1. Triunfa China, fracasa Washington
Después de seis meses de lucha contra la pandemia del Covid-19 hay dos experiencias globales que destacan: el extraordinario éxito de China contra la pandemia y el catastrófico fracaso del gobierno estadounidense frente a la epidemia global.
La abismal diferencia de eficacia entre la política de Beijing y Washington se manifiesta de manera atroz en las vidas humanas perdidas. En la Unión Americana han fallecido 95,000 personas; en China, alrededor de 4,630. Tomando en cuenta, que la población de China es cuatro veces mayor que la de Estados Unidos, resulta que los fallecimientos en Estados Unidos con relación a su población total son 80 veces mayores que en China. Dicho de otra manera, si la Unión Americana hubiera tenido la misma relación de fallecimientos que en China, sólo unas 1,150 personas hubieran muerto en el país más rico del mundo.
2. Obama explica el desastre de Trump
Muchos analistas occidentales han tratado de explicar la abismal diferencia en el número de muertos entre ambos países. Sin embargo, fue el ex presidente de Estados Unidos, Barack Obama, quién ha sido más certero y sintético en su diagnóstico. Basado en su caudal de experiencia internacional y su indudable inteligencia subjetiva, Obama ha entendido, que la esencia del desastre de la Casa Blanca radica en la cultura. Para ser más preciso: en la falta de cultura de Trump.
En palabras de Obama: la política de Trump es "egoísta, tribal, divide y ve a otros como enemigos": selfish, being tribal, being divided and seeing others as an enemy. Es la incultura de Trump, cuyo software carece de tres aplicaciones fundamentales de la política --soft power, hegemonía y algoritmos-- que ha convertido el manejo estadounidense de la pandemia en un "desastre caótico total": an absolute chaotic disaster.
Pero, si la cultura es el quehacer de las bellas artes, el l'art pour l'art, ¿cómo pudo producir una hecatombe de más de 90 mil muertos bajo la gobernanza de Trump?
3. Cultura, el algoritmo imprescindible
El diagnóstico de Obama es correcto, si entendemos el concepto de "cultura" a profundidad, no en su significado trivial mediático o su falsa solemnidad gran burguesa o aristocrática. Entendida científicamente, la cultura es, junto con la economía, la política y lo militar, una de las cuatro relaciones sociales básicas y de poder, que constituyen la sociedad humana. Su "misión" en el macrosistema sociedad-estado es doble: garantizar la integración y optimización sinérgica de la gran complejidad y de los innumerables eventos del sistema, mediante el conjunto de lenguajes analíticos, normativos, emocionales y simbólicos, disponibles. En este sentido, la función de la cultura es comparable, mutatis mutandis, a la función del sistema operativo en una computadora que integra de manera consistente todos los elementos de hardware, energía y aplicaciones en un milagro de productividad y eficacia humana.
4. Lobotomía cultural de las clases sociales subordinadas
Siendo la cultura un extraordinario (meta-) software para el control (o la emancipación) de las mentes y un algoritmo vital para la administración eficaz de los gigantescos Estados nacionales modernos, no sorprende que las clases dominantes del capitalismo moderno utilicen todo su poder científico y estético para imposibilitar el desarrollo de una cultura científica-ética autónoma de las masas. El método que requieren la explotación y dominación de sus sociedades clasistas es la lobotomía cultural de las clases sociales subordinadas.
5. Ocho métodos de lobotomía socio-cultural
Ocho estratagemas culturales manipulativas sirven actualmente para este fin: manufacture of consent; perception management; truth decay; social identity theory; fake news; el ahogo mental del receptor con torrentes de datos irrelevantes y trivia; el rancio opio monoteísta del pasado (catolicismo, islam, judaísmo) y el nuevo "opio de los pueblos" desculturizados, el oscurantismo evangélico.
La combinación de estos softwares, aplicada sobre la base tecnológica digital contemporánea, liquida el atractor humanístico que dominaba la política global desde la Ilustración europea. Conciencia, justicia, emancipación, revolución, ya no son vectores que orientan el quehacer de las masas. Su lugar es ocupado por un algoritmo, cuya esencia no es la optimización de esos valores y la transformación social necesaria para alcanzarlos, sino la exhibición narcisista de datos personales en las arenas del autoerotismo mercantil global (facebook, twitter), carentes de importancia objetiva y decisiones razonadas. La base objetiva de esta desculturación perfecta al servicio de las élites capitalistas es doble: las nuevas fuerzas productivas del ciberespacio y las clases medias, baluartes de la democracia liberal.
6. Xi Jinping, Merkel, Putin
Presidentes con cultura, en el sentido científico, es decir, la capacidad de entender, jerarquizar y optimizar los movimientos dialecticos objetivos de la realidad hay muy pocos actualmente. Xi Jinping, Putin y Angela Merkel son posiblemente los únicos que cumplirían con los requisitos respectivos.
Xi es ingeniero químico, una ciencia multidisciplinaria que utiliza los principios de química, física, matemáticas, biología y economía, para resolver problemas empíricos desde la nano escala hasta las macro escalas. Durante la Revolución cultural de Mao vivió años entre campesinos en extrema pobreza. Ambas experiencias formativas, junto con un doctorado en leyes, se reflejan en su praxis política actual. Angela Merkel también estudio en el ámbito multidisciplinario de los transition sciences, haciendo su doctorado en la Alemania socialista en la química-física cuántica, con experiencia política en la juventud socialista. La diferencia cultural y de vida entre ambos presidentes y los charlatanes populistas como Trump, Maduro o Bolsonaro, no podría ser más dramática, que la que indican esos parámetros curriculares.
7. Presidentes y gabinetes bonsái
La característica funcional determinante de los presidentes culturales para cumplir con su mandato popular consiste en que reúnen en sus gabinetes personajes destacados que garantizan una óptima realización de la función pública, para la cual fueron elegidos. El paradigma clásico de esas vanguardias dialécticas culturales en América Latina fue Fidel Castro: consumado científico, político y revolucionario.
La antítesis de Fidel y Hugo Chávez son los presidentes incultos, mentirosos y sin dialéctica, como Trump y Bolsonaro. Estos juegan en una liga inferior, en la cual el meta-sistema de conducción política (la cultura) no tiene importancia. Su característica definitoria son los gabinetes bonsái: llenos de plantas que no les hacen sombra.
No se puede exigir, que en su tiempo libre lean el Tractatus Logico-Philosophicus de Wittgenstein, en lugar de jugar golf, o que sepan lo que es un algoritmo. Tal conocimiento no se espera de mentes profundamente ancladas en el social darwinismo primitivo, el tribalismo arcaico y el fundamentalismo evangélico. Sin embargo, se paga un precio. En este caso, 94,000 cadáveres, que son la evidencia forense de que la hipótesis de Obama es cierta. Formulada como correlación estadística: A mayor incultura y oscurantismo del presidente, mayor absolute chaotic disaster en el sistema social-Estado.
8. Trump: It´s the culture, stupid
Sin la cultura, el macrosistema sociedad-estado se vuelve desorganizado –en palabras de Obama "caótico"-- y la eficacia de la función pública se torna marginal. Esta es la principal razón de las divergentes tasas de fatalidad en China y Estados Unidos. De hecho, el caos y la corrupción en la función pública estadounidense ya son de tal grado, que la Casa Blanca se muestra incapaz de organizar su propia logística diagnóstica. Investigadores de la Universidad de Nueva York (NYU) acaban de constatar que el diagnóstico rápido usado en la Casa Blanca (marca Abbott) falla a identificar hasta el 48% de las infecciones.
Parafraseando el eslogan de la campaña electoral de Clinton, It´s the economy stupid, habría que colocar un letrero en la entrada de la Casa Blanca, que reza: It´s the culture, stupid. Lo trágico es que no se ve un antídoto eficaz real en la escena. Para la elección de noviembre, Washington deja escoger entre Dangerous Donald (H. Clinton dixit), un caótico "narcisista megalómano" en palabras de Noam Chomsky, y un gerontócrato, que Trump llama sleepy Joe Biden. Una atrofia democrática a cero que sucede, cuando la élite corporativa monopoliza el poder determinante de las cuatro relaciones humanas, convirtiendo a la política y la cultura en zombis de la plutocracia.
9. El algoritmo esencial de la transformación social
La superioridad de la cultura china sobre el software unidimensional de la iletrada Casa Blanca se deriva de su espíritu dialéctico, formulado hace miles de años por Confucio, Lao-Tse, Gautama Buda (el Iluminado) y Sun Tzu, entre otros. En palabras de Confucio, escritas hace 2,500 años: Lo nuevo debe ser el producto de la unificación sobre la diversidad; no erigirse sobre la destrucción de la diversidad, como sucedió en la conquista europea de América.
Este sofisticado algoritmo de transformación socio-política, que en la filosofía occidental se encuentra en la categoría dialektische Aufhebung (superación dialéctica) de Hegel, Marx y del socialismo científico, permea el pensamiento y la praxis de la vanguardia china, a diferencia del positivismo vulgar, mercantil y chovinista, que domina la Weltanschauung y el pragmatismo imperialista de la clase política estadunidense actual. El compromiso público del presidente Xi de tratar cualquier vacuna china contra el coronavirus como "un bien público global", a "global public good", y los intentos criminales de Trump de monopolizar una primera vacuna para su proyecto socialdarwinista "America first", ilustran el abismo cultural-político y el carácter de clase entre el Socialismo con características chinas y el capitalismo del "nacionalismo imperial" de Washington.
10. Guerra contra China
"Estamos en guerra, no se equivoquen al respecto. Los chinos desataron un virus sobre el mundo", dice el poderoso director de la Oficina de Política de Comercio y Manufactura de la Casa Blanca, y asistente de Donald Trump, Peter Navarro, en la televisión imperialista y agrega, que China debe a los Estados Unidos "alguna forma de daño compensatorio" después de la pandemia. Intentos de legisladores republicanos de imponer leyes respectivas y de empresas privadas y de formar una alianza internacional contra China están avanzando.
A la clase política chovinista e inculta del Imperio ya se le ha olvidado que ha perdido cuatro guerras en Asia: en China, Corea, Vietnam y Afganistán. Y que no tiene ninguna posibilidad de prevalecer ahora con su primitiva cultura mercantilista-tribal sobre la sofisticada cultura y el poder real de China, en alianza estratégica con Rusia.
11. El Tigre y los Perros
No se puede esperar que esa power elite (C.W. Mills) haya entendido el Arte de la Guerra de Sun Tzu o la antigua sapiencia china que reza: "Buda de barro que cruza el río no puede garantizar su propia seguridad". O, también: "Cuando los tigres llegan a la llanura (lejos de su montaña), hasta los perros se atreven a afrentarlos": 虎落平阳被犬欺, hǔ luó píngyáng béi quǎn qī.
Ojalá, que los analfabetos culturales de la Casa Blanca escuchen a Obama, antes de embarcarse en una guerra contra China, que no podrán ganar jamás. Pero, que puede llevar la humanidad al apocalipsis.