1. Pensé que con estas burlas criminales de salarios contra los trabajadores mexicanos (miserables y desempleados) estábamos cerca de un potente levantamiento, de un poderoso estallido social que destruya ciudades y centros de acumulación de riquezas. Pero no, parece que todavía el pueblo resiste mucho más, dispuesto a morir de hambre e inanición, junto a su familia. Por ello se dice a los fieles en las iglesias: “El rico no entrará a los cielos en cambio los pobres gozarán junto a Dios”. ¿Para qué desesperarse y para qué salir a protestar en las calles si “Dios proveerá”? Por estos consejos de la iglesia, por las telenovelas de TV, el futbol y el trago, a la mayoría de la gente le importa un carajo que se decrete un salario mínimo de 80 pesos por día de trabajo mientras el dólar ha subido a 21 pesos mexicanos y más.
2. Para adquirir la llamada “canasta básica” humilde de artículos de primera necesidad para la comida diaria de una familia de cinco personas, se requieren 250 pesos. ¿Qué comen esas familias y sus hijos con 70 u 80 pesos diarios? Pues solamente maíz y frijoles si les alcanza, pero no habrá para electricidad, gas, vestido, ni nada. ¿De qué carajos está hecha esta clase política y empresarial, qué basura tiene en el cerebro que le impide razonar, que ha condenado a por lo menos al 50 por ciento de la población al hambre y la desnutrición? Esa clase rica dominante dirá que no son culpables, que así de jodido encontraron a México; pero olvidan que en vez de contribuir a salvar la situación, los empresarios y gobernantes cada mes que pasa le causan más ruina; o sea, México de pobre y miserable, camina a su desplome total.
3. Se culpa mucho al pueblo de inconciencia y cobardía por permitir que lo sigan aplastando por esa minoría de ricos, pero olvidamos que la carga que pesa sobre las espaldas del pueblo es muy grande. La iglesia y la TV han aplastado su razonamiento para que no pudiera defenderse, mucho menos protestar; lo han convertido en un pobre mexicano sólo puesto a trabajar, a producir, para beneficio de quien lo somete. Es muy bueno para hablar de futbol, de telenovelas, de las ganas de vivir que le da la religión, pero no tiene los mínimos deseos de pensar en organizarse y defender sus derechos; y cuando se le prende el foco para luchar muy pronto es amenazado y sometido por la clase dominante. De todas maneras no hay que perder las esperanzas de que un día despierte después de tanta joda soportada. Esos días serán de fiesta para la lucha social. (6/12/16)
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