«Queremos el mundo y lo queremos ahora» (Jim Morrison)
La tempestad del ’68, que tuvo un episodio central en el Mayo Francés, comenzó antes y continuó después. A su paso barrió con multitud de símbolos falsos. Símbolos que habían crecido y estaban aferrados a un mundo que inexorablemente estaba cambiando.
En los países centrales del poder de occidente se frenaba una década de prosperidad económica, abriendo paso al comienzo de una crisis que tenía su primera expresión en un fuerte crecimiento de la desocupación y la baja de los salarios reales y que dio lugar a una importante respuesta obrera. En la periferia destacaban heroicas luchas de liberación como la de Argelia y Vietnam. Esta última sobre todo, mostraría que era posible derrotar militarmente al imperialismo estadounidense. Un movimiento del que, por cierto, en América latina, había sido parte la Revolución Cubana y del que luego lo serían los levantamientos urbanos, obreros estudiantiles de finales de los 60 como los de México y Argentina. Ese año también sucedieron detrás de la llamada «Cortina de Hierro», en Europa del Este, la Primavera de Praga, rebelión contra la dictadura estalinista en Checoslovaquia. Mientras que en Estados Unidos se desplegaba el movimiento de los derechos civiles y se abriría el periodo de luchas contra la Guerra de Vietnam.
Al mismo tiempo que entre la juventud se desarrollaba un proceso de revolución cultural y de resistencia a viejos preceptos patriarcales del capitalismo, dando lugar a movimientos que exigían derechos y libertades sexuales y abriendo paso a los movimientos feministas que se desarrollarían en los ’70.
Cómo se llega a Mayo del 68
La desaceleración económica, el mal estar por los niveles salariales y la contrarreformas sociales y educativas y el papel de Francia en el terreno internacional tanto en Argelia como en Vietnam, fueron el caldo de cultivo del ascenso en las luchas que venían de antes.
Para enfrentar la crisis económica que se avecinaba, el presidente francés Charles De Gaulle anuncia a fines del año 67 la reforma del sistema de seguridad social. Al tiempo que las autoridades educativas intentan imponer una nueva reglamentación para las universidades y los centros de educación media.
En el movimiento obrero se acumulaban conflictos y luchas desde hacía tiempo, como por ejemplo la huelga de los mineros del año 63. Luchas que no eran coordinadas ni unificadas por el compromiso de las centrales sindicales, la más importante de ellas dirigidas por el Partido Comunista, con el gobierno francés.
Entre tanto en el movimiento estudiantil, al inicio en sus sectores de vanguardia, se desarrollaba una resistencia a las reformas en la educación y de movilización en solidaridad con el pueblo vietnamita. Dos hechos pueden ilustrar este caldero en ebullición en la juventud: El 8 de enero en el acto de inauguración de la piscina de la Universidad de Nanterre por parte del ministro de la Juventud, un estudiante lo emplaza señalándole que pretendía desviar las preocupaciones de los estudiantes con ese tipo de eventos sin preocuparse por los derechos sexuales de los mismos. Este hecho tiene como antecedente un conflicto del 21 de marzo del 67, día que los estudiantes manifiestan contra la prohibición de visita de los chicos al pabellón de habitaciones de las chicas. Las autoridades de la Universidad piden a la policía que se presente para impedir que los estudiantes abrieran las puertas de esos pabellones.
Por otra parte el 22 de marzo del 68 se crea, también en la Universidad de Nanterre, en la Facultad de Sociología, un movimiento para impulsar la lucha por la libertad de estudiantes presos en las manifestaciones contra la guerra en Vietnam. Desde entonces las manifestaciones fueron creciendo hasta las jornadas de mayo.
Barricadas y Huelga General
La represión indiscriminada contra las manifestaciones estudiantiles en apoyo a Vietnam, llevaron a detenciones y a un creciente repudio por parte de estudiantes de otras universidades a la represión. En este proceso el 3 de mayo la policía interviene en la Universidad de La Sorbona para impedir una asamblea en la que se discutirían acciones por la libertad de los presos y en apoyo a los estudiantes de Nanterre, cerrando la universidad.
Frente a esto el sindicato de la educación superior y el sindicato nacional de estudiantes convocan a la huelga indefinida, y en la noche de 3 al 4 de mayo el Barrio Latino se llena de barricadas y se provocan duros enfrentamientos entre los estudiantes y la policía. Pudo verse también en esa noche el nivel de simpatía que el movimiento había encontrado entre la ciudadanía. Los vecinos del Barrio Latino, ayudaron a los estudiantes a defenderse de la represión abriéndoles sus casas, gritándole a la policía y arrojando objetos tanto para alimentar las barricadas o para enfrentar a la represión.
El movimiento continúa, exige la liberación de los presos y empieza a dar paso a toda la creatividad que puede ser vista en las consignas, carteles y grafitis que han pasado a las historia como símbolo de las aspiraciones de la juventud en lucha. El martes 7 el movimiento llega a los Campos Elíseos, en respuesta a la condena de 4 estudiantes.
Al mismo tiempo se van construyendo comités para organizar las acciones y se desarrollan debates para prepararse para el futuro. La acción vuelve al Barrio Latino y la noche del 10 de mayo luego de uno de esos debates, se convierte en la segunda noche de las barricadas.
Frente a esto el 13 de mayo el Primer Ministro ordena la reapertura de La Sorbona y señala que tomará en cuenta los reclamos estudiantiles pero ya era demasiado tarde. Ese mismo día se habían sumado a una gran manifestación que partía de la Plaza de la República los sindicatos pertenecientes a la Confederación General del Trabajo (Comunista) y la Confederación Francesa Democrática del Trabajo (Cristiana). Luego de esta manifestación el camino a la huelga general es imparable. Y se inician las ocupaciones de Facultades y Fábricas. El 16 se ocupa el bastión obrero Renault.
Para el 20 de mayo se estima que los huelguistas llegan a los 6 millones y el 21 a 10 millones. Y aunque el 25 la CGT, es decir el Partido Comunista, comienza a negociar uno de los puntos con el gobierno, las huelgas y ocupaciones continuaron, y marcaron la semana en que el poder estuvo ausente, como lo simbolizó la desaparición del presidente De Gaulle el 29, día en que no concurrió al Consejo de Ministros convocado por él.
Los frutos
Esos y esas estudiantes y obreras y obreros, aquellos jóvenes «fueron realistas y pidieron lo imposible». Desarrollaron una enorme creatividad en la lucha y lo hicieron democráticamente y en movimiento. Inundaron la vida política con un nuevo aire de rebeldía e irreverencia y demostraron, entre otras muchas cosas, que también lo personal es político como un poco después señalaba el movimiento feminista estadounidense. Sus grafitis y afiches son una prueba de su creatividad.
Esos obreros, una parte de los cuales fueron a la huelga sin esperar por sus direcciones sindicales o políticas, y de esta manera forzaron a que ellas se sumaran, iniciaron el camino de ruptura con esas direcciones. Todos ellos, que a pesar de la complicidad del PCF y las centrales sindicales con el gobierno, fueron capaces de luchar por ese deseo de cambio que recorrió el mundo dejaron además enseñanzas para recuperar.
Si «Queremos el mundo y lo queremos ahora» como cantaba Jim Morrison para la época, hay que preparar, para cuando ese momento llegue, el instrumento político revolucionario que esté dispuesto a «Tomar el cielo por asalto».