El Presidente de la República de Colombia, Juan Manuel Santos, es un personaje acostumbrado a jugar rudo en política, y a propinar mazazos sorpresivos a sus rivales. Ejemplo de ello fue la atrevida acción de bombardeo que en el año 2008 ordenó contra el campamento del jefe guerrillero Raúl Reyes, ubicado en territorio de la provincia ecuatoriana de Sucumbios.
Ahora, acaba de llegar a un nuevo acuerdo de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo (FARC-EP), luego de que el primer acuerdo fuera rechazado en consulta electoral plebiscitaria el pasado 2 de octubre, con lo que le está propinado un mazazo a las pretensiones de Alvaro Uribe y de otros sectores de la política colombiana, de condicionar más allá de lo posible los resultados de las negociaciones de La Habana. Porque como declaró Alvaro Leyva, “la guerrilla negocia para cambiar las armas por la política, no por los barrotes”.
Unos días antes, Juan Manuel Santos había preparado el terreno para lo que se venía. Durante su visita al Reino Unido, invitado por la reina Isabel II, y hablando en un excelente inglés, dijo que los sectores que impulsaron el NO a los acuerdos, habían realizado una campaña sucia y basada en mentiras.
El caso es que, aprovechando la euforia que a favor de la paz, durante los días post-plebiscito, manifestaron muchos sectores de la sociedad colombiana, Santos ordenó nuevas negociaciones con las FARC-EP, y desenfundó su mazo, golpeando certeramente a Alvaro Uribe y asociados. De esta manera, el mandatario colombiano se encamina a consolidar su estrategia de paz, y a preparar su viaje decembrino a Europa, a recibir el Premio Nobel de Paz y el premio La Lámpara de la Paz (el premio nobel de paz católico). Al regresar de Europa, otras guerras continuarán, y nuevos mazazos vendrán.