Con el afán de reforzar el imperio para tratar de mantener pleno dominio del mundo, la administración del presidente estadounidense Donald Trump se ha lanzado en una guerra económica global que alcanza no solo a sus potenciales adversarios sino también a sus más allegados aliados.
Trump con su mentalidad de multimillonario todopoderoso que quiere controlar el mundo como si administrara sus negocios, en los dos años y medio al frente de la Casa Blanca ha impuesto sanciones económicas y financieras contra países de varios continentes y se ha ensañado sobre todo contra Cuba, Irán, Rusia, China, Siria, Venezuela, Nicaragua y Corea del Norte.
Ahora el autoproclamado rey supremo ha enfilado los cañones contra la construcción del gasoducto Nord Stream 2 que se encuentra casi en su fase final con un trazado que va desde Rusia hasta Alemania a través del Mar Báltico.
Hace pocos meses, el secretario de Estado de Energía de Estados Unidos, Rick Perry, inició las declaraciones oficiales contra la construcción de esa obra con la velada intención de ejercer presión a los países que auspician el gasoducto. Perry señaló que Washington estaba estudiando imponer sanciones en un "futuro no muy lejano" a las empresas que participaban en el proyecto.
El 14 de mayo pasado, un grupo de senadores propuso al menos cinco tipos de sanciones contra aquellas empresas y personas que presten servicios de seguros a los buques involucrados en la construcción del gasoducto.
Entre los unilaterales castigos aparecen la negativa a expedir licencias de exportación estadounidenses; prohibición de préstamos por un total de más de 10 millones de dólares durante el año; impedir trabajar con la deuda estatal de Estados Unidos o fondos federales; invalidar pagos en el área de jurisdicción de Estados Unidos y de transacciones de propiedad, con los empleados de la empresa que viole la prohibición.
La quinta sanción consiste en impedir la entrada en Estados Unidos y congelación de activos bajo su jurisdicción de cualquier persona involucrada en la "venta, arrendamiento, suministro o facilitación de suministro" de buques para el tendido de gasoductos rusos a profundidades de 30 metros o más en el mar.
Como se comprende, Washington se arroga el "derecho unilateral" a imponer sanciones, aranceles y otras medidas contra cualquier país que estime pueda amenazar el control a futuros negocios.
El Nord Stream 2, con una extensión de 1 220 kilómetros, se extiende por el fondo del mar Báltico, desde la localidad rusa de Víborg hasta Greifswald, extremo nordeste de Alemania. El primer tramo (Nord Stream) fue puesto en explotación en 2012 con capacidad de 27 500 millones de metros cúbicos de gas al año. El segundo ramal permitirá aumentar el tránsito del gasoducto hasta 55 000 millones de metros cúbicos. También pasará por las zonas económicas territoriales o exclusivas finlandesas, suecas y danesas.
En la magistral obra ingeniera están implicadas la empresa rusa Gazprom, así como las firmas de energía alemanas Wintershall y Uniper, la francesa Engie y la austriaca OMV.
Estados unidos al alegar que el Nord Stream 2 puede aumentar la dependencia de los países europeos del gas ruso, ha buscado el apoyo de Ucrania, Letonia, Lituania y Polonia para tratar de que no continúe su construcción.
Trump ha estado presionando constantemente a la canciller alemana Angela Merkel para que desista de llevar a su fin esa instalación y en varias ocasiones ha manifestado que Berlín pasaría a ser dependiente de Moscú para la energía.
Tanto el gobierno como políticos y compañías energéticas germanas apoyan el Nord Stream 2 porque ese país, con la mayor economía de Europa, necesita un suministro constante de gas a muy buen precio, ya que se encuentra en un cambio de modelo para dejar de producir con carbón y energía nuclear.
El fondo de la preocupación de Washington es que al incrementar sus producciones de petróleo y gas mediante la técnica del fracking (su extracción es altamente dañina para el medio ambiente y las poblaciones) quiere imponer a toda Europa que compren gas estadounidense.
Querer preservar el imperio con guerras económicas, financieras y hasta militares es la ambición de la ultraderecha estadounidense que hoy preside la Casa Blanca. Pero los tiempos del mundo unipolar están cambiando vertiginosamente.