El tirano dejó de existir. Allende continua vivo. La canalla calló para siempre, sus comparsas no tendrán a quien acudir. El pueblo en silencio de júbilo celebra una muerte de quien no vivió para la vida
La tortura, desaparición y muerte no descansarán en su paz ausente.
Quién llora por eso, sólo los que iguales aún desatan sus temores y odios
Neruda escribe en celestial regocijo las Alamedas no lloran, los pueblos la abrirán en presencia de los que ayer desaparecieron y hoy donde estén su corazones en un solo grito exclamarán, para nunca más cerrar.
No pueden llorar lo que no sienten, expresión fidedigna contestataria ante la barbarie y el genocidio. Que de alma no tendrá quien ordenó al pueblo masacrar. En nombre de la libertad las alamedas fueron cerradas, tan sólo como una brizna en el tiempo, por que nunca las aldabas dejaron de pasar un halo de luz.
Aquel pueblo universal está en la hora de los cien años, la espada de Bolívar recorre y abre todas las alamedas, los pájaros y las flores comienzan de nuevo a cantar y volar. Es América toda que en el paso a paso comienza a abrazar la ternura de la vida incluida hecha justicia.
El tirano ha sido execrado por la historia. Sus adlátares signados por la soledad verán pasar el féretro impregnado por el formol que nunca jamás escapará de sus olfatos cual rémora cargarán por el resto de sus vidas, no habrá compasión ni paz en sus almas aunque disimulen la carga. Cada vez que un pájaro se les cruce por el camino les reclamarán el porque abandonaron y cercenaron la vida de los hijos de la patria grande, el canto callará y solo oirán los gritos de sus victimas, el fragor de la lucha futura los apartará para siempre y la justicia verdadera reinará aquí en la tierra y bendecirá para siempre a los pueblos que unidos jamás serán vencidos.
