Si medimos el desarrollo de las jornadas iniciadas hace cinco o más años, anunciadas por el presidente de Colombia y las FARC-EP, en procura de la anhelada paz, tenemos que pasearnos por varias aristas que ha caracterizado la postura del presidente Santos, en varias ocasiones manifestadas o aceptadas por el mismo.
En primer lugar, Santos es un genuino representante de la oligarquía colombiana, dueño o controla importantes medios de comunicación que desde un principio se han dedicado a mantener o crear las condiciones para perpetuarse en el poder. En esa posición, siendo ministro de la defensa de Uribe, su posición ante las FARC, reconocido por él y sabido por todo el mundo, ha sido implacable.
La oligarquía colombina y sus gobiernos, ante las políticas llevadas a cabo por gobiernos progresistas en la región y habiendo los gringos manipulando al mundo con la consigna de los DD-HH, no podían darse el lujo de seguir manteniendo una imagen de violadores de los derechos humanos tal como lo simbolizó el uribismo, pues, los cálculos les indicaban que corrían el riesgo de quedar aislados del continente y el mundo.
Estas dos condiciones llevaron a Santos y sus representados, a pensar en una táctica que les garantizara la estrategia de siempre, mantenerse en el poder. Nada mejor que mostrar interés en razón de hechos prácticos en terminar con la guerra de 52 años por todo lo alto, siendo esta la justificación principal que permite las más diversas y sin limitación en sus acciones del estado colombiano, contra todo enemigo que les huele a subversión, guerrillas, protestas generales de los distintos sectores populares, denuncias defensores de los derechos humanos, y más.
Por otro lado, ante el fracaso de los hombres y mujeres con rostros nuevos pero con marcado interés hacia burguesía que llegaron a ser presidentes de algunos países latinoamericanos, pretendiendo con ello lanzarlos en medio de toda y bien concebida campaña mediática por toda Latinoamérica (Peña Nieto, Bachelet, Ollanta, y alguno/as otro/as de Centroamérica) como figuras que pudieran contrarrestar los liderazgos genuinos y ya establecidos en sus pueblos y en la región (Chávez-Maduro, Correa, Evo, Ortega, Lugo, Lula y los Kirchner), la derecha latinoamericana y sus amos del norte, se creyeron que Santos con esta nueva imagen de hombre de paz, lanzada por los cuatro vientos del planeta, se podría convertir en la figura para coronar un nuevo liderazgo en el continente.
Ahora, a razón del proceso electoral para que el pueblo refrendara los acuerdos y el resultado en el plebiscito que pretendía consagrar el triunfo de Santos, se muestra que sus mentores no están plenamente consustanciados con los anhelos de la gran mayoría de los colombianos que quieren Paz, sobre todo los pobres como quedó demostrado, claro, ellos ponen los muertos, sean guerrilleros o soldados. Primeramente señalo que este proceso electoral como ningún otro anteriormente se les dio plenas a garantías a los partidarios del No, es decir, a los que llevaron una posición contraria, entiéndase Uribe y los más extremistas, por supuesto, libertad de medios publicitarios para su publicidad y desplazamientos para impulsar su demagógico mensaje de paz sin condiciones o sin impunidad. Sin ninguna duda ellos lo exigieron y se lo concedieron porque ellos también son representante de la misma burguesía.
En segundo, habiendo sido concebido el plebiscito como un proceso transcendental en la búsqueda de la Paz, donde los pronósticos indicaban un triunfo del sí por amplia mayoría, los organizadores inconcebiblemente no fueron capaces de posponer las votaciones una semana estando a punto de terminar con una guerra de 52 años atrás, plenamente justificado ante la presencia de la tormenta Matthew y sus ya pronosticadas consecuencias para los habitantes de las costas colombianas, todo lo contrario a lo que responsablemente se hizo en Haití, cuando estando allá previstas unas complicadas elecciones presidenciales fueron pospuestas sin ningún trauma.
Ahora, habiendo "ganado" el No se permite el resurgir de alvaro uribe, cuando todos pensaron que sería el profundamente derrotado, así, todo lo contrario para Santos y sus acompañantes que, siendo los verdaderos derrotados, no les queda otra que devolverse a los fueron de uribe y saludarlo en su triunfo, tan es así que de inmediato lo convocó para revisar los acuerdos con las FARC, al mismo tiempo que anuncia que el cese al fuego bilateral que tanto costó, sería hasta el 31 de octubre, qué tal?
En resumen, en América Latina los proyectos neoliberales encarnados en hombres y mujeres, por muy monitoreados y promocionados que estén desde el norte, están destinados al fracaso, es decir, en palabras del Comandante Eterno, se secarán ante la historia; solo es cuestión de tiempo y resistencia de los líderes y sus pueblos.