La ciudad industrial
Todavía estoy a tiempo de recordarlo: Detroit era la orgullosa capital mundial del automóvil. Aún tienen allí su sede la Ford, la General Motors y la Chrysler. El automóvil fue la industria punta del capitalismo durante casi todo el siglo XX. Pero con los 70 llegó la amenazante competencia japonesa. Alguien propuso pintar los motores de los autos gringos con la bandera de las estrellas y las barras, para así, vía llamado patriótico, detener la nueva invasión nipona. Demagogia hipócrita de las grandes automotrices: cuando el exhorto chovinista no les dio resultados, mudaron la producción de partes y el ensamblaje a otros países, donde los salarios fueran bajos. Además la industria automotriz se robotiza con rapidez; es decir, ofrece menos puestos de trabajo con rapidez. Ahora llaman a Detroit la ciudad fantasma. El desempleo está cerca del 50%. La gente abandonó la ciudad en estampida y dejó cientos de miles de casas y edificios abandonados. Apenas quedan 700 mil habitantes sobreviviendo.
Detroit es la capital del estado de Michigan. Donde nunca ganaban los republicanos. Pero Trump logra, contra todo pronóstico, ganar en Michigan. No con una gran diferencia, pero el primitivo sistema electoral norteamericano no sabe de representación proporcional.
La empresa más admirada
Los actuales modelos del capitalismo son las corporaciones de informáticas. Apple encarna el arquetipo, mitología incluida. La empresa que arranca en el garaje de unos jóvenes rebeldes es la prueba viva de la fuerza del "sueño americano". Revoluciona el mercado con los productos que lanza: su reproductor mp3 no es un reproductor mp3: es un iPod. Redefine con su teléfono y su tableta los nichos respectivos. Según la revista Fortune, fue la empresa más admirada del mundo entre 2008 y 2012 (en plena crisis). Según el índice BrandZ (índice que utiliza además de los balances de las empresas, la percepción de sus usuarios), Apple es la marca más valiosa del mundo.
Sí, sin duda es la principal marca gringa. Pero, ¿dónde tiene sus fábricas? Muy lejos de su sede en California: en China. Allí trabajadores chinos con bajos salarios (mujeres y niños en las llamadas "Zonas Especiales") producen los laptops, las tabletas, los celulares de Apple.
La miel de los salarios bajos es muy atrayente porque allí también produce la Disney los "souvenires" y juguetes de sus famosos personajes. Igual que la HP, otro ícono del mundo del PC. Todos fabrican en China.
Estados Unidos se está quedando con las Marcas, mientras el Oriente se queda con las fábricas. El país metrópolis del capitalismo se está desindustrializando. Detroit no es la única ciudad corroída por el desempleo. Trump dijo que obligaría a las empresas a regresar sus fábricas a América. Hubo gente que se lo creyó.
La crisis que no cesa
La última crisis mundial del capitalismo de 2008 no ha sido superada aún. Hay indicadores pre-crisis que no han regresado. Ya sabemos, experiencias de más de un siglo, que los niveles de empleo son lo último que se restituyen en la fase de recuperación. El capital, luego de la caída, usa su capacidad instalada ociosa sin necesitar más trabajadores. El crecimiento lo impulsa la tecnología, o sea: menos requerimiento de mano de obra; el fenómeno se ha acentuado desde los 90.
Ese es el trasfondo del caso Detroit. Y del horroroso nivel de desempleo de España entre los jóvenes.
La sorpresa
La crisis económica no es la única razón por la que ganó el loco. La candidata rival ayudó bastante: es difícil escoger entre dos figuras tan inmorales. La Clinton es la vieja y poderosa mafia politiquera casada con el gran capital, gana en los estados más ricos, en las ciudades más populosas, donde los servicios (útiles o inútiles) de todo tipo desplazaron al trabajo industrial. Es el capitalismo actual y futuro: viciosamente especulativo. Pero en los pueblos pequeños, no es la rebeldía anti-estatus lo relevante. Es el atraso, no lo adornen. Allí gana el loco porque el sector más atrasado (machista, xenófobo, racista, excluyente, homofóbico) añora la perdida "grandeza americana", le importa poco otras consideraciones distintas a su rabia, y lo apoyó.
Entramos al mundo de lo impredecible.