Ante las noticias que llegan del Norte, no tengo más opción que rememorar los tiempos en que nuestro profesor de Historia Universal, nos ponía a los Estados Unidos como ejemplo de lo que era una verdadera democracia, cuidándose, eso sí, de no profundizar mucho en lo poco democrático que era su sistema electoral, en tanto que desde siempre ha sido una elección presidencial no directa.
Es decir, sus ciudadanos no eligen a su presidente, sino que eligen a unos señores quienes son los que escogen, en un proceso diferente, al primer magistrado de la nación.
Quién quita que este detalle, aparentemente baladí, se haya convertido con el transcurrir de los tiempos, en el responsable de los caricaturescos sucesos del cual somos testigos en esta segunda década del siglo XXI los habitantes del tercer mundo.
Lo paradójico es que su protagonista sea un Estado que viene dándose la pela con medio mundo, en un intento de imponer a la brava un sistema que él mismo, al parecer, no ha sido capaz de implementar a su interior de manera satisfactoria.
La campaña presidencial que se lleva a cabo en estos momentos en Usamérica, seguramente pasará como una de las más vergonzosas de toda su historia republicana.
Los tres encuentros que tuvieron sus dos candidatos a la primera magistratura, contra toda lógica, fueron realmente pobres en ideas y ricas en vulgaridad y maltrato personal. No eran más que dos niños ricos y malcriados, dispuestos a no dejarse el uno del otro.
Jamás pasó por mi mente en aquella época de escolaridad, que me tocaría ser testigo de una situación tan anómala políticamente, como la que se vive en estos momentos al interior de aquel país.
Allí ahora se habla de fraude electoral, de no aceptación de resultados, de posibles movimientos insurreccionales, en fin, de todo aquello por lo que estos países del tercer mundo éramos señalados, como consecuencia de nuestro atraso tecnológico y poca cultura política.
A medida que se acercan las elecciones en aquel país los temores a un fraude electoral van en aumento debido, entre otras cosas, a que las máquinas de votación en no pocos estados podrían estar bajo la influencia del magnate George Soros.
En este caso pasó algo parecido a lo acontecido con Juan Carlos Vélez, jefe de campaña por el No del Centro Democrático. Allá la empresa Smartmatic, experta en asuntos electorales, de manera torpe, como sucedió acá, publicó en su web una carta en la que afirmaba que proporcionaría para las elecciones del 8 de noviembre en USA, un total de 50.000 máquinas de votación para un total de 16 estados, correo que posteriormente desapareció de su página Web, al parecer, sin razón aparente.
Cuál es el problema? Aparentemente ninguno, salvo que el presidente de Smartmatic, Malloch-Brown, es miembro de una Fundación de propiedad de George Soros, además participa en el Comité Consultivo del mismo Soros en Bosnia.
Por si fuera poco, este último, ha sostenido durante mucho tiempo lazos con la candidata, como bien se ha demostrado por correos electrónicos del jefe de campaña de Hillary Clinton, dados a conocer por WikiLeaks.
Pero si lo anterior no fuera suficiente, Malloch-Brown tiene vínculos con los Clinton por su trabajo en dos empresas consultoras muy conocidas por sus conexiones con esta familia. Mejor dicho bobo el último.
Lo anterior ha permitido a Trump expresar que “no aceptará los resultados a no ser que gane él”. Lo que induce a los expertos creer que tras las elecciones podría estarse generando una oleada de protestas que bien podrían terminar en enfrentamientos civiles y raciales de consecuencias imprevisibles.
Sobre todo si las elecciones son ganadas por la Clinton, caso en el cual los partidarios de Trump, extremistas de derecha, seguramente iniciarían desórdenes que podrían terminar justificando una represión policial y hasta la implantación de una Ley Marcial.
Incluso, algunos especialistas hablan de la posibilidad de estar ad portas de una dictadura de facto al interior de los Estados Unidos. Cójanme ese trompo en una uña.