El asunto de la independencia de Cataluña con respecto al gobierno central de España se ha convertido en una de las situaciones más complicadas que pudieran presentarse hoy en Europa. En primer lugar, expresa el descontento de esta región respecto al gobierno que ha venido ejerciendo el Partido Popular y sus ineficaces gestiones frente al conjunto de la sociedad española. Cada vez más, el esclerosado Partido, con la ayuda de la clase parásita de los reyes --una casta puramente decorativa derivada del antiguo absolutismo-- ahora acompaña a una organización política que no atiende las demandas fundamentales del pueblo español en cuanto a trabajo, salud, educación y superación colectiva, sumiendo a la población en políticas de recortes traducidas en carestías permanentes en la vida cotidiana, viviendas a un altísimo costo y un desempleo gigantesco.
Desde hace mucho tiempo, España ha venido atravesando este conflicto de las autonomías en las regiones, que llevó al filósofo José Ortega y Gasset a hablar de una "España invertebrada", es decir, una nación fracturada interiormente que vela sólo por intereses particulares o regionales más que nacionales. En el país vasco, Cataluña, islas canarias, Andalucía, Galicia y otras regiones se han desarrollado industrias, empresas y modelos comerciales propios a través de sistemas que les han proporcionado resultados positivos, independientes de la burocracia central de Castilla y Madrid, donde se aplican políticas económicas que se aprovechan de la prosperidad de las demás regiones para diluirlas en una burocracia financiera centralista donde salen ganando una vez más los bancos y las empresas supeditadas a esos bancos; empresas tecnológicas, comunicacionales, automotrices, alimentarias y de todo orden forman parte de grandes trusts que poco a poco van debilitando la justa distribución del dinero para generar una mejor inversión social en educación, cultura, turismo o salud; por el contrario, la sociedad bajo el modelo actual va propiciando cada vez más la concentración de poder, traducido en diversas formas de banalización de la realidad, egotismo, individualismo y consumismo que terminan colocando a los productos de primera necesidad en un plano de mero marketing mediante la aplicación de una plusvalía económica e ideológica que aísla cada vez más a las clases necesitadas y a las minorías étnicas, generando racismos sociales en todas sus formas.
Mientras más unidad y unión muestren las regiones de un país para el bien común, más fortaleza mostrará su Estado, más solidez moral y credibilidad colectiva. Tengo la impresión de que hace años lo contrario de esto ha venido sucediendo en las regiones de España respecto del gobierno central, que aquéllas han mostrado mayor fortaleza y efectividad en cuanto a gestión empresarial y comercial tanto en el plano productivo como en la filosofía de sus instituciones; el gobierno central ya no les representa ni traduce sus requerimientos reales. Todo esto hay que mirarlo detenidamente de acuerdo a las exigencias de cada región respecto a su economía, al rubro que produzcan o generen y a la naturaleza de sus intereses, pero todas deben estar guiadas por la ética en el logro de una educación y de una cultura ricas, nutridas de verdaderas tradiciones, arraigadas en el estudio, la creación artística y científica, la investigación y la reflexión. No se trata sólo de progreso material de acumulación de recursos. Hay que observar bien el fenómeno catalán, pues detrás de éste pudieran estar los intereses particulares del capitalismo europeo: financistas, banqueros y particulares que sólo desean hacer negocios para ellos, manipulando a los políticos como piezas de un inmenso engranaje. El señor Puigdemont, jefe del gobierno catalán, pudiera estar manejado por un consorcio de empresarios, por lo cual se teme vaya a estar manipulada la voluntad del pueblo catalán por un manojo de gerentes al estilo de la nueva generación de presidentes-empresarios que está invadiendo ahora la América Latina del tipo Macri-Temer-Kusinsky, -- y cuya máxima expresión sería Trump en USA-- quienes gobiernan para un entorno inmediato de allegados, familias y empresas afines a sus intereses. Cuando no llegan ellos directamente al poder, ponen en cargos de presidentes a personas perfectamente manipulables que les beneficien sólo a ellos. Si Cataluña cayera hoy en manos de banqueros y gerentes inescrupulosos y otras regiones les imitaran, España se desintegraría interiormente y ello sería catastrófico también para Europa y los hispano-americanos.
Acaba de ocurrir en estos días una de las acometidas más brutales de las fuerzas policiales contra varios grupos de electores catalanes que acudían a un referéndum convocado para decidir sobre su autonomía política. Al parecer, la gran mayoría de los catalanes desean independizarse del resto de España, y fueron salvajemente atropellados y heridos. Rajoy y el rey dieron al respecto unas declaraciones lamentables tratando de justificar el hecho. Los catalanes también se pronunciaron confirmando su posición, mientras el resto de la nación (¿será en este caso el término adecuado?) observa y espera. Rajoy ha convocado a Puigdemont al Congreso de los Diputados a una interpelación no para llevar a cabo un diálogo, como pide Puigdemont, sino para darle un "plazo" de algunos días para que emita una respuesta, amenazando con aplicarle un artículo de la Constitución con el fin de presionarlo; es decir, al gobernante que convoca a elecciones se le ataca con la policía y a la vez pide diálogo se le amenaza. En todo caso, al actual gobierno español habría que pedirle las cuentas claras de su gestión por hechos de corrupción, y no al revés. La incertidumbre reina ahora en España, porque mas allá de esta situación, uno se pregunta qué sucederá con la cantidad de catalanes que viven en otras regiones de España y con los ciudadanos españoles de cualquier otra provincia que habitan en Cataluña, y cuál sería el destino de las empresas –grandes y pequeñas--- de otras regiones o países y de personas que trabajan o habitan en Cataluña; la separación de esta región sería entonces del resto del país y no sólo de la monarquía centralista. Concurren aquí diversos factores históricos y culturales que vuelven a aflorar ahora con tintes del franquismo, azuzados por la crisis interna de Europa; en fin, por donde quiera que se la mire, la situación en España es más compleja de lo que parece. Sólo habría que imaginarse qué ocurriría si el resto de las regiones hicieran lo mismo. El fenómeno estaría exponiendo de manera clara una de las características esenciales del modelo capitalista neoliberal- populista: una crisis sistémica producto de la agresión al ser humano y los derechos civiles, en su desbocada carrera hacia el enriquecimiento material de una élite a través del desarrollismo irracional que ahora ha mostrado su cara represiva y brutal, por encima de todo. La luz de alarma se ha encendido en España, y está al rojo vivo.
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