El Siglo XXI: tiempo del hombre nuevo en el pensamiento de Ernesto Che Guevara

Un mito del siglo XX

Cuando los seres humanos acceden a categorías de símbolos y se instalan en la memoria colectiva a la manera de mitos vivientes, se hace arduo decir algo nuevo sobre ellos, sobre todo si esos seres han trascendido como figuras históricas hasta convertirse en imágenes casi idealizadas, engrandecidas por el imaginario popular que puede hacerles perder su corporeidad real, como ha ocurrido con tantos héroes o personajes de la historia universal: Napoleón, Bolívar, San Martín, Sucre, Lincoln, Franklin, Jefferson. Desde la Segunda Guerra Mundial Gandhi, De Gaulle, Churchill, Mussolini, Hitler; en América Latina Juan Domingo y Evita Perón, Fidel Castro, Emiliano Zapata y Pancho Villa, Augusto César Sandino, son algunos sobre los que es difícil decir algo nuevo. Entre todos ellos, dudo que alguien haya alcanzado el renombre o la fama de Ernesto Che Guevara, argentino nacido en Rosario en 1928, quien luego de haber librado algunas de sus mejores luchas revolucionarias en Cuba entre 1956 y 1959 --junto a Fidel Castro y sus hombres en la Sierra Maestra-- hasta tomar la isla por asalto a través de una guerra de guerrillas, y de ocupar un breve cargo como Ministro de Industria, marchó a Bolivia a continuar su lucha, donde fue capturado y ejecutado, como todos sabemos, cuando apenas contaba 39 años. Se convirtió así el Che Guevara en un mártir, tocándole fallecer justamente en la década histórica de mayor relieve en el siglo XX, al producirse en ella los cambios culturales más notables de ese tiempo. La guerrilla que el Che Guevara emprendió en Cuba junto a Fidel Castro y sus hombres fue motivo de inspiración para otros movimientos armados que trataron de cambiar el estado de cosas, entre ellos en Venezuela, luego que las emergentes Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN) y una vez depuesta la tiranía del dictador general Marcos Pérez Jiménez en el año 1958, intentaron llegar a un acuerdo para lograr un gobierno socialista con el nuevo presidente de la nación, Rómulo Betancourt, acuerdo que fue traicionado.

La figura del Che adquirió pronto un carácter de símbolo que colmó la iconografía de todo el siglo y pervive hasta hoy, hasta convertirse en la encarnación misma del revolucionario. El modo en que fue asesinado el Che, la cacería que hizo la CIA de él por órdenes del gobierno de los EEUU a través de las montañas de Bolivia –mucho más escarpadas y difíciles que las de Cuba— usando alta tecnología para rastrearlo y luego entregarlo a unos militares sumisos que le dieron un tiro de gracia un 9 de octubre de 1967, convirtieron al cadáver del Che en un emblema: sus ojos abiertos y su expresión dulce y lejana lo humanizaron aún más. Las fotos que le hizo el cubano Alberto Korda lograron para el Che un lugar en la iconografía de todos los tiempos, especialmente una foto que le hizo en 1960 titulada Guerrillero heroico se convirtió en una imagen-símbolo que fue acuñada incluso a los objetos de consumo del capitalismo. Hay una foto de Korda que recoge un instante de una conversación del Che con Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir donde da la impresión de que los tres se estuvieran moviendo; la tengo en mi cuarto como un ejemplo de diálogo permanente entre la verdadera filosofía y la verdadera política.

El Che ha sido objeto de infinidad de biografías, filmes, canciones, poemas, pinturas, obras teatrales y fotos que han difundido su imagen alrededor del mundo. Se entrevistó en su momento con los más afamados líderes políticos, intelectuales, filósofos (Sartre dijo de él que era "el hombre más completo del siglo XX"), artistas, actores y directores de cine. Era médico, aficionado a la fotografía, gran lector de literatura y poesía y estudioso del marxismo, con una vida tan intensa que roza por momentos el nivel de lo increíble.

Hoy dedicaré unas cuantas líneas a observar uno de sus textos políticos más conocidos, por pensar que se trata de un documento notable para acercarse a su pensamiento, en momentos en que América Latina vive en el tiempo actual uno de sus momentos más dramáticos, y donde sus ideas sobre el Hombre Nuevo para este siglo XXI pueden revitalizarse. Como se sabe, Cuba ha resistido hasta el tiempo presente un bloqueo económico por parte de Estados Unidos durante más de 50 años consecutivos. Y en Venezuela, desde principios del presente siglo, el gobierno de Hugo Chávez Frías intentó emular a la Revolución Cubana pero sin acudir a las armas, ganando por sufragio directo casi todos los procesos electorales en el país, incluso cuando ya se encontraba al borde de la muerte debido a una terrible enfermedad, debiendo soportar él --y luego su sucesor Nicolás Maduro-- situaciones extremas de guerra híbrida en todas sus formas. Tanto en Colombia como Venezuela se fraguaron durante los años 60 movimientos guerrilleros que pronto fueron reducidos, siendo sus líderes traicionados por las fuerzas de una democracia representativa de signo liberal, que pronto hizo pactos con gobiernos reaccionarios de los Estados Unidos de América.

Ernesto Che Guevara fue uno de los pocos hombres de Nuestramérica que intentó poner en práctica sus ideas políticas basándose en convicciones profundas de que podía surgir un ser humano distinto, si éramos capaces de construir una nueva convivencia. Pero no llegó a esa conclusión de una manera puramente teórica o premeditada: tuvo que observar muchos fenómenos, hechos, comportamientos y acontecimientos para llegar a conclusiones que fueron producto de un conjunto de convicciones cotejadas con la práctica, lo cual lo llevó a postular sus ideas sobre el socialismo y el comunismo como pocos antes las han expresado. El Che dejó una serie de documentos importantes, apuntes, conferencias, cartas y diarios donde su pensamiento fue madurando hasta adquirir una densidad de primer orden para el pensamiento político de vanguardia en la América Latina.

En esta oportunidad voy a glosar uno de sus textos capitales, El socialismo y el hombre en Cuba (1965) , por considerarlo no sólo uno de los más notables de Guevara, sino porque se ubica en la estirpe de textos fundamentales del pensamiento nuestro, en la línea de La carta de Jamaica de Simón Bolívar; del de José Martí Nuestra América; de La historia me absolverá de Fidel Castro y del Discurso ante la ONU de Hugo Chávez Frías.

El socialismo y el hombre en Cuba contiene ideas expresadas del modo más llano –pero también más elocuente-- que sobre el ideal del socialismo se hayan vertido en América a raíz del triunfo de la Revolución Cubana, pero también acerca del tipo de ser humano y de individuo al que se aspira formar dentro de una nueva sociedad forjada desde las ideas socialistas y comunistas, echando por tierra la falsa idea de que en este nuevo orden de cosas el individuo en sí importa menos que la masa, es decir, que el pueblo en movimiento en el logro de las metas por alcanzar en ese trayecto, se logra mediante la praxis revolucionaria. Es un documento harto conocido; sin embargo, vale la pena hacer nuevos énfasis en algunos de sus aspectos, por considerar que tienen plena vigencia ética y filosófica en los tiempos actuales, al enlazarse con las ideas en el siglo XXI de líderes como Fidel Castro, Hugo Chávez Frías, Lula Da Silva, Rafael Correa, Evo Morales y tantos otros líderes obreros, proletarios y campesinos que han intentado otras vías societarias, interpretadas luego por diversos teóricos y pensadores.

En primer lugar, habría que destacar que se trata de un texto filosófico donde se impone el elemento ético-social. No se trata de una simple utopía, de un modelo estático de sociedad, si no de un texto donde lo central son el hombre y la mujer, el nuevo ser humano por emerger en una sociedad justa y libre. Trataré de desglosar y actualizar aquí sus principales aspectos.

En Cuba en los años 50 del siglo XX, aún estando bajo la dictadura de Fulgencio Batista, en el pueblo cubano existían gérmenes incipientes de socialismo; individuos cansados de soportar injusticias que se agrupaban a discutir sobre las nuevas ideas. Poco a poco fue germinando en ellos la necesidad de una lucha para cambiar el estado de las cosas; comenzaron a reunirse en grupos, en núcleos de discusión y a organizarse para tomar el poder por las armas, observando que mediante elecciones sería imposible. Nació así la idea de una guerra de guerrillas, que prendió pronto entre numerosos grupos. El Che Guevara le llama a esto motor impulsor del movimiento, generador de conciencia revolucionaria y de entusiasmo combativo. Se conforma entonces una vanguardia que crea las condiciones subjetivas necesarias para la victoria. Y esto es posible porque existe un pensamiento proletario unido a un elemento que posibilitó este hecho, es decir, un factor determinante: cada combatiente guerrillero se encuentra guiado por esta idea, movido por ella. No tiene dudas. Una vez que los jefes guerrilleros ya están organizados y se movilizan hacia la Sierra Maestra, la cordillera desde donde esperan bajar a tomar el poder por las armas. Están conscientes de sus peligros, pero seguros de su victoria porque el pueblo los apoya. Han sacrificado sus vidas personales para ello, y están dispuestos a dar el todo por el todo para conseguirlo.

Esta actitud combatiente es precisamente la que define al ser humano del devenir: un sujeto histórico activo. Luego del triunfo de la guerrilla y de la toma por parte de ésta de las principales ciudades cubanas, se estableció un gobierno revolucionario con la participación de algunos miembros de la burguesía anterior: surgieron las contradicciones, con la consecuente renuncia del presidente Urrutia y la asunción de Fidel Castro al poder como Primer Ministro. Aparece entonces el personaje principal de esta gesta: la Masa, de la que Fidel Castro es apenas un vocero. Ello es central para comprender este nuevo proceso: las masas no son corderos manipulados ideológicamente o seres sin rostro definido, sino los actores principales del proceso, que encuentran portavoces en un líder o en varios. La masa no es una suma de seres guiados como borregos, antes bien, el líder se ha ganado su confianza y responde a los deseos del pueblo, para que se cumplan las metas.

Masa y vanguardia

Lo primero que hace esta Masa es participar en un proceso de producción agraria, de recuperación del agro, de la tierra y sus frutos, llamado este proceso de manera genérica Reforma Agraria. Esa misma Masa había pasado por Playa Girón, se había enfrentado a las bandas de la CIA y a la Crisis de Octubre. Además de eso, cumple con las tareas prácticas e inmediatas, con las prioridades del gobierno en cualquier campo: culturales, deportivas, de defensa. Pero hacen falta liderazgos: en este caso Fidel Castro, en las grandes manifestaciones públicas, manifiesta desde el principio todos los errores, las fallas, las equivocaciones pragmáticas cometidas, pero no pierde nunca el entusiasmo. Vivir esta experiencia entre Individuo y Masa es algo diferente, emocionante, cuando un conjunto de individuos se interrelacionan con sus dirigentes: a esto se le dio el nombre de Unidad Dialéctica.

Mientras tanto, los antagonismos y contradicciones se perciben en este proceso, generados por el capitalismo gracias a la Ley del Valor, donde el ser humano está guiado por algo que escapa a su comprensión inmediata, pues se encuentra enajenado a él, es un cordón umbilical que le liga a la sociedad en su conjunto y actúa en todos los aspectos de su vida, como un destino. Las leyes del capitalismo no se perciben sino como algo abstracto, interminable, y nos presenta casos de éxito como los de un gran magnate (Rockefeller en aquel tiempo) y actúa, según Guevara, en el nivel inconsciente del individuo. El Che dice que el tema rebasa su reflexión en este libro, aunque el asunto se extiende en el tiempo y se aplicaría perfectamente en el siglo XXI a presidentes de esta época como Obama o Trump; sobre todo a este último, empresario del espectáculo y de bienes raíces que alcanza la primera magistratura en USA y empieza de inmediato a ejercer su rol de policía del planeta, amenazando a naciones que no están en el rango de sus intereses económicos.

En el apasionante drama –así le llama el Che-- que es la construcción del socialismo lo primero en reconocer en él sería su carácter inacabado, se instalan en su inconsciente las taras capitalistas y es sumamente difícil erradicarlas, sacarlas fuera, y el individuo debe entonces tomar la iniciativa personal de auto-educarse. Es bueno detenerse aquí en este proceso de auto-educación, de cultivarse interiormente a si mismos como individuos es de suprema importancia en todo proceso social: no se queda en la educación formal, primaria, secundaria o universitaria sino que contempla un proceso de educación familiar y comunitaria que se sale de los paradigmas normales de acumulación de información, títulos, diplomados o escalafones sociales que se traducirán en prestigio social, status, premios o éxitos a que nos tiene acostumbrados el capitalismo donde el individuo, cuando es reconocido, se siente por encima de sus semejantes, como ubicado en un trono donde deben rendirle homenajes; tiene que ver con ese culto al individualismo tan conocido que luego deviene en narcisismo o egotismo, mientras los demás quedan en un segundo o tercer nivel. De hecho una sociedad comunal, socialista o comunista es poco posible de construir bajo este tipo de parámetro de triunfadores opuestos a perdedores. Los gobiernos norteamericanos juegan mucho con este tipo de maniqueísmos haciéndolos pasar por valores, cuando en verdad los más importantes son los éticos, donde la rectitud moral y la justicia son los nortes.

Guevara nos dice que debemos superar una educación sistemáticamente orientada al aislamiento del individuo, sino también por el carácter mismo de este período de transición con persistencia en las relaciones mercantiles. La mercancía es la célula económica de la sociedad capitalista, mientras existan sus efectos se harán sentir en la organización de la producción, y por ende, en la conciencia. Aquí entra entonces Carlos Marx y su noción de las contradicciones propias del sistema capitalista y los países que se agregan a él: sus efectos se hacen sentir de modo claro sobre el pueblo y sus respectivas consecuencias de miseria, guerras, accidentes. Entonces surge la "riqueza" de los países capitalistas supuestamente avanzados: la apropiación, la fuga de capitales… los conocidos caminos del interés material, el desarrollo acelerado e inconsciente. En este caso –y aquí surge una de las frases célebres del Che-- no se puede realizar el socialismo con las armas melladas que nos legara el capitalismo: la mercancía, la rentabilidad, el interés material, individual. Entonces volveríamos a fracasar. Surge de nuevo la duda, la confusión. La base económica adaptada ha hecho su trabajo de zapa sobre el desarrollo de la conciencia. Así no se podría construir nunca el comunismo.

El elemento principal para lograr la movilización de las masas es el instrumento moral, más que el estímulo material de naturaleza social. Los estímulos morales se potencian en una sociedad que debería convertirse, a la larga, en una gigantesca escuela. Mientras el capitalismo usa la publicidad y la propaganda y recurre a la fuerza para mantener su sistema, aplaca a las masas contra cualquier otra idea y la aplasta, no es posible luchar contra ella sin adaptarse.

Para todo esto hay que poseer esperanza. Y esta esperanza es la diferencia entre las recompensas de sacrificio que hace la religión después de la muerte, mundos maravíllosos donde los buenos son premiados en la otra vida.

La autoeducación

El otro elemento es la educación directa. Con explicaciones convincentes y sin subterfugios, según el Che se educa a un pueblo a través de un aparato educativo del Estado en función de una cultura general, técnica e ideológica, por medio de organismos tales como el Ministerio de Educación y el aparato de divulgación del Partido. Aquí el partido político juega un papel educativo, y no alienatorio o ideológico. Entonces la masa presiona a quienes no se han educado todavía. Esta es la forma indirecta de educar a las masas. Pero haciendo énfasis en que esta educación es tan importante como la otra, como la que se imparte a través de los Ministerios. Es por ello que el individuo aquí no puede ser pasivo, pues se cerciora de que es depositario de un nuevo poder social y trata de acomodarse a él: tal sería el verdadero punto de inflexión cuando se trata de ajustarse a una nueva situación que aún no existe, no se ha producido pero está tratando de imponerse a todo trance: en este caso el individuo se está auto-educando con un esfuerzo muy grande. Justo aquí está naciendo el hombre nuevo. Aún no ha surgido del todo, pues está la pugna con formas económicas nuevas. Aquí no hay cabida para ambiciones personalistas o auto-satisfacciones solitarias, sino para crear una vinculación con el otro o con los otros, que a su vez se sienten motores del mismo proceso societario, y este proceso debe realizarse pensándose siempre vanguardia, es decir a los hombres como visionarios de un nuevo orden u organización social.

Esta sociedad recibe el nombre, para el Che Guevara, de comunista. Es preciso indicar aquí la demonización a que fue sometido el término comunista a lo largo del siglo XX, como si se tratara de una sociedad de seres indiferenciados, sin rostro, de hombres y mujeres maleables por un partido, como se los suele presentar en los regímenes totalitarios. La ideología del capitalismo (diametralmente opuesta a la del socialismo) usó el término comunista para señalar a una sociedad de entes impersonales, seres humanos que recibían órdenes de líderes autoritarios, dictadores que supuestamente se apoderaban del pensar proletario para usarlos a su antojo teniendo, en este caso, como uno de sus ejemplos a Stalin, una de las figuras que mas perjudicó los procesos socialistas en el mundo, y a la larga propició la caída del comunismo en la Unión Soviética.. La sociedad liberal presentó, a través de su propaganda, a un mundo comunista donde las personas no eran individuos sino meros datos, números o seres a quienes se podía lavar la mente o el cerebro a través de contenidos programáticos, himnos, consignas, ideas predeterminadas por un partido omnipotente y omnipresente. Nada de esto estaba más lejos de las ideas del Che Guevara.

El Che pensaba que, en efecto, el individuo se encontraba frente a un camino lleno de muchas dificultades, y que podía extraviar la ruta o retroceder ante el nuevo mundo que se le presentaba. Escribe: por caminar demasiado aprisa, nos separamos de las masas; en ocasiones por hacerlo lentamente, sentimos el aliento cercano de los que nos pisan los talones. En nuestra ambición de revolucionarios tratamos de caminar tan aprisa como sea posible, abriendo caminos, pero sabemos que tenemos que nutrirnos de la masa y que ésta sólo podrá avanzar más rápido si la alentamos con nuestro ejemplo.

La concepción comunista

Este es uno de los aspectos más delicados de la concepción comunista de lo social, es aquí donde suelen confundirse los términos cuando el término masa se utiliza para designar a un amplio contingente de personas aglutinadas en torno a una idea política que le servirá de bandera y de vanguardia para guiarse, en medio de una nueva concepción de la sociedad. La vanguardia marcha al frente de esa masa; lo cual no quiere decir que sea superior a ella, sólo cumple sus funciones de guía. La vanguardia experimenta un cambio cualitativo que les permite un sacrificio, ejerciendo estímulos constantes en la masa: he ahí la naturaleza del liderazgo en este proceso, según este texto de Guevara que está claramente fundamentado en ideas marxistas acerca de la dictadura del proletariado; ejerciéndose no sólo sobre la clase derrotada sino también, e individualmente, sobre la clase vencedora. Este sacrificio que el Che siempre se exige a si mismo (todo acto revolucionario tiene mucho que ver con una inmolación personal), tiene puntos de contacto con un ingrediente religioso similar al que guió a Jesucristo en su lucha por los pobres de la tierra, e hizo que su cuerpo, una vez ejecutado y sin vida, adquiriera los rasgos de mártir y de símbolo para la lucha de liberación de los pueblos humildes.

Aparecen aquí otros elementos igualmente delicados, como el de la institucionalidad de la Revolución, la cual debe ser consecuencia de esa imagen de las multitudes marchando hacia el futuro (…) un conjunto armónico de canales, escalones, represas y aparatos bien aceitados que permitan esa marcha, que permitan la selección natural a los destinados de caminar en la vanguardia y que adjudiquen el premio y el castigo a los que cumplen o atenten contra la sociedad en construcción.

Para la época en que el Che Guevara publica El socialismo y el hombre en Cuba, la institucionalidad de la Revolución Cubana aún no se ha logrado, pero el socialismo está en plena construcción y está tratando de rechazar los lugares comunes de la democracia burguesa. Pone el ejemplo de las Cámaras Legislativas. Dice que el freno mayor que hemos tenido ha sido el miedo a que cualquier aspecto formal nos separe de las masas y del individuo, nos haga perder de vista la última y más importante ambición revolucionaria, que es ver al hombre liberado de su enajenación. La masa sería, entonces, un conjunto consciente de individuos que luchan por una misma causa. En el socialismo el ser humano está más completo, se hace sentir en su expresión y en el aparato social. Es participativo, consciente. Se siente ligado a una necesidad técnica e ideológica, procesos que son paralelos e interdependientes. En esto ve el Che que existe una conciencia total de su ser social, lo que equivale a su realización plena como criatura humana, rotas las cadenas de la enajenación.

Aparece aquí entonces otro de los aspectos notables de este texto, cuando Guevara afirma que la realización concreta de esta liberación se traduce en la reapropiación de la naturaleza a través del trabajo, y que la expresión de su propia condición humana se produce mediante la cultura y el arte. Es decir, la cultura y el arte son los productos del trabajo del hombre libre, de un nombre nuevo. El trabajo debe existir bajo una nueva condición: desaparece el hombre-mercancía. Los medios de producción pertenecen a la sociedad y la máquina es sólo una trinchera, un instrumento, ésta no puede sustituir al ser humano. El trabajo no está ahí para satisfacer necesidades primarias solamente, como en el caso de los animales. Más bien es lo contrario: el hombre se ve en su obra creada, cumplida. Su trabajo no está ahí para ser vendido, sino que aparece como un aporte a la vida común. Ha cumplido su deber.

Esta noción de deber social proviene del marxismo: del trabajo voluntario por un lado y por el otro cuando desaparece la compulsión de vender su trabajo como mercancía. Guevara es explícito en esto. No abunda mucho en ejemplos sobre arte y cultura, pese a que él mismo siempre tuvo algo de poeta (oírle diciendo los versos de César Vallejo en Los heraldos negros es sencillamente conmovedor) y de personaje romántico que persigue un ideal social contra viento y marea, como lo hicieron en su momento Francisco de Miranda y Simón Bolívar, dos venezolanos que inspirarían las causas de una América Unida (La Gran Colombia, la Nueva Granada) en escritores de enorme talla moral como José Martí, uno de los pilares de la Revolución Cubana.

De seguidas, pone ejemplos de algunas ideas de Fidel Castro en cuanto a trabajo coercitivo, obligado, bajo presión, lo que llama el líder cubano compulsión moral, pues el hombre aún no ha logrado con su trabajo satisfacción espiritual por su obra cumplida, aún siente presión del medio social. En el comunismo esta presión no debe sentirse sino como un deber. Pero estos cambios no son automáticos. Todo acaece lentamente. Se retrocede, se avanza, todo se hace difícil.

La audacia intelectual

Guevara admite que para aquel momento –1965-- todavía andamos en pañales en cuanto a desarrollo de una teoría filosófica que nos sustente. En esa construcción del hombre nuevo debe existir otra mirada hacia la técnica y la ciencia, y en América Latina --especialmente en Cuba-- se ha dado tanta importancia a la medicina, por ejemplo, y al arte y la cultura, que éstos fungen aquí como elementos liberadores de la enajenación: el hombre resucita en su creación espiritual, pero no debe incurrir en el error de refugiarse a solas en ella o en la naturaleza, no debe pretender permanecer puro, inmaculado. En esto ve el Che un escape, una fuga. El Che sólo considera aquí los aspectos sociales pero no los espirituales, y convierte sus afirmaciones en controvertibles. Las páginas siguientes en este texto son quizá las más discutibles, se sumergen en asuntos ciertamente complejos y hasta contradictorios a los que Guevara no da respuestas convincentes, incurriendo en simplismos, en ideas cercanas a las del realismo social. "Investigación artística", "idealismo burgués", "arte de la denuncia" son algunas de las expresiones usadas sin suerte. Las rutas estaban trazadas y "el sentido del concepto fuga se escondió tras la palabra libertad". Las ideas del Che no están muy claras aquí. Divaga por momentos, a mi entender. Sin embargo, alcanza a hacer una crítica a ese realismo que pretende calcar la naturaleza haciendo representaciones mecánicas de una realidad que se quería ver, una sociedad ideal sin conflictos ni contradicciones. En los objetivos de educar al pueblo, las ideas del Che son quizá limitadas, pues el arte no está ahí para reproducir la realidad, ni llevar a cabo los corolarios de una determinada ideología. La audacia intelectual, la llama el Che, no es una representación mecánica de la realidad social, una sociedad sin conflictos ni contradicciones, que tiende más a la idea de una utopía estática. Se necesitaría entonces de esa audacia intelectual para construir un hombre nuevo por otros métodos. Principalmente, por la urgencia de construir una nueva realidad material que absorbe casi todo. La autoridad revolucionaria es también artística, digámoslo así, y tiene una tarea enorme; educar al pueblo.

El arte decadente del siglo XX

Tendremos que poner énfasis en la investigación. La cultura del capitalismo ya está en decadencia: "arte decadente del siglo XX" dice el Che "donde se transparenta la angustia del hombre enajenado". Escribe el Che que el capitalismo en cultura ha dado todo de si, y no queda de él si no el anuncio de un cadáver maloliente. Tampoco está de acuerdo en el fondo con el realismo socialista. Entonces el arte aparecería cuando aparezca el hombre nuevo y no desde un realismo a ultranza, retornando al pasado. Habla el Che de crear un mecanismo ideológico-cultural que permita la investigación, que desbroce la mala hierba y abone el terreno para el hombre nuevo, quien tampoco debería inspirarse en las ideas del siglo XIX ni en las creaciones morbosas y decadentes del siglo XX, y anota convencido:

Las probabilidades de que surjan artistas excepcionales serán tanto mayores cuanto más se haya ensanchado el campo de la cultura y la posibilidad de expresión, nuestra tarea consiste en impedir que la generación actual, dislocada por sus conflictos, se pervierta y pervierta a las nuevas. No debemos crear asalariados dóciles al pensamiento oficial ni becarios que vivan al amparo del presupuesto, ejerciendo una libertad entre comillas. Ya vendrán los revolucionarios que entonen el canto del hombre nuevo con la auténtica voz del pueblo. Es un proceso que requiere tiempo.

Existe entonces para el Che un decadentismo del siglo XX, una idea bastante original, creo, al menos desde el punto de vista estético. Recordemos que del decadentismo del XIX surgió la idea –o la imagen—del dandy, del intelectual pleno de ingenio, elegante y culto, que hace frases geniales, con una imagen que pudiera estar compartida entre escritores como Charles Baudelaire y Oscar Wilde, quienes usan los símbolos de la cultura popular y la llevan a un refinamiento exquisito. Considero que lo moderno se nutre fundamentalmente de la cultura mundana, de la calle, lo contrario de la burguesa, que se nutre del claustro, del encierro, de la élite que se piensa más elevada o profunda. Baudelaire y Wilde fueron dandis callejeros y mundanos, polémicos, agitadores, no unos conformistas burgueses metidos en claustros y círculos. Cuando el Che dice que la reacción contra el hombre del siglo XIX nos ha traído la reincidencia en el decadentismo del siglo XX nos advierte del error que hay que superar, aunque abra el cauce al revisionismo. Tiene fe el Che en que si en el presente se lucha, tendremos un futuro. Y ese "pecado original" (la expresión precisamente, está tomada de la religión) de algunos intelectuales es justo el de no ser "auténticamente revolucionarios". Sobre estos temas escribió extensamente León Trotsky, quien diferenció muy bien las obras acerca de la revolución de las del arte en la revolución, aclarando que no debe confundirse aquel arte que refleja las contradicciones de la literatura en períodos de transición, con un arte socialista para el que no se han creado todavía fundamentos, surgidos de esas transiciones, si tenemos en cuenta, como desea el Che Guevara, que en el seno de una revolución socialista demos el salto desde el reino de la necesidad al reino de la libertad, siempre y cuando uno de los fundamentos de ese socialismo sea la solidaridad.

Las masas hacen la historia

En medio de este proceso, el Che considera que de la juventud puede surgir el Hombre Nuevo. Debemos completar esta educación nueva desde su integración al trabajo y al estudio. El trabajo es un instrumento de la educación, no un castigo.

Por otra parte, el Partido es una organización de vanguardia, no burocrática. Debe crear cuadros de masas, pero estas masas deben haber alcanzado el nivel de desarrollo de la vanguardia, cuando estén educados para el comunismo. El trabajo es para ello. La tarea revolucionaria es llegar a las masas para exterminar con las lacras del pasado y del imperialismo.

De seguidas, el Che Guevara entra en el terreno de la personalidad, en el hombre como individuo dirigente de masas, pues las masas son las que al fin hacen la historia como productos de la experiencia, no de una receta. Dice el Che que en el contexto de la Revolución Cubana sus dirigentes cumplieron un papel fundamental porque las masas tuvieron fe en ellos y supieron interpretar sus anhelos. No se trataba simplemente de seguir a su líder, Fidel Castro. Se trata, dice el Che, de que el individuo se sienta pleno, con riqueza interior, con responsabilidad. Primero, porque los dirigentes han conocido el sacrificio. Así, Cuba se transforma en la vanguardia de América justamente por ello, porque indica a las masas de América Latina el camino de la libertad plena. El Che es claro cuando expone el tema no en términos cuantitativos (de cuantos kilogramos de carne se comen al mes, por ejemplo) sino de que el individuo se sienta más pleno, con mayor responsabilidad y riqueza interior. Tiene que ser de por sí una revolución de vanguardia por ello mismo, porque un revolucionario está guiado por grandes sentimientos de amor, una persona que debe unir a un espíritu apasionado una mente fría para tomar decisiones sin mirar hacia atrás, en el fondo el revolucionario cabal idealiza su amor a los pueblos. Todo ello sin caer en los extremos dogmáticos, ni en aislamientos. El amor debe transformarse en hechos concretos.

El internacionalismo

Luego, el Che asoma la idea del internacionalismo proletario para otorgarle a su lucha otra dimensión, para que no se estanque, para que el imperialismo no gane terreno. Ese internacionalismo es una necesidad en la educación del pueblo, sin que las minucias de carencias de su vida familiar o personal lo debiliten, por ejemplo si en su propia familia hay carencias, nada de ello debe debilitarlo en su ideal mayor. La libertad, el fin mayor, debe imponerse sobre la necesidad, mal pasajero. Dice que el revolucionario debe tener plena conciencia como instrumento de lucha, con muchos sacrificios por delante, con fe en el futuro.

El camino no es nada fácil, ya lo sabemos. Constituir una vanguardia requiere de esfuerzos y sacrificios. En aquel momento en el que el Che escribe, Cuba y su pueblo están a la cabeza de América y en plena construcción de ese Hombre Nuevo, consciente y satisfecho de haber cumplido. Y viendo cómo puede surgir un nuevo hombre en el horizonte de la historia. Las conclusiones a las que arriba el Che aún vibran en nuestros oídos. El andamiaje ("el esqueleto", le llama el Che) de la libertad está montado: debemos llenarlo con sustancia; la libertad requiere de sacrificios, pero sacrificios conscientes pagados por esa libertad que estamos construyendo; para ello debemos crear una nueva técnica (aquí la técnica sería una ciencia humanista, que de al traste con la tecnocracia informática y bélica enseñoreada ahora en el planeta). También la movilización debe ser permanente, sin tregua, y se construiría mediante un sacrificio (sacrificio que se asemeja a un esfuerzo casi sobrehumano) consciente, pues la libertad no se hace por si misma, no nace como algo espontáneo (buena parte de la asfixia histórica que sentimos viene dada por la represión ideológica de la historia, agrego) sino que debe construirse, aún a costa de sangre.

La libertad no está a la vuelta de la esquina, y estaba para el Che Guevara, no en el siglo XX si no en el XXI, él tenía esa esperanza, pues debíamos estar más maduros y pacientes en este tiempo, como lo mostramos a principios del siglo cuando arribó al poder Hugo Chávez Frías en Venezuela, hermanado con las ideas vanguardistas de Fidel Castro, para dar forma a otros modelos de convivencia internacional que fueran más allá de los dictámenes financieros del Banco Mundial o del FMI. La movilización humana en varios de los países hermanos en la primera década del siglo XXI como Argentina (Kirchner, Fernández), Brasil (Da Silva, Rouseff), Bolivia (Morales), Nicaragua (Ortega), Ecuador (Correa), Cuba (Castro), Uruguay (Mujica), podía direccionar esfuerzos para crear una conciencia socialista en nuestro continente, que encarnara las virtudes y las aspiraciones del pueblo, sin separarse de esa ruta conducida por los mejores de la vanguardia, formada mayormente por jóvenes depositarios de nuestras esperanzas, listos a izar las banderas del triunfo. A mediados de la segunda década de este siglo se produjo una regresión hacia una restauración neoliberal en varios de nuestros países como en Argentina (Macri), Ecuador (Moreno), Brasil (Temer, Bolsonaro), Colombia (Uribe, Santos, Duque) y Perú (Fujimori, Toledo, García, Kusinsky), Chile (Pinochet, Piñera, Bachelet) lamentablemente el estado liberal burgués encarnado en estos presidentes defensores de oligarquías y plutocracias nacionales, se han enquistado gracias a los rentables negocios de la guerra y la droga, la privatización de los servicios y bienes públicos, hasta conformar narco-estados, que justo en estos últimos meses (del año 2019) comienzan a hacer aguas, como en el recién fracasado gobierno de Macri en Argentina, las revueltas en Chile y Colombia vuelven a poner en la escena internacional la necesidad de un cambio profundo en tales sistemas de gobierno. A otros países como Puerto Rico y Panamá no es necesario aludir de manera especial, pues se trata de simples apéndices o protectorados de los Estados Unidos, cuyas economías se manejan a través de empréstitos impagables del FMI. Pese a todo esto hay que continuar dando la batalla en las ideas, en la praxis, en la organización popular, sin desmayo.

Los hombres del siglo XXI seríamos los Hombres Nuevos, esa era la esperanza del Che Guevara. Los pueblos de América Latina estamos despertando otra vez, prestos a escribir otra historia. No defraudemos entonces a este gran hombre y visionario.



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Gabriel Jiménez Emán

Poeta, novelista, compilador, ensayista, investigador, traductor, antologista

 gjimenezeman@gmail.com

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