En blanco y negro

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Estamos en un mundo trágicamente muy mal gestionado. El capitalismo no es el estado natural de la humanidad, es un producto del ingenio humano y hoy ese sistema salvaje en lo que respecta a su propio "éxito" colocó en el tapete un accidente global del que no podrán recuperarse ni el modelo capitalista ni la economía mundial. Está a la vista que los medios ideados para supervisar, salvaguardar y perpetuar el libre mercado y la economía globalizada han sido infructuoso y devastadores: han colocado en riesgo toda forma de vida en nuestra hermosa Tierra y nos estamos dirigiendo hacia la autodestrucción. En estos riesgosos escenarios las organizaciones internacionales fundadas después de la I Guerra Mundial actúan como coordinadores y no como reguladores. Instituciones como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, creadas en 1944 para establecer e imponer disciplina económica en el hemisferio sur, están en crisis, pues afrontan una competencia cada vez mayor en los mercados financieros hasta el punto de suprimir su propia existencia. Estos gemelos garantes del neoliberalismo han sido rechazados por los propios pueblos. Asimismo, la ONU con sus órganos especializados no tienen ninguna autoridad, por ejemplo, la Organización para la Agricultura y la Alimentación no ejerce ningún control sobre la producción y distribución mundial de alimentos; el Programa para el Medio Ambiente, es totalmente incapaz de conservar el medio ambiente; la Comisión de las Naciones Unidas sobre el Comercio y Desarrollo no elabora normas para el comercio y así sucesivamente. La ONU es "útil" porque es el foro que ofrece a los miembros más pequeños y débiles de la comunidad internacional la ilusión de que tienen voz y voto en los asuntos mundiales, y como si fuera poco los atacas cuando se salen de la elegía imperialista. Así pues, el senil capitalismo en su cruenta lucha por mantener su frágil supervivencia, en 1995, creó la Organización Mundial del Comercio para sostener la globalización del libre mercado, (tras el fracaso del Acuerdo General sobre Comercio y Aranceles), que tiene como objetivo la instauración de una "única economía global", en un ámbito internacional que ya está lleno de agujeros. En fin, son ilusorias las perspectivas para afianzar la justicia social, y las esperanzas de reducir las amenazas sistémicas o integrales que pesan sobre la humanidad y cada vez se alejan más, toda vez que estamos en este mundo trágico y mal gestionado. Las únicas instituciones reguladoras internacionales existentes regulan en la dirección de dar mayor libertad aún para que el mercado opere sin restricciones de ningún tipo. No cabe esperar que los principales beneficiarios del sistema actúen contra sus intereses, contra los propios principios del beneficio y del aprovechamiento de las ventajas en lo que se basa el libre mercado y su propio "éxito", o que en los riesgos actuales se vean obligados a hacerlo. Pretender que el capitalismo va a dejar de percibir sus ingentes beneficios es negar todas sus leyes conocidas que parten principalmente del universal principio del capitalismo, a saber: "cuanta más libertad, mejor". El mercado global no actuará a favor del medio ambiente ni favorecerá la masa gigantesca de trabajadoras y trabajadores ni en particular de los más de mil millones que carecen de empleo o están subempleados. Los principales actores del mercado siguen siendo ciegos y sordos a sus propios intereses egoístas. Los peligros que nos acechan son devastadores. Por eso, la democracia necesita al socialismo para vencer las adversidades en la que está atrapada la humanidad.



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Alberto Vargas

Abogado y periodista, egresado de la UCV, con posgrado en Derecho Tributario y Derecho Penal. Profesor universitario en la cátedra de Derechos Humanos

 albertovargas30@gmail.com

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