Chile a prepararse, los cambios son inevitables

Vuelven a soplar vientos de cambio en América Latina. Es indetenible el masivo rechazo a los agotados sistemas de dominación, donde los valores fundamentales del ser humano son violentamente pisoteados en aras del poder económico transnacional y local.

Sin ser adivinadora ni especialista en Ciencias Ocultas, puedo decirles que los días de Chile, Ecuador, Brasil y Colombia están contados. Es inevitable lo que ha de venir, por una u otra vía. Por largo tiempo, estos países han sido usados como conejillos de indias para los más crueles experimentos económicos y sociales, donde el hambre, la pobreza, la injusticia y la total exclusión es el denominador común.

Si lo anterior es un denominador común en esos países, la grave crisis de representatividad es otro. Con que facilidad se califica a cualquier país como forajido o fallido; pero no ven la viga en el ojo de Chile, Ecuador, Brasil y Colombia, en donde la salida que le plantean a sus pueblos es más y más pobreza y desamparo para las grandes mayorías, así como más y más riqueza para una minoría. La brecha de la desigualdad es tan grande y tan grosera, que los estudiosos no entienden como esos pueblos la han soportado por tanto tiempo.

En Chile, reconocido por tener la economía más pujante del continente, hay un profundo descontento con el modelo neoliberal y las terribles consecuencias para los que no forman parte de la élite económica. Es un país que durante mucho tiempo ha sido considerado un claro ejemplo de estabilidad económica y política en la región. Pero el crecimiento económico por si solo no ha sido suficiente, no es ni será jamás una fórmula mágica.

En los últimos 20 años, la economía chilena ha crecido a un promedio anual del 5,1%; sin embargo, se encuentra entre los 15 países más desiguales del mundo, con los costos de la matrícula universitaria más elevados a nivel mundial, junto con otros dos países.

Las protestas y las muestras de violencia colectiva de la sociedad chilena, son un claro rechazo al gobierno y a los partidos políticos. La incorporación de importantes y diversos sectores del pueblo chileno a las protestas y a las concentraciones en las principales ciudades, ha legitimado dichas protestas; mientras que se han deslegitimizado todos los interlocutores elegidos con el voto popular.

El pueblo chileno no se siente representado por el gobierno, rechaza los paños calientes y está decidido, al costo que sea, a iniciar un cambio. No puede más con la Constitución de Pinochet, la cual ha sido intocable por todos los gobiernos, desde la salida del dictador hasta la actual gestión del presidente S. Piñera. Asimismo, el pueblo chileno rechaza a la oposición, representada por la Concertación y la Alianza, las cuales no tienen en lo absoluto poder de convocatoria. Esa oposición fue totalmente desconocida y desbordada por el pueblo. En una encuesta reciente, apenas el 17% la reconoce. En pocas palabras, no cree en el gobierno ni en los partidos políticos. No quiere saber nada de sus prácticas políticas.

La gota que rebozó el vaso, fue la desafortunada alocución del presidente S. Piñera el 20 de Octubre del año pasado, cuando claramente dijo "Que estaba en guerra contra el pueblo". Declaró además, un estado de emergencia, impuso toques de queda y ordenó a las fuerzas armadas restablecer el orden. Obviamente, el pueblo respondió con más protestas y más descontento. No había duda que se gobernaba para los ricos (https://www.nytimes.com/es/2019/10/22/espanol/america-latina/protestas-chile.html), dado entre otras medidas, por la aprobación de reformas fiscales para reducir los impuestos a los más ricos, con el pretexto de atraer inversiones.

La grave crisis política y social chilena, así como su eventual desenlace, debe tener sumamente preocupados a los gobiernos neoliberales del continente, los cuales ven en la reciente experiencia Boliviana una clara demostración de la capacidad de los pueblos para luchar por sus justos derechos.

En concreto, con estos indoblegables estallidos sociales, los chilenos quieren simple y llanamente una democracia justa e igualitaria, no una pseudo-democracia que por mucho tiempo ha gerenciado eficazmente la desigualdad en todos los sentidos. Una democracia que rescate la representatividad y que les permita, a través de la Asamblea Constituyente, tener una nueva Constitución que garantice una profunda justicia social y así poder ver el futuro con esperanzas ciertas.

El Plesbicito, algo impensable según la óptica del gobierno de derecha y represor de S. Piñera, fue el primer logro importante, los otros vendrán inexorablemente. Las protestas del pueblo ha valido la pena, sí dieron su fruto. Chile lo va a lograr! Claro que lo va a lograr. Además, cuenta con todo el apoyo y el sincero deseo de nuestro Continente. Chile vencerá!

https://www.nytimes.com/es/2019/10/22/espanol/america-latina/protestas-chile.html



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Josefa Contreras


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