Acaba de morir el sátrapa Augusto Pinochet. Tal vez para algunos la muerte del cruel dictador de la hermana república de Chile sea un hecho significativo, tanto por sus crímenes en chile como por su forma de tratar de hacer ver las cosas en los días recientes. Para nosotros muere este genocida sin pagar por los horrendos crímenes que se cometieron en los largos y tormentosos años en que ejerció la dictadura en Chile. Cientos de miles de chilenos muertos, importantes personalidades desaparecidas y por supuesto gente de la que nunca más se supo. A Pinochet le ocurre la muerte como premio y no como castigo. A uno no se le puede olvidar el capitulo de la vida chilena durante los días aciagos de aquel momento en que era derrocado el gobierno socialista del compañero Allende, Salvador Allende el de la canción de Alí Primera, Salvador Allende el constructor de una sociedad mejor a partir del ejercicio de la democracia. En aquel entonces Chile era la nación con la democracia más arraigada en nuestro continente pero eso no paro las ansias de intervencionismo y expansión del imperialismo norteamericano y tal como hicieron en otros países de estas latitudes construyeron un títere llamado Augusto Pinochet para que junto con otros militares gorilas arremetieran contra el gobierno socialista de Allende y contra el futuro promisor de aquella nación que se levantaba en voz de sus líderes, Allende como el principal y más importante, en la búsqueda de mejores caminos para la libertad, la soberanía, la autodeterminación y la dignidad de los pueblos de América. Hoy como en aquel entonces condenamos al imperialismo Yanqui y al títere Pinochet, quien no por estar muerto puede ser absuelto de los brutales crímenes y atropellos que cometió contra la libertad de expresión y contra la decisión del pueblo chileno de ir hacia la conquista de una sociedad mejor, hacia el socialismo.
Para mi la muerte de Pinochet no significa el perdón de sus pecados ni la absolución de sus culpas. La muerte de este genocida me insta a seguir en la lucha contra la pretensión del imperialismo norteamericano de querer seguir teniendo a nuestras naciones como su patio trasero. Veo la muerte de este asesino como un elemento de análisis que nos permita mirar hacia la historia de esos acontecimientos en los que privo la anarquía entre los partidos de la coalición socialista. No podemos olvidar la división existente en las corrientes ideológicamente identificada con el gobierno de Allende y como esa división contribuyo enormemente al debilitamiento del gobierno con lo que se le hizo más fácil la tarea al imperio y a sus lacayos en el continente. Que la muerte de Pinochet nos sirva a los venezolanos, a los bolivianos, a los argentinos, a los brasileros, a los uruguayos, a los cubanos, a los ecuatorianos y a todos los pueblos como una lección filosófica y nos conduzca a entender de una vez por todas que la verdadera revolución está en la unidad como fortaleza fundamental para dirimir controversias y enfrentar ideas y pensamientos y no caer en la falsa creencia de que la razón nos asiste sin otro elemento de juicio que no sea el creernos los mejores, los únicos, los puros o los elegidos por quien sabe que poder para hacernos dueños de los procesos que viven los pueblos.
Es hora entonces de recordar analíticamente las horas, días, semanas, meses, años, lustros y décadas de sufrimientos de los hermanos chilenos para entender la razón de aquellos dramáticos acontecimientos en los que se nos decía como avanzaban la muerte, el horror y el terror contra los militantes de las diversas corrientes socialistas existentes en el Chile de Salvador Allende, en el Chile de Pablo Neruda, Víctor Jara, en fin en el Chile pueblo de libertades y democracia. Que la muerte del dictador chileno sirva para crecer en la consolidación del proceso de cambio y transformación que vive hoy nuestro continente. EN OCASIONES LA MUERTE DE ALGUIEN SE PUEDE CONVERTIR EN UN ELEMENTO PROVECHOSO. LA MUERTE DE PINOCHET DEBE SERVIRNOS PARA EVITAR QUE SUCEDA EN NUESTROS PAISES UN ACONTECIMIENTO SIMILAR AL ACONTECIO EN CHILE EL 11 DE SEPTIEMBRE DE 1.973
Juan Griego, 10 de Diciembre de 2006.
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