Desde la década de los noventa estuve leyendo y releyendo, una copia (ya envejecida y casi contentiva de letras grises que una vez fuero de negro azabache), del libro que, en 1971, publicara la Editorial Barral, en Barcelona-España, titulado "García Márquez: historia de un deicidio", del peruano y hoy estrella de las revistas de corazones, Mario Vargas Llosa. El texto, que es el producto de un esfuerzo ensayístico-académico de Vargas Llosa, constituye una de las principales referencias para ahondar en lo que constituye los elementos del realismo mágico que llevó al Gabo a producir su monumental obra "Cien años de soledad", a finales de la década de los sesenta del siglo XX.
La importancia de este texto no está en el carácter analítico-vivivencial desde donde lo aborda Vargas Llosa, porque si bien es un esfuerzo valioso por explicar por qué un escritor produjo una obra que rompió el molde de la realidad y traspasó la línea entre lo mágico y lo divino, debe entenderse como el punto de vista personal desde donde un escritor, como Vargas Llosa, percibe al otro escritor, como lo es García Márquez. En algún momento de la lectura da la sensación de que el que escribe lo hace desde un profundo sentimiento de envidia e indignación, porque muestras los hechos que llevaron a modelar la historia de Macondo y sus personajes, como el producto de un mundo imaginario que se le fue dado a García Márquez de todas esas historias que sus abuelos y parientes de Aracataca, le fueron contando.
Se trata de un aporte para comprender la obra de García Márquez, desde sus primeros cuentos hasta "Cien años de soledad"; el ensayo es alimentado con diferentes hechos ocurridos en la vida de García Márquez, llegando a la conclusión de que el creador literario se rebela contra la realidad e intenta sustituirla por la ficción que él mismo fabrica, suplantando en cierto sentido el poder de Dios. En este contexto, valga tomar una cita del propio ensayo para mostrar el alcance interpretativo que dibuja Vargas Llosa: "…Días antes de la Navidad de 1955, García Márquez, recién llegado a París, contó a Plinio, mientras tomaban una cerveza en La Chope Parisiénne de la rue des Écoles, que había decidido escribir ‘el cuento de los pasquines’, un relato sobre un episodio sucedido en Sucre, el remoto pueblecito fluvial del departamento de Bolívar donde había pasado temporadas de niño./ El episodio, mencionado con cierta exageración en La mala hora, era el siguiente: un día habían comenzado a aparecer pasquines anónimos en las paredes del lugar, y estas delaciones o calumnias sin firma habían provocado toda clase de conflictos y dramas, incluso hechos de sangre, al extremo que muchos vecinos se marcharon del pueblo (entre ellos, la familia de Mercedes). La primera noche de trabajo en el Hotel de Flandre, escribió diez cuartillas; comprendió entonces que la historia jamás cabría en un cuento y decidió hacer una novela. Los primeros meses de 1956 trabajó sistemáticamente en el manuscrito de esa ficción, que sería La Mala Hora. Escribía siempre de noche, en su vieja máquina portátil de corresponsal, cuyas teclas se fueron deteriorando. Un día la máquina se plantó del todo y el mecánico que la compuso exclamó apenado, al verla: ¡Elle est fatiguée, monsieur!".
Toda la primera historia de García Márquez se concentra en historias que desencadenaran en su obra maestra "Cien años de Soledad"; la novela está ambientada en el pueblo de Macondo, espacio ficticio que refleja muchas de las costumbres y anécdotas que llegaron a ocurrir en Aracataca, en la Costa Caribe de Colombia; es una obra con un sentido multifacético del tiempo que discurre entre lo eterno, lo lineal y lo cíclico, con una prosa rítmica cercana a la tradición oral que le da un carácter de mito críptico. "Cien años de soledad", se ubica en la historia de Colombia, entre mediados del siglo XIX y mediados del siglo XX, época en que las guerras civiles minaron la vida cotidiana y el nacimiento de los partidos liberal y conservador, los cuales debatían las ideologías de régimen federalista y centralista en el país.
La obra traza la historia de varias generaciones de la familia Buendía, comenzando con la pareja José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán, un matrimonio de primos; dado a este parentesco, Úrsula tiene miedo a consumar el matrimonio, dado que hay un mito que sus hijos nacerán con cola de cerdo o iguana. Cuando se establecen en Macondo, el único contacto que la aldea tiene con el exterior es a través de las visitas periódicas de una banda de gitanos que traen inventos y novedades como la lupa, el imán y el hielo. José Arcadio se obsesiona con estas curiosidades y nuevas teorías, y hasta llega a deducir por cuenta propia que la tierra es redonda. Llega a formar una estrecha amistad con Melquíades, el líder de los gitanos, quien le regala un laboratorio de alquimia. Melquíades se muere y se resucita varias veces en la historia. Macondo, en el ideario de García Márquez, se convierte en un centro importante de la región con la llegada del tren, telégrafo, gramófono y cine; éste progreso atrae extranjeros quienes ponen una plantación bananera cerca del pueblo.
Se desarrollan una serie de situaciones hasta llegar a un hecho caracterizado por Aureliano, el cual, por fin, entiende que en unos pergaminos que había dejado Melquíades, estaba escrito que el destino de la familia, la cual terminaría con él por qué "…las estirpes condenadas a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad sobre la tierra".
De este ensayo largo y tedioso de Vargas Llosa, hay dos datos curiosos. Uno, que es una de las primeras obras donde un escritor rinde homenaje a otro en vida de manera directa y desprendida; y otra, que, debido a la enemistad entre ambos escritores, a comienzo de los setenta, Vargas Llosa no volvió a autorizar la reedición de la obra de manera íntegra (ha autorizado publicar fragmentos). Por ello, quien logre tener este ensayo en su formato de libro original, tiene un texto de un gran valor histórico y sentimental.