En un país donde los factores principales eran el hambre, la miseria y la inestabilidad política pues existían más golpes de Estado que años de independencia, la situación en la nación andina dio un vuelco de 180 grados con la llegada al poder del presidente Evo Morales.
Socialmente, las características eran la pobreza, falta de educación y de atención a la salud del pueblo, mientras que la economía sufría el saqueo por parte de las empresas transnacionales y el resto del capital paraba en manos de unos pocos nacionales.
A partir de 2006 cuando el primer mandatario indígena en la historia de Bolivia alcanza la presidencia toma una serie de medidas para nacionalizar empresas y riquezas productivas, mineras y de servicios, en aras de mejorar la precaria vida de la mayoritaria población.
En el sector minero, el Estado en promedio obtiene entre el 50 55 % del excedente generado por diversas minas como la de estaño de Huanini o la metalúrgica Vinto-Antimonio; en el sector hidrocarburífero se queda con el 85-93 %, entre estas aparecen las filiales de la hispano-argentina Repsol YPF, las británicas Ashmore y British Petroleum y el consorcio peruano-alemán CLBH.
También recuperó compañías de madera, oro, aviación, telecomunicaciones, electricidad, telefonía, transporte público.
El crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) de este año será de entre 4,6 y el 4,8 %, el más alto de América del Sur, mientras en total del PIB alcanza en estos momentos los 34 500 millones de dólares, casi el triple de los 6 500 millones de 2005.
Según la tabla que anualmente divulga el Fondo Monetario Internacional (FMI) ese adelanto ha posibilitado que del número 117 en el listado del PIB mundial, ahora Bolivia se sitúe entre los 75 y 78, aproximadamente.
Las continuas actividades, entre las que aparecen nuevas fábricas de papel, cartón, pintura, sal, almendra y derivados, han permitido que el Estado multinacional aparezca con una de las tasas de desempleo más bajas de Latinoamérica, de solo 5,5 %.
Algunas cifras resultan elocuentes para ilustrar la actual prosperidad: En 2006, las reservas internacionales eran de 1 300 millones y pasaron a 15 000 millones de dólares; el crecimiento de 2,3 %, aumentó en un promedio de 5 % anual.
La nación andina tenía una deuda social de 500 años debido a siglos de colonialismo, neocolonialismo y neoliberalismo, la cual esta siendo sufragada poco a poco.
En 2006, nueve de cada 10 bolivianos de origen campesino se hallaban en la extrema pobreza, sin tener acceso al agua potable, electricidad, salud, educación y alimentación.
Un informe del Banco Mundial ha reconocido que en la década 2005-2015, la economía boliviana creció a una tasa anual promedio de casi el 5 % debido a los altos precios de las materias primas y una política macroeconómica prudente.
Como consecuencia, puntualiza el Banco Mundial, la pobreza moderada se redujo del 59 % al 39 %, entre 2005 y 2015, y el coeficiente Gini de desigualdad bajó de 0,60 a 0,47.
Con una consecuente dirección económica-social, el consumo nacional creció debido a un incremento de los ingresos de la población. Efectivas han resultado las políticas activas de empleo y los programas sociales para niños (Bono Juancito Pinto), mediante el cual el Estado abona 200 pesos anuales a 1,7 millones de estudiantes entre el primero y octavo grado para revertir los índices de deserción escolar en el país.
Además, se estableció el pago de rentas vitalicias de entre 1 800 y 2 400 pesos a la población mayor de 60 años (Renta Dignidad), y de 1 820 pesos a mujeres en estado de gravidez y madres puerperal (Bono Juana Azurduy) hasta que sus hijos cumplan dos años, lo cual ayuda a combatir los índices de morbilidad infantil y de féminas gestantes.
Con la utilización del método cubano Yo Si Puedo se eliminó el analfabetismo al aprender a leer y escribir 850 000 bolivianos que hoy continúan estudios para alcanzar el sexto grado.
El Gobierno apuesta porque el crecimiento promedio se podrá mantener en el período 2017 2020 en alrededor del 5% y reducir la extrema pobreza del 17% al 10%.
Con ese objetivo ha encaminado un amplio programa de inversiones públicas, financiado por los ahorros acumulados en la bonanza, créditos del Banco Central de Bolivia (BCB) y endeudamiento externo.
Se contemplan fuertes inversiones en la infraestructura, exploración de hidrocarburos, industrialización de gas natural (fertilizante y plástico) y generación termoeléctrica e hidroeléctrica.
El plan diseñado para el quinquenio se basa en cinco ejes fundamentales: elevar las inversiones en el sector petrolero; exportar energía eléctrica; desarrollar la petroquímica; expandir el agro, e industrializar el litio.
El sector privado y la inversión extranjera directa están llamados a jugar un importante papel en esos planes de desarrollo.
Innegablemente que Bolivia es hoy un ejemplo a seguir por los gobiernos progresistas de la región, algunos de los cuales han sufrido los golpes de la oligarquía y la prensa de derecha, mientras otros continúan bajo las constantes amenazas de esas fuerzas que aspiran a hacer de Latinoamérica una zona profundamente neoliberal en detrimento de las grandes mayorías.