De la pandemia del 2020 al reinicio financiero del 2021

La ilusión de una transición positiva, al final del año 2020, a una nueva normalidad del estilo de los previos años 2018 o 2019 se ha desvanecido rápidamente. El folclórico refrán venezolano de "año nuevo, vida nueva" parece hoy un chiste de mal gusto y de destrozarnos esa ilusión, sin dejar pasar demasiado tiempo del nuevo año, se han encargado los señores de la Organización Mundial de la Salud. A pesar de que, en numerosos países, se estén administrando presuntas vacunas contra la COVID-19, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió que este año 2021 no se alcanzará la inmunidad de rebaño. La mágica solución de la vacunación masiva (vendida como tal por la misma OMS desde inicio de la presunta pandemia al inicio de 2020) parece ahora no ser una vía para la vuelta a la normalidad, o al menos eso es lo que nos dice la OMS. Por un lado, el COVID-19 seguirá destrozando la cohesión social humana y nuestras actividades productivas reales, incluso con nuevas variantes y mutaciones y, por otro lado, Donald Trump deberá irse con o sin consentimiento popular y sin derecho a replicas, en completo y forzado silencio. Al decir "forzado" estoy siendo absolutamente objetivo y literal. La censura en todas las redes sociales al presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, es concreta, abierta y visible. Adicionalmente, por si fuera poco, con Trump deberán desaparecer del mapa político estadounidense todos aquellos que le hayan secundado en sus denuncias sobre fraude electoral o hayan demostrado algún entusiasmo político por sus ideas. La lista de compañías y bancos que han anunciado que van a dejar de dar donaciones por completo a los congresistas republicanos que pusieron en evidencia al fraude electoral contra Donald Trump incluye hasta ahora a: Citibank, State Street Corporation de Boston, Commerce Bank, Amazon, AT&T, Comcast, Airbnb, Mastercard, Verizon, Dow (chemical), Marriott, Blue Cross Blue Shield, y Commerce Bancshares. Hallmark fue más allá, y pidió a los senadores Josh Hawley (de Missouri) y Roger Marshall (de Kansas) que regresaran el dinero que ellos les habían donado. Todo a nombre de "la democracia", por supuesto. Por su parte, Jodi Seth, vocero de la compañía de Jeff Bezos, Amazon, que hace poco sacó a Parler de su plataforma de internet, dijo que desafiar la votación de las elecciones era "un intento inaceptable que busca debilitar un proceso democrático legítimo", y su Comité de Acción Política anunció que van a suspender todas "las contribuciones a cualquier miembro del Congreso que haya votado para revertir los resultados de las elecciones presidenciales de Estados Unidos" hasta que se retracten y prometan jugar siguiendo las reglas de Amazon. Al respecto, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, le dijo al mundo que Estados Unidos está perdiendo su libertad y que se está formando una nueva "Santa Inquisición", lo cual representa un peligro para la libertad de expresión en el mundo entero.

¿Qué tiene que ver la prolongación o aprovechamiento de la pandemia con las sanciones al establecimiento político estadounidense de los seguidores de Donald Trump? Mucho, tiene mucho que ver. Los banqueros de la City de Londres y de Wall Street, que durante el año 2020 de ruina para la economía industrial han incrementado su patrimonio exponencialmente, están implementando el Gran Reajuste, o el "reinicio" del sistema financiero mundial (como lo calificó el ex jefe del Banco de Inglaterra, Mark Carney). Este reinicio financiero tiene como finalidad secuestrar absolutamente al capital financiero mundial para convertirlo en el brazo ejecutor de un mundo postindustrial bajo la égida del Nuevo Trato Verde. En concreto, esto significa negarle crédito a la mayoría de las industrias, que aún funcionan con combustibles fósiles, y a la agricultura más avanzada tecnológicamente para dirigirlo exclusivamente a proyectos basados en tecnologías de bajas emisiones de gases de efecto invernadero, de muy alto costo y lejos del acceso de los pueblos de los países más pobres de nuestro mundo. Este modelo se basa en un sistema planetario que, supuestamente, solo puede sostener a entre mil y dos mil millones de personas. Por lo tanto, el Nuevo Trato Verde implica la desaparición física de entre 4000 y 5000 millones de personas de nuestro planeta, en un período relativamente corto. Esto lo explica con claridad el príncipe Felipe de Edimburgo (fundador de la ONG ambientalista Fondo Mundial para la Naturaleza, WWF): "El crecimiento de la población humana es probablemente la amenaza particular más grave a largo plazo para la supervivencia… No tenemos ninguna opción. Si no se le controla voluntariamente, se controlará involuntariamente por medio de un aumento en las enfermedades, la hambruna y la guerra". En el contexto de este sistema ideológico Malthusiano, las élites financieras mundiales consideran que llegó el momento de aplastar cualquier teoría económica que tenga base en el desarrollo industrial y la economía física real que han sido las únicas vías por medio de las cuales algunos países pobres, como China, han salido de la miseria erradicando complemente la pobreza de su territorio, a finales del 2020. Por lo tanto, no están corriendo riesgos, y se han lanzado a despedazar la Constitución de los Estados Unidos para silenciar cualquier oposición a su plan de Gran Reinicio Económico, basado en un sistema capitalista basado en la especulación financiera y la reducción de la economía física y exaltación de la banca y servicios financieros, todos ellos monopolizados por países occidentales, fundamentalmente europeos. A través del liderazgo taciturno de Joe Biden pretenden avanzar en la imposición del Nuevo Trato ambientalista con el que se apoderarían de Estados Unidos, en nombre de una hipócrita y falsa preocupación por el mal estado del sistema climático terrestre que tendría solución por muchas otras tecnologías y mecanismos que no pasan necesariamente por el empobrecimiento masivo y desaparición física, por inanición, de miles de millones de personas en los países pobres.

Para comprender mejor, si cabe, la afinidad entre el 2020 de pandemia y el 2021 de reinicio financiero, hay que tener en mente lo que decía Bertrand Russell sobre los fundamentos ideológicos del imperio británico, que en el 2021 aún conservan su validez. Para hacerse cargo del supuesto problema de la sobrepoblación (de gente pobre, nada más) el malthusiano de Russell decía lo siguiente: "La guerra ha sido hasta hoy decepcionante, pero quizás la guerra bacteriológica resulte más efectiva. Si se pudiera propagar una Peste Negra por todo el mundo una vez en cada generación, los sobrevivientes podrían procrear libremente sin llenar tanto al mundo". La genialidad y el descaro de Russel son más que suficientes para entender el nexo entre pandemia y reinicio financiero. Para ver, en concreto, el impacto que la pandemia ha tenido en el incremento de la pobreza cabe el ejemplo de Kenia que es un país con una de las economías más avanzadas del continente africano. Sin embargo, para finales de 2020 ya estaba mostrando señales de una grave tensión que la pandemia global ha agravado a niveles de urgencia. El 17 de diciembre, el Programa Mundial de Alimentos (PMA), emitió un llamado de ayuda en el que dice que la agencia necesita 57 millones de dólares para seguir proporcionando ayuda en alimentos y nutrición a la enorme población de 435.000 refugiados durante los meses de enero y junio del 2021. Un llamado de ayuda como este es inusual con relación a Kenia, sin embargo, es indicativo de la tensión en que se encuentran las naciones en todo el continente, cuando cabalgan juntos los jinetes de la pandemia, el terror yihadista, y la plaga de langostas a un nivel que ahora amenaza la propia sobrevivencia de las naciones. El reinicio económico, promovido por las élites financieras globales no puede tener un mejor escenario para surgir como una presunta solución a la debacle económica mundial, aún cuando en realidad no es más que la estocada final a las naciones y pueblos pobres del mundo.

Desde el año 2008, el mundo viene cayendo en la contracción de la economía real y el empoderamiento de la especulación financiera como poder hegemónico global. Las industrias y la producción de bienes reales, tangibles y de alimentos han ido decayendo en favor de la producción de mercancías superfluas que alimentan un consumismo improductivo que enriquece a las elites financieras, netamente improductivas, pero altamente parasitarias. Son estas elites quienes pretender prolongar el esquema frenando aún más a la industrias y comprando a precios de remate a las grandes empresas productivas para convertirlas en capital de especulación. Un mundo cautivo de una elite financiera encerrada en un circulo de "crecimiento cero" representa el Dilmun de los dioses paganos que miran a las grandes masas humanas con desprecio desde su olimpo de rascacielos que sirven de trono a su capitalismo depredador, amo casi absoluto de nuestro mundo.

Independientemente de lo que pensamos acerca del origen de la epidemia de Sars-Cov-2, lo cierto es que ha sido increíblemente beneficiosa para el avance del plan de reinicio financiero de las élites globales. De ninguna manera podemos pensar que el reinicio financiero es consecuencia de la pandemia, por que no es así, aunque en la web de Foro Económico de Davos diga: "Existe una necesidad urgente de que las partes interesadas globales cooperen para manejar simultáneamente las consecuencias directas de la crisis de COVID-19. Para mejorar el estado del mundo, el Foro Económico Mundial está iniciando la iniciativa The Great Reset". Lo cierto es que "The Great Reset" es un programa que vienen debatiendo hace mucho tiempo, pero como dice Klaus Schwab: "La pandemia representa una oportunidad muy especial, una ventana directa de oportunidades para reiniciar nuestro mundo". Ese planteamiento si que revela la coherencia entre las realidades del 2020 y la que vislumbra para el 2021. El plan avanza por fases, en pocos días se iniciará, con bombos y platillos, la presentación del plan de salvación a través del llamado "Gran Reinicio Financiero". Al respecto, solo puedo terminar parafraseando, en condicional, a Ernesto Guevara de La Serna diciendo que el futuro solo será nuestro si estamos dispuestos a hacer, de nuestro presente, una lucha.

 



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Alejandro López González

Doctor en Sostenibilidad (Cum-Laude) por la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC). Sus investigaciones sobre la sostenibilidad de proyectos de electrificación rural con energías renovables en Venezuela le valieron el reconocimiento como la mejor tesis doctoral en el período 2018-2019, según la comisión de doctorado de la UPC. Se graduó de ingeniero electricista en la Universidad del Zulia en 2004 y ha publicado más de una docena de artículos científicos acerca de la sostenibilidad de la electrificación con energías renovables en países en desarrollo

 ae.lopez.gonzalez@gmail.com      @aleslogo

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