Trump ha llegado a la presidencia después de perder las elecciones por 3 millones de votos gracias a los compromisarios del Consejo electoral, una institución arcaica cuya función es asegurar el control oligárquico de una democracia basada primero en la esclavitud y después en la discriminación.
Ganó porque supo manipular la desesperación de la clase trabajadora blanca, a la que la crisis no solo ha arrebatado su estatus de "clase media", sino obligado a competir en la globalización con los obreros de las maquilas, las villa miserias y los townships de Asía, África y América Latina.
Sobre el voto antisistema y antineoliberal se ha erguido la burguesía degradada más reaccionaria de los EEUU, la mas nacionalista y la más xenófoba. Una burguesía degradada que exige la intervención directa del estado a favor de sus intereses (como las compañías de petróleo o los seguros médicos…) como medio para recuperar su tasa de ganancias, protegiéndola de la competencia global.
La primera semana en la presidencia han demostrado que puede y quiere llevar a cabo la pesadilla que es su programa electoral: bloquear el Obamacare, ese remedo de seguro sanitario insuficiente; retirar a EE UU de la Asociación Transpacífica, señalando el comienzo del fin del orden global neoliberal para sustituirlo por una competencia inter-imperialista proteccionista; cortar todos los fondos de desarrollo para la planificación familiar y el aborto; autorizar dos oleoductos, que atravesaran de norte a sur los EEUU para refinar petróleo de Alaska y Canadá en el Golfo de México; ordenar la construcción del muro y provocar una crisis política con México; y prohibir la entrada en EEUU de los nacidos en Siria, Sudán, Somalia, Irak, Irán, Libia y Yemen, provocando una crisis emigratoria internacional sin precedentes desde la II Guerra Mundial.
Es más, ha bastado la firma de las primeras ordenes presidenciales sobre el aborto y el muro mexicano para que la bolsa se haya disparado a la espera de que también se aplique el gran programa de construcción privada de infraestructuras a base de reducciones fiscales que asegure un trasvase del presupuesto federal a las grandes empresas de ingeniería y construcción, un lumpen-keynesianismo.
En las próximas semanas será aun más evidente que, como en Oriente Medio, la situación internacional se desliza rápidamente a un recrudecimiento de la competencia inter-imperialista. La UE, en medio de un endurecimiento de las relaciones entre China y EEUU intenta garantizar la presencia de EEUU en Europa alentando un despliegue de la OTAN frente a Rusia que ponga freno a los mensajes de apoyo cruzados hasta ahora por Trump y Putin.
El presidente más impopular de los EEUU, según las encuestas, se ha encontrado ya con la resistencia masiva de sectores importantes de las clases trabajadoras y medias de EEUU. La Marcha de las Mujeres, 24 horas después, concentró más de medio millón de personas en el mismo lugar que no había sido capaz de llenar la ceremonia de su toma de posesión (siendo acompañada por 676 manifestaciones en todo el mundo).
Una semana más tarde, las manifestaciones en solidaridad con los refugiados y emigrantes detenidos al aterrizar en EEUU, han bloqueado durante horas los siete aeropuertos mas importantes del país. Todo ello ha sido posible por la movilización y la organización alrededor de la campaña de las primarias demócratas del candidato socialista Bernie Sanders y, en menor medida, del Partido Verde.
La creciente polarización política en EEUU - que responde y refleja la crisis global de los partidos de centro-derecha y centro-izquierda que han gobernado la globalización desde los años 80 y los efectos sociales devastadores de la Gran Recesión entre los trabajadores y las clases medias – se proyecta ahora sobre todo el mundo.
Cuando se defiende la utilidad pública de la tortura para garantizar la seguridad se está preparando el terreno para violaciones masivas de los derechos humanos, el recorte de la democracia y la utilización masiva de la fuerza en las relaciones internacionales.
Todo ello viene ocurriendo ya desde hace una década. Los vuelos de la CIA y Guantánamo, las guerras de Afganistán, Irak, Siria, Yemen y Libia en nombre de la "lucha contra el terrorismo", el acoso a los refugiados y migrantes… están ahí para demostrarlo.
Pero Trump plantea ahora que no es suficiente, que hace falta un salto cualitativo para imponer por la fuerza la hegemonía de la oligarquía privilegiada de EEUU sobre su propia clase trabajadora y sobre el resto del mundo.
Estamos a punto de descubrir lo que supone la crisis del neoliberalismo gestionada por un imperialismo depredador dirigido por un Bonaparte de pacotilla.
Frente a este desafío civilizatorio no queda otra alternativa que reconstruir los valores solidarios y democráticos del socialismo internacional.