La Unión Europea agudizó su crisis con la pandemia. Actualmente se encuentra en medio de una prolongada discusión sobre los pasos a dar en el futuro inmediato. Luego de expresar marcadas diferencias, el 23 de abril consensuaron crear un fondo de recuperación (1), postergando la definición sobre: el monto a comprometer, su financiación y la forma de acceso.
Habían anunciado que el 6 de mayo presentarían un plan concreto, pero no sucedió. Entre tanto, arreciaron las dudas sobre la veracidad de las promesas de la presidenta de la Comisión Europea (CE), Úrsula Von del Leyen, sobre las ayudas de "como mínimo" un billón de euros. Encima, el Tribunal Constitucional alemán cuestionó la participación del Bundesbank en el programa de compras de deuda del Banco Central Europeo (BCE), arrojando un manto de incertidumbre sobre el futuro común europeo.
Sin embargo, el 19 de mayo, hubo un "giro" (2) : en una comparecencia común la canciller Angela Merkel y el presidente Emmanuel Macron, anunciaron un acuerdo para comprometer 500.000 millones de euros al fondo de recuperación. En este relanzamiento de las deterioradas relaciones políticas entre Alemania y Francia, también dijeron que el aporte se vehiculizará bajo la forma de transferencias presupuestarias, priorizando a las regiones más afectadas por la pandemia, más endeudadas y con nivel de desarrollo e ingresos más bajos. Como requisito se esbozó la obligación de instrumentar "políticas económicas sanas y un programa de reformas ambiciosas". Es imposible soslayar que, en el pasado, las formulaciones similares se tradujeron en recortes a la salud, reformas laborales reaccionarias y pérdida de conquistas sociales.
De concretarse, sería la primera vez que se aprueba financiar gastos propios de los estados miembros con deuda común de la UE, anclada en el presupuesto comunitario y la financiación con emisión de bonos. El movimiento está en sintonía con las aspiraciones de la CE de "encontrar un equilibrio entre créditos e inversiones a fondo perdido", aunque ésta ha alertado que su propuesta final no será un "copiar y pegar" del plan francoalemán. Países como Italia y España tomaron la noticia con agrado. No así Holanda, Austria, Dinamarca y Suecia, que están preparando una contrapropuesta para presentar a la CE antes que el plan oficial vea la luz. El primer ministro holandés, Mark Rutte, expresó claramente su objetivo: "Si formulas una petición de ayuda, debes hacer reformas de gran envergadura".
No hay que depositar falsas expectativas en las propuestas francoalemana, de los países frugales, ni de la CE, todos están de acuerdo en poner condiciones de ajuste. Lo que debaten es el grado y la forma en que se aplicará. La CE adelantó que no pedirá ajustes hasta fin de año, ya que en noviembre evaluará si vuelve a aplicar las normas de "austeridad", relajadas para permitir a los Estados aumentar el gasto ante la pandemia. Y, si no encuentra condiciones de ajustar en ese momento, lo hará en la primavera del próximo año, cuando emita nuevas recomendaciones. Ya con poco margen para seguir "haciendo tiempo" la CE reprogramó las precisiones para el 27 de mayo. Sea como sea, la troika podrá cambiarse el traje negro que lució en la crisis griega, pero no alterará su esencia: intentará que la crisis la pague el pueblo trabajador con más ajuste.
Con los desaciertos políticos y económicos, el misil del Brexit y la falta de una respuesta común a la pandemia, la imagen de la UE quedó por el piso y su unidad se puso más en duda que nunca. Por eso, pretenderán atenuar la crisis y evitar la división conformando a todos sus miembros, aunque tengan posiciones disímiles. Un nuevo traspié dejaría a los "europeístas" que la comandan debilitados ante los "euroescépticos" de derecha que acechan a los gobiernos de cada país.
Cuando se determinen los fondos y su canalización, seguramente, una parte se destinará a paliativos sociales, debido a que han empeorado las condiciones de vida de las grandes mayorías y a otro elemento; los poderosos de Europa no quieren que se repita y se multiplique lo que vieron con pánico en Francia con los "chalecos amarillos" y en otros países que protagonizaron rebeliones, huelgas y luchas contra las consecuencias de la explotación capitalista. Pero la mayor parte de los recursos se destinará a salvar la economía capitalista europea en crisis y las ganancias patronales. De antemano, los burgueses son los que más expectativas depositan en el paquete ya que se saben sus principales destinatarios, cuentan con el visto bueno de la UE para recapitalizar con dinero público la estructura de las grandes empresas afectadas.
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En todas las variantes, más allá de las promesas, las maniobras y las lavadas de cara, la UE es un bloque imperialista al servicio de un puñado de privilegiados y el capitalismo es un sistema explotador e injusto. En esta etapa del capitalismo no están planteadas ayudas que impliquen una recuperación real de la producción ya que domina la especulación financiera por lo cual, de una u otra forma, el dinero volverá al circuito que provoca las crisis cíclicas. No hay que tener ninguna expectativa en que haya algo similar a un "Plan Marshall", ni una recuperación sostenida. La única posibilidad para recuperar el empleo, los salarios y lograr condiciones dignas de vida vendrá de la mano de la movilización, de la lucha y de la construcción de una alternativa política que pelee por un modelo distinto: el socialismo con democracia, como proponemos desde la Liga Internacional Socialista (3).
1 http://soles.org.es/2020/05/07/la-ue-y-el-capitalismo-no-tienen-arreglo/