En Venezuela, los días transcurren entre ofertas, expectativas, propaganda, promesas, golpes de pecho y falsos profetas, aunque semana santa ya paso, es propicia la ocasión para elevar al supremo las peticiones de un mundo mejor, de buenos gobernantes y mejores ministros, de conciencia colectiva y sentido del deber social. Son muchas las cosas que andara pidiendo la gente en medio de los escenarios que nos toca vivir cotidianamente y que se asemeja mucho al calvario aquel que recordamos por estos tiempos, algunos vistieron de morado para ir a presentar sus excusas al nazareno de san pablo, otros recorrieron templos para probar su estado físico, agua bendita, palmas, velas y estampas para guardar en la cartera y sentir que la quincena alcanzara para comer, por aquello de la multiplicación de los panes y los peces, sin amasar y sin pescar porque la modernidad permite abonar peces y panes en un carnet, que solo requiere ser escaneado y sincronizado en cada jornada de reparto. .
Otros escenarios dejan muy maltrecha la condición revolucionaria de quienes se pretenden vanguardia, pudiéramos aplicar el dicho popular de que “la lengua es castigo del cuerpo” los últimos acontecimientos son tan dramáticos que no se han podido maquillar, y tal vez resulte que la investigación “seria, y a fondo” que han ordenado los jerarcas, concluya en hechos; que agreguen elementos mucho más bochornosos para la credibilidad publica de algunos y algunas, que han acumulado a lo largo del tiempo, un historial que ya es prontuario. Un rosario de calamidades en lo que debe ser modelo de gestión, en medio de una tormenta que no termina y que amenaza, con hacer zozobrar la nave en la que vamos todos, confiados en un capitán que lee la brújula al revés o tiene cambiado el rumbo.
Es bueno hacer un poco de memoria colectiva e identificar responsabilidades en hechos acontecidos recientemente, con el fin de aportar elementos para el análisis, descubrir que detrás de algunas posturas mediatizadas, está la necesidad estructural de enmascarar la realidad, de hacer control de daños y ocultar responsabilidades, ante esa conducta, que ya parece una mala costumbre; solo nos queda interpretar, solo nos queda incluso especular acerca de los hechos que cada cierto tiempo y en determinadas coyunturas, se suceden.
Cada hecho reseñado nos lleva a recordar e identificar un comportamiento que dista mucho, en mi concepto, de la ética que debe acompañar toda gestión que se precie de revolucionaria. Como olvidar los hechos ocurridos con la demarcación de territorios indígenas en él estado Zulia y la frontera con Colombia, las consecuencias derivadas, y la actuación de quienes tenían la obligación moral de resolver, o por lo menos orientar la solución de un reclamo ancestral, no son para nada halagadoras; pérdida de vidas, persecución y criminalización de los liderazgos en el proceso histórico de la lucha por los derechos de los pueblos indígenas, que van quedando reducidos a parcelas delimitadas de lado y lado por las grandes extensiones de alambre de púas que resguardan la propiedad privada, impunidad en la actuación de organizaciones ganaderas, lideradas por terrofagos guapos y apoyados, entes gubernamentales que juegan en favor de los poderosos y de intereses inconfesables, a pesar de lo asentado en la constitución y las leyes.
La indiferencia olímpica de la “generación de oro” ha batido el record en el caso de ALCEDO MORA, desaparecido hace tres años, aparentemente por denunciar corrupción en PDVSA y el manejo de los combustibles en Mérida, se ha hecho denuncia pública del caso, sus familiares y allegados han acudido a los organismos competentes, solo ha quedado la promesa de investigar, y la evasión permanente de quienes directamente están obligados por la ley a garantizar los derechos de ALCEDO y de todos los venezolanos.
La actuación oficial de los organismos del estado en el caso de los desalojos campesinos, grupos paramilitares que acosan, fiscales que se compran y se venden, jueces que pasean en los vehículos de los terratenientes, funcionarios del INTI haciendo la cohorte de trampas leguleyas, que buscan a todo trance, desconocer la voluntad mayoritaria del pueblo en el proceso de rescate de tierras, en la lucha contra el latifundio y la apropiación por parte del pueblo, de los medios de producción y el impulso de la propiedad colectiva de los mismos.
Las decisiones legales y las acciones ´políticas; dejan ver las verdaderas intenciones, en el plano económico, sectores oficiales, apuestan hacia el privado, en una lucha que es ideológica: muchos creen que ese sector, podría sacarnos de la situación calamitosa en que nos encontramos. En ese sentido, no aparece factible que la productividad del campesino organizado en frentes, consejos, pequeños productores, comunas, en otras palabras, la propiedad social vinculada al estado que suponemos aliado, pueda aportar en la batalla permanente por un nuevo modelo económico.
La masiva emigración de venezolanos, que buscando mejores condiciones se ven obligados a dejar el suelo patrio, el problema penitenciario refleja un cuadro dantesco, en el que la respuesta de los responsables, demuestra la perdida de la sensibilidad humana que debe caracterizar a todo revolucionario, con el añadido mediático de violación a los derechos humanos, la imagen internacional de un estado fallido, parece justificar la solicitud de intervención extranjera en nuestro territorio, hecha por sectores desesperados que siguen soñando alcanzar el poder y dar definitivamente al traste con la revolución bolivariana,
La especulación, el acaparamiento, la falta de medicinas, el tráfico de alimentos y productos de primera necesidad, el desmantelamiento del aparato productivo nacional, la corrupción, la inflación, la devaluación, la caída de la producción petrolera, la discreción oficial en la publicación de cifras que permitan una apreciación real de la situación, es decir; el deterioro generalizado de los niveles de calidad de vida del venezolano, requiere de medidas urgentes que demuestren la capacidad del estado para ir asumiendo el rol que le corresponde en un escenario de “guerra económica” y ataque imperial, los declaradores de oficio y los turistas políticos no son suficiente para contrarrestar los efectos de una crisis que ya nos muele los huesos.
La actuación de los organismos del estado frente a fenómenos derivados de una muy mala gestión, de la actuación impune de sectores que han encontrado en las necesidades del pueblo un campo altamente productivo, a pesar de que el presidente Nicolás Maduro, ha ordenado en varias oportunidades atención prioritaria “caiga quien caiga” y “con todo el peso de la ley”, la impunidad con que actúan algunos sectores, que a todas luces se benefician de las necesidades y las dificultades que estamos viviendo, parece ser una constante que dibuja un nuevo modelo económico que bien pudiera llamarse “SALVESE QUIEN PUEDA”
Todavía no hay, en medio de la vorágine económica, señales claras de un plan que nos haga confiar que efectivamente se están tomando acciones que conduzcan a la solución definitiva de estos problemas, algunos de los cuales, solo ameritan de atención precisa de los responsables, y el cumplimento irrestricto de la ley, todas las propuestas, llegan como pañitos de agua tibia para aliviar síntomas, reacciones espasmódicas, ante un mal que carcome la esencia del estado y la existencia de la república, herida de muerte en su integridad histórica.
Es un tema que no se acaba en tres cuartillas, son muchísimas las aristas que quedan sin nombrar pero que conforman la esencia de una lógica instalada en la masa que reclama, que exige de sus liderazgos compromiso, esa lógica razona en función de la ganancia, en función de cubrir necesidades, en función del poder arrebatado, del desconocimiento de la fuerza en colectivo y la promoción de lo individual como objetivo.
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