de los territorios palestinos que estaban bajo administración británica. Luego, el 14 de mayo de 1948 se crea oficialmente el Estado de Israel. Entre 1948 y 1950 Israel destruyó más de 400 poblados palestinos y construyó 160 asentamientos en territorios confiscados a los habitantes árabes que en ellos habitaban. Y entre 1992 y 2001 la población judía en Jerusalén del Este aumentó de 141.000 a 170.000, mientras que en el mismo período la población en los asentamientos ilegales en la Franja de Gaza y en la Margen Occidental pasó de 110.000 a 214.000. Lo demás es historia presente.