Es lamentable pero para nada sorprendente, que más del 60 % de los colombianos se hayan abstenido de votar y la mitad de los que lo hicieron hayan votado en contra de la paz.
No sorprende que sean principalmente y en su mayoría los habitantes de las ciudades, victimas del consumismo, el individualismo y la falta de sentido de comunidad quienes respaldaron al paraco mayor en su campaña de odio y engaño para mantener vivo el gran negocio de la guerra en el país latinoamericano con el ejército más grande y que dedica el más alto porcentaje de su PIB a la compra de armamento a las transnacionales de la muerte del imperio.
Los neoconservadores al servicio de esta maquinaria de guerra, que a su vez están al servicio de la clase gobernante, el 1% y sus secuaces, continúan sus ataques. Poco a poco y de forma inteligente y disimulada van imponiendo su hegemonía autoritaria, destruyendo a las naciones que se opongan y volviendo a las demás vasallos del poder imperial.
A través de su industria de creación de mala cultura, idealizan y promueven la violencia convirtiendo las atrocidades de la guerra, la violencia y el crimen en general en algo inevitable y normal, simplemente un espectáculo más y han logrado subvertir el significado del "vivir bien" logrando hacernos pensar que el buen vivir es poseer y consumir cada vez más y más.
El capitalismo corrupto, en su última y más salvaje manifestación neoliberal nos lleva al extremo de vivir en una inmediatez donde todo tiene precio y debe ser usado y descartado rápidamente, incluso las personas.
No hay piedad ni compasión, mucho menos amistad y solidaridad, todo tiene precio y un valor de cambio. Absolutamente todo, hasta la vida misma, debe ser sacrificado en el altar del lucro y la avaricia.
Lo sucedido en Colombia este fin de semana es solo otra muestra del poder de penetración y engaño de la corrupta cultura hegemónica del capital y de la intención de las mafias de las industrias militares y del espionaje del imperio y sus lacayos locales, de mantenernos en un estado de guerra y terror permanente, con el solo fin de obtener beneficios obscenos para muy pocos a cambio de la muerte y el sufrimiento de muchos.