Luego de 30 y 20 años en el poder, las movilizaciones tiraron a Omar al-Bashir y Abdelaziz Buteflika. Los militares se apropiaron del poder para sostener a los viejos regímenes y el pueblo sigue movilizado para echarlos.
En nuestra página encontrarás varias publicaciones sobre las nuevas rebeliones árabes, que en este caso actualizamos.
Sudán
Las movilizaciones populares comenzaron en diciembre de 2018 ante el aumento del pan. Las protestas se desarrollaron hasta que el 6 de abril, coincidiendo con la celebración del 34 aniversario de las revueltas de 1985, miles de sudaneses se concentraron alrededor del cuartel general de las Fuerzas Armadas en Jartum, hasta ese momento, el Ejército no había intervenido.
Las unidades de policías antidisturbios trataron de desalojar a los manifestantes provocando muertos y heridos. Finalmente, se impuso la movilización y las fuerzas de seguridad anunciaron que ya no reprimirían.
Así se selló la caída del dictador Omar al-Bashir. Fueron 30 años de poder despótico, de riquezas para pocos, hambre y penuria para las grandes mayorías, de corrupción, de entrega y saqueo del FMI.
El expresidente fue detenido por el Ejército en el Palacio Presidencial. El pueblo festejó el logro, que no está exento de contradicciones y peligros. Las Fuerzas Armadas se apropiaron del poder y tomaron medidas de "emergencia": suspensión de la Constitución, cierre del Aeropuerto Internacional de Jartum, detención de colaboradores de al-Bashir en la sede del Movimiento Islámico y otras. Según el general Awad Ibn Awf, gobernarán por dos años con la puesta en marcha de un Consejo de Transición.
Es una gran paradoja de la realidad: militares que durante años fueron parte fundamental del régimen dictatorial, le dieron la espalda al que fuera su jefe y se encaramaron en un poder que no les corresponde.
La Alianza para la Libertad y el Cambio, que reúne a partidos de oposición y grupos sociales, expresó en un comunicado: "es un golpe conducido por el régimen para seguir en el poder", "presentan las mismas caras contra las que nuestra gente se rebeló" y llamó a "continuar con la sentada delante del cuartel general de las Fuerzas Armadas" y las protestas en el resto del país.
También exigen que el poder sea entregado a un gobierno civil de transición. "Los que destruyeron el país y mataron a nuestro pueblo intentan robar todas las gotas de sangre y sudor derramadas por el pueblo sudanés en su revolución".
El gobierno militar continuó con la represión que sigue sumando heridos y muertos, a la par que se niega a entregar a al-Bashir para que se juzgado por crímenes de lesa humanidad.
El jefe del Estado Mayor, general Ahmed Gaid Salah venía de apoyar la candidatura de Buteflika para un quinto mandato y de criticar a los movilizados. Pero cedió a la presión de la calle, elogió el "civismo" de las manifestaciones pacíficas y el martes 26 de marzo se pronunció a favor de inhabilitar al presidente a través del artículo 102 de la Constitución. La calle se opuso esa vía, ya que implicaría un periodo de transición de tres meses conducido por el mismo régimen.
Finalmente, el 2 de abril cayó Abdelaziz Buteflika, luego de las potentes movilizaciones y huelgas sostenidas que evitaron su quinto mandato y lo mandaron a su casa. Como presidente provisional asumió Albdelkáder Bensalá, ex presidente del Senado durante los últimos 17 años. Miles de estudiantes se manifestaron contra su nombramiento.
Gaid Salah ha sido claro a la hora de expresar en su discurso la posición del Ejército señalando que es "irrazonable" gestionar la transición sin las instituciones actuales, que son las que las movilizaciones rechazan. Las elecciones presidenciales que se iban a realizar el 18 de abril pasaron al 4 de julio.
Tanto el discurso como el anuncio de la fecha de comicios fueron rechazados el mismo día por decenas de miles de personas que se manifestaron en Argel, Bouira y Tlemcen. El pueblo no tiene confianza en que el presidente provisional y el jefe del Ejército puedan garantizar la transparencia del proceso de transición cuando son las mismas personas que durante 20 años validaron las cuatro presidencias de Buteflika. Menos que menos se puede esperar de la injerencia del presidente francés Emmanuel Macrón, primero defensor de Buteflika y luego impulsor de una larga transición.
La población movilizada ha percibido la trampa en que pretenden hacerla caer, en las calles se canta "Régimen, lárgate" y se rechaza a Gaid Salah quien ha dejado entrever su posible próximo paso en forma intimidatoria: una "declaración de estado de excepción". El régimen se quiere perpetuar, el pueblo lo quiere enterrar.
Nuevos apuntes
En Sudán y Argelia, el nuevo embate de los pueblos sigue emanando aroma a Primavera Árabe, incluso ha logrado derribar dos gobiernos, algo que no fue el común denominador de la oleada anterior.
En ambos casos, las movilizaciones independientes, las huelgas y las acciones contundentes volvieron a demostrar su efectividad, tanto frente a las mentiras del poder vigente durante décadas como a la represión de las fuerzas armadas y de seguridad.
La decisión del movimiento de masas es heroica, incluso en pésimas condiciones sociales y políticas, por lo cual de ninguna manera está dicha la última palabra. Las movilizaciones sostenidas constituyen revoluciones democráticas que cuestionan al gobierno, al régimen y al sistema capitalista.
A la par se repite un drama político: la ausencia de una dirección revolucionaria y consecuente, reconocida y respetada por el movimiento de masas. Es un casillero en blanco que ocupan otras direcciones políticas o, en el caso de Argelia y Sudán, los propios militares y funcionarios que durante décadas fueron del riñón gobernante.
Una vez caído el gobierno, se reagrupan para sostener el viejo régimen dictatorial y corrupto, intentando poner freno a las aspiraciones del movimiento de masas por barrer también a los regímenes opresores que los hambrean y los colocan en la miseria absoluta, bajo las órdenes de los organismos usureros internacionales. Son regímenes débiles en el sentido de que vienen de recibir un golpe histórico, pero apelan a la represión y a las trampas para salir del paso. Ya se verá si pueden hacerlo.
Llevan tantos años reeligiéndose mediante comicios tramposos que no quieren ceder ni siquiera al reclamo elemental de elecciones inmediatas y transparentes. Cuando la pantalla de democracia se derrumba son los militares los que toman el mando. No alcanza con elegir otro presidente, es necesario derrotar al régimen, que el pueblo debata libremente y decida su destino económico, político y social, mediante Asamblea Constituyente Libre y Soberana.
Como sea, lo primero es ejercer la más amplia solidaridad internacional con los pueblos en lucha y en ese camino, construir nuevas direcciones combativas y democráticas. Es una tarea indispensable construir partidos socialistas revolucionarios que luchen por salidas de fondo favorables a las grandes mayorías.