Israel comienza a recibir un poco de su propia medicina. Nos refiere el ABC –España-, que una oleada de cohetes «Katiusha» se abate en sólo 15 minutos contra la zona más castigada de Israel. Con más de 500, en un triángulo de tierra quemada que lleva de Kiryat Shmona a Metula, con la base temblorosa en Kfar Guilad. Cohetes que también impactan de lleno entre un grupo de reservistas, que destrozan doce cuerpos, que acaban con la vida de doce militares demasiado confiados, que incendian los vehículos allí estacionados, que queman las esperanzas inmediatas de un alto el fuego, que abrasan bosques y parques cercanos.
Confirma la misma información de ABC, que diez muertos junto al cementerio cubierto de sangre fresca donde descansan otros muertos, otros dos más tarde ya en el hospital, que son cubiertos con mantas entre el caos y el pánico absolutos. “Por otro lado, cuarenta cohetes ahogan Kiryat Shmona en quince minutos. Más de doscientos que lo hacen por todo el norte de Israel. Tres mil proyectiles que ya han caído a este lado de la frontera desde hace poco menos de un mes, mil desde el miércoles. Los últimos cinco de la noche que golpean de lleno Haifa, que derrumban un edificio, que atrapan bajo los escombros a numerosas personas, que provocan tres muertos y más de cien heridos en la noche que ya abraza la ciudad mediterránea”.
Ahora bien, los israelíes que sufren estas embestidas no protestan contra los árabes sino que lo hacen contra Estados Unidos, quien les está utilizando como carne de cañón para llevar a cabo sus políticas de dominio en la región. Ayer vimos en CNN internacional como los judíos gritaban, pidiendo que Israel le siguiera haciendo eses trabajo sucio a los halcones del Pentágono. El mismo trabajo sucio cuando en 1973, Israel derribó a un avión civil y murieron 110 personas, y ningún país del mundo protestó. Ese trabajo sucio que cuando EE UU no puede involucrarse directamente en el Cono Sur en Sudamérica, entonces Israel lo hace. Es muy valioso para EE UU contar con un Estado mercenario como éste, que maneja un avanzado equipo militar de alta tecnología.
Nos dice Chomsky que para EE UU contar con un Israel militarista y en pie de guerra es una parte importante de la forma cómo el imperio euro-americano quiere controlar al mundo. Que en los setenta Israel fue utilizado como conductor para intervenir en los asuntos de los países del África negra, al amparo de una gran subvención de la CIA. En los setenta y ochenta, recurrió cada vez más EE UU a Israel como arma contra zonas del Tercer Mundo: proporcionaba armamento, formación, ordenadores a las dictaduras del Tercer Mundo cuando el gobierno de EE UU tuviese dificultades para prestarles apoyo directamente. Sirvió de contacto principal de EE UU con los militares sudafricanos, y durante el período de embargo de armas (que el Consejo de Seguridad de la ONU impuso a Sudáfrica en 1977, después que EE UU y Gran Bretaña hubiesen vetado resoluciones aún más duras). Razón por la que Israel obtiene una cantidad de ayuda tan extraordinaria por parte de EE UU.
Añade Chomsky que la solidaridad de Israel para con EE UU nace del hecho de que está amenazado por la destrucción: eso hace que su supervivencia dependa totalmente de EE UU y, por tanto, es un aliado extremadamente fiable, porque si algún día se les quita la alfombra en una situación de conflicto real, serán destruidos. Pero ya los israelitas no meten el miedo de antes. Ya se les responde y esto lo hace cagarse. El imperio quiere actuar directamente y mueve su portaviones. Rusia y China miran con cautela lo que se avecina. El panorama se presenta peligroso para todos nosotros en América Latina donde la red sionista de inteligencia trabaja codo a codo con la CIA, penetrando sectores capitales de las finanzas e incluso del propio medio militar.
