1. En México aplaudí con alegría cuando estudiantes de la universidad nacional derribaron en 1964 el monumento de Miguel Alemán en la explanada de rectoría de la UNAM; igual me sentí cuando un puñado de dignos campechanos derribaron en 1982 la estatua de José López Portillo en una avenida principal de la capital campechana y, obviamente me sentí contento en 2008 cuando vi por TV en una glorieta de Veracruz que fue bombeada la estatua de Vicente Fox. Los tres expresidentes estaban vivos y seguramente fueron promotores y pagaron por tales homenajes. Por ello me pareció que la actitud del indiscutible héroe universal Fidel Castro de lanzar un decreto para prohibir el "culto a la personalidad" en Cuba, para que ello se extienda en el mundo, por lo menos entre los izquierdistas, es absolutamente justo. ¿Acaso no puede demostrarse que esos homenajeados son parte de una línea ideológica de pensamiento?
2. El culto a la personalidad, como muy bien se ha detallado, es una elevación en dimensiones casi religiosas o sagradas, de figuras de líderes carismáticos o no, en la sociedad o la política. En las dictaduras es a menudo una forma de culto a la persona del dictador. Es una ciega inclinación ante la autoridad de algún personaje, ponderación excesiva de sus méritos reales, conversión del nombre de una personalidad histórica en un fetiche. En México y en el mundo hay millones de fetiches, de estatuas y monumentos que deben derribarse porque no sirven de nada, a no ser para que los políticos acudan anualmente a hacer demagogia porque los sirvieron o les dan cobijo. Y parece que muchos han caído en medio de protestas de enemigos o pueblos. Los verdaderos héroes que acompañaron a los pueblos a su liberación no necesitan monumentos, homenajes o premios porque sus ideas están presentes en todas las batallas.
3. En vez de monumentos y homenajes a los opresores de los pueblos, poniéndoles nombres a calles, plazas, instituciones, hay que construir ideas que ayuden a la liberación de los seres humanos. ¿Por qué no poner nombre impersonales como avenida de los trabajadores, de los profesores, de los músicos, de los poetas, de la liberación, de los mineros, herreros, etcétera? Pero no, el culto a la personalidad es una enfermedad extendida y hasta un buen negocio. ¿Cuántos millones entregó el multimillonario Bailleres para que le entreguen el premio Belisario Domínguez? ¿Por qué la clase dominante construye monumentos a Flores Magón, Zapata, Villa, sino es para engañar al pueblo, pero silenciando sus ideas? ¡Muera el culto a la personalidad y valoremos a nuestros padres, a nuestros cercanos, a los luchadores sociales, recordando sus ideas y sus acciones en beneficio de la colectividad!