El año 2018, nos inauguró con muchas noticias novedosas en el ámbito literario; se cuenta los treinta años de haberse escrito la novela "Los detectives salvajes", de Roberto Bolaño Ávalos (escritor chileno, 1953-2003), obra publicada en 1988, calificada como una novela vanguardista, de cumbre del infrarrealismo, herencia de la narración fragmentada de Cervantes. "Los detectives salvajes", marcó un antes y un después en la escritura policiaca en lengua española, convirtiéndose en una pieza de rigor mágico para la comprensión de argumentos hilvanados desde el abstracto de los hechos y la codificación de los valores de cada uno de sus personajes.
También es el año es del centenario del nacimiento de Aleksandr Isáyevich Solzhenitsyn (escritor ruso, 1918-2008), icono literario y cultural de la Rusia moderna; conservador y feroz disidencia del extinto régimen socialista soviético; una de sus obras más elogiadas es "Archipiélago Gulag" (1973), clave para entender el extinto siglo XX, con toda su barbarie y crueldad al servicio de supuestos ideales superiores al propio hombre. Solzhenitsyn fue crítico de los hombres, influyó en el desarrollo tecnológico y el progreso moral de la sociedad rusa.
Pero también este año fue el surgimiento del gran bochorno de la academia sueca en relación con quienes tenían la delicada tarea de elegir el premiado con el Nobel de Literatura, uno de los galardones culturales más prestigiosos del planeta. Para hacer esta selección se han de poner de acuerdo, en el mes de abril, dieciocho académicos encargados. Este 2018, el quorum para elegir al Nobel de Literatura está ausente y todo por el hecho de que de los encargados de elegir al galardonado, once han renunciado, producto de una postura ética de protesta ante un asunto que la prensa internacional ha calificado como el "escándalo sexual del Nobel"; el asunto no fue producido por un académico, sino por el esposo de una académica; se trata de Katarina Frostenson (Estocolmo, 1953), escritora sueca, miembro de la Academia desde 1992, su esposo, el escritor francés Jean-Claude Arnault (1946), fue acusado de acosos y abusos sexuales. Lo que llegó a ser solamente rumores en la Academia, pudo ser corroborado con denuncias puntuales que fueron más allá del hecho en sí del acoso sexual, ya que involucró acusaciones de filtración de los nombres de los ganadores del Nobel hasta en tres ediciones distintas.
Tres académicos, en una acción crítica contra Frostenson, Klas Östergren, Peter Englund y Kjell Espmark, dimitieron, dado que el carácter vitalicio del cargo solamente con esa acción podía conjugarse un reclamo certero y firme, dado que la Frostenson se negaba a renunciar, pero finalmente, ante tanta presión, renunció. Al descomponerse este cuerpo colegiado, se puso en vilo la posibilidad de articular, este año, la selección y elección del premio Nobel en Literatura.
Es de destacar que el Nobel, como premio, cuenta con instituciones que hacen la tarea de escoger a los ganadores en las diferentes categorías que se relacionan con su área del saber. Una vez que se establecen los nominados, los académicos, en sus áreas de saber, votan para escoger al ganador; se notifica en octubre quienes resultaron ganadores del Premio en sus diferentes menciones. Los que ganan reciben la noticia con horas de antelación del anuncio a la prensa, con la idea de que se preparen para los compromisos con los medios de comunicación internacional. En este ínterin final es que se acusa que Arnault permitió fuga de información (se dice que divulgó antes del anuncio oficial los nombres de siete galardonados, entre ellos el de Bob Dylan en el 2016), por ello lo grave de la situación que dejó de ser un problema doméstico y familiar para pasar a ser un problema histórico y trascendental, en la trayectoria literaria del mundo moderno.
Pero el asunto ha pintado mucho más allá de una simple fuga de información acerca de los premiados, según reseñó "El País" de Madrid, citando al escritor y editor sueco de origen húngaro Gabi Gleichmann, quien "… acusa a Arnault de jactarse de haber sido el artífice de los premios para Le Clézio y Modiano… ¿La situación actual podría llevar a la desaparición tanto de la Academia como del Nobel de Literatura? Sí, pero no es probable, tienen demasiado prestigio; posiblemente se arreglará cambiando las reglas e incorporando a nuevos miembros. Aunque es un proceso lento".
Y en el mismo tenor, expone Javier Rodríguez Marcos, periodista de "El País", desde 2016, explica, hay una ley en Suecia que priva sobre los estatutos de la corporación, en la cual se impide que se obligue a permanecer en una institución a alguien que no quiere pertenecer a ella: "Los que renuncien pueden ser reemplazados".
En un aspecto puntual, quiérase o no apreciar el asunto como lo es, una situación bochornosa y triste, que no solamente marca un antes y un después en la deliberación del Premio Nobel en literatura, sino que ha buscado manchar la trayectoria de algunos ganadores. Tal es el caso de Jean-Marie Gustave Le Clézio (Niza-Francia, 1940), Premio Nobel de Literatura en 2008, a quien han colocado como uno de los privilegiados por la opinión influyente de Arnault, pero ahí es evidente la mala fé, porque Clézio es un escritor crítico, duro en sus posturas contra el "orden establecido" y de posturas como esta: "la literatura es una alarma para despertar…" Así mismo, reivindica Clézio a Cervantes, al expresar que le causa risa "…los discursos hipócritas de los políticos".
Y en el caso de Patrick Modiano (1945), novelista francés, Premio Nobel de Literatura 2014, es otro de los novelistas acusado de gozar de las preferencias e influencias de Arnault, y cuya acusación pensamos es descabellada, porque Modiano es uno de los escritores con mayor carácter y fuerza expresiva del psicologismo novelado, como él mismo lo expresa cuando se le han consultado acerca de su literatura: "…es la búsqueda de un equilibrio. Hay escritores que se hacen psicoanalizar, yo creo que eso es peligroso porque con el psicoanálisis corres el peligro de secar la fuente de la creación. Hay una parte terapéutica en la escritura, sí, pero desconfío del psicoanálisis. Una persona sabe todo lo que sabe el psicoanalista. El psicoanalista quiere curarle, pero eso al mismo tiempo puede ser peligroso..."
Lo que si queda de esta situación es que la Academia sueca se ha equivocado en otorgas el galardón del Nobel a personalidades que en su momento quizás no representaban la tendencia adecuada para recibir tan importante reconocimiento, así como que ha llegado a otorgar algunos fuera totalmente de la dimensión de la literatura, pero no por ello podemos desmerecer el total de voces que bien han venido a enriquecer la literatura de los nuevos tiempos. Lo sucedido en la academia sueca muestra lo vulnerable que están las instituciones de ser trasgredidas y viciadas a la hora de la toma de decisiones, pero siguen siendo una instancia de referencia para entender la transformación del lenguaje humano desde los hechos y consustanciación de los hombres en su existencia.
En opinión de Stefan Dege, redactor de Cultura de Deutsche Welle (DW), ante la pregunta ¿Cuán rápido podría hacerse una reforma para devolverle la integridad al Nobel? Responde: "…El escándalo ya ha desbordado el calendario de la Academia y del comité responsable de la elección del Nobel. En este momento, los expertos de la Academia reflexionan sobre centenares de posibles ganadores del Nobel de Literatura de 2018. Pero no está claro que vayan a tener tiempo de encontrar a esa persona para octubre, ni si podrá otorgársele la distinción el diez de diciembre, día de la muerte de Alfred Nobel…"
Lo cierto del caso es que el Premio Nobel de literatura debe reconstruir sus valores y su perfil profesional para dotar de tan importante reconocimiento a personalidades que en el mundo planetario hagan del ejercicio escritural un proyecto de vida que vaya más allá del hábito rudimentario de escribir. Solamente la escritura libera, no hay otra verdad.