En los muros de Medellín, un cartel de 750 metros cuadrados denuncia: “Nos están matando”. Y esa es la realidad que vive toda Colombia al registrarse 64 masacres masivas, 17 en el mes de septiembre, con alrededor de 250 asesinados y violentas represiones de policía y el ejército en las ciudades contra estudiantes y obreros que protestan por la nefasta política del régimen de Iván Duque.
A esto su suman las cotidianas matanzas selectivas que desde la firma de los acuerdos de Paz en 2016, (violados por Bogotá) han sido asesinados 965 líderes sociales y 232 ex guerrilleros desmovilizados de las FARC.
El incremento de los homicidios han ocurrido en el Cauca, Putumayo, Antioquia, Nariño, Tumaco, Buenaventura, Chocó, Catabumbo y otros poblados.
El mensaje pintado en el espacioso mural de Medellín, realizado por 80 artistas, fotógrafos, propiciadores culturales y amantes del graffiti de esa ciudad, demuestra la terrible situación que vive el pueblo de la nación sudamericana.
Tras el asesinato del abogado Javier Ordoñez a manos de la policía, se han sucedido numerosas protestas y paros nacionales los que han sido reprimidos con balas de guerra, gases lacrimógenos y chorros de agua con saldo de una veintena de muertos, más de un centenar de heridos y numerosos detenidos.
Colombia aparece como el segundo país más desigual de América Latina, donde el hambre y la miseria junto a los altos índices de criminalidad y difícil acceso a la educación y a la salud son hechos cotidianos para la mayoría de la población.
Pese a ser uno de los principales aliados de Estados Unidos en la región, el dinero que le entrega la Casa Blanca va destinado al sector militar, a llenar los bolsillos de los funcionarios y no a resolver las necesidades de millones de ciudadanos pobres.
Esa es la democracia que trató de defender con palabras grandilocuentes Iván Duque ante la Asamblea virtual de Naciones Unidas que sesiona en este mes de septiembre.
A Colombia las últimas administraciones norteamericanas y en especial la actual presidida por el magnate Donald Trump le han asignado la tarea de ser el principal actor contra la República Bolivariana de Venezuela, y funciona como base logística y de agresión armada contra Caracas que ha decidido defender su independencia y se ha negado a instaurar un sistema neoliberal como exige Washington para la región.
En suelo colombiano están establecidas siete bases norteamericanas que cuentan con gran poder militar ubicadas en Apiay, Malambo, Cartagena, Palenguero, Tulemaida, Larandida y Bahía Málaga.
El incumplimiento de los Acuerdos de Paz, el descontrol sobre vastos territorios del país junto a la proliferación de grupos paramilitares y bandas de narcotraficantes hacen de Colombia una nación sumamente agresiva y peligrosa.
Para redondear esa terrible realidad, según el informe anual sobre narcóticos que realiza la Organización de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), informó que más del 70 % de la cocaína que se consume en el mundo es producida por Colombia.
La jefa de investigación de la UNOCD, Angela Me, presentó un detallado informe sobre la producción y consumo de estupefacientes alrededor del mundo, que refleja un incremento en la producción mundial de drogas y en las muertes asociadas a su consumo.
El dato relevante es que esa nación sudamericana produce el 70 % de la cocaína que se consume en el mundo, mientras que Estados Unidos es, nuevamente, el mayor consumidor, lo que echa por tierra la campaña desinformativa sobre la producción de drogas en Venezuela que lanzan a diario los medios de Estados Unidos y Colombia.
Se calcula que cerca de 450 000 familias están en las zonas de producción, sin ningún tipo de alternativa a la siembra ilegal, bajo amenaza constante de grupos mafiosos quienes se benefician con la producción y la venta de droga.
Y pese a todas esas represiones, calamidades, pobreza y tráfico de drogas que están presentes en el accionar del fallido Estado colombiano, Iván Duque, con desfachatez e impudicia, arremetió en el foro de Naciones Unidas, contra Venezuela al catalogar a ese gobierno de “dictadura”, siguiendo el patrón que le ordenaron desde la Casa Blanca.
Sus palabras ante la Asamblea demostraron una vez más que Colombia se ha convertido desde hace varios años en el satélite de Estados Unidos. Triste papel de la dictadura narcocolombiana.