Sin salivita para usted

Es innegable que somos la especie que se encuentra en la cúspide de la pirámide evolutiva. Nuestra inteligencia individual ha permitido el desarrollo de avances tecnológicos inconcebibles solo cincuenta años atrás. Hemos desarrollado curas para distintas enfermedades, llegamos a la luna y conectamos al mundo con internet.

Tristemente, también hemos sido responsables de hechos realmente crueles y sangrientos.  Esclavizamos a otros por su color de piel. Genocidios por oro. Guerras por petróleo. Asesinatos masivos por ideologías contrapuestas.

Fascistas, nazis, supremacistas blancos, las panteras negras, el ejército americano o ruso; los milicianos árabes, sicarios, secuestradores: ¿en qué se diferencian ellos de nosotros? En absolutamente nada, los seres humanos somos indiferentes al dolor ajeno. O ¿por qué permitimos que miles de niños mueran de hambre diariamente?

Nuestra inteligencia individual es plena, socialmente somos incongruentes, es nuestra naturaleza.  Egoístas. Nuestro único fin es lograr nuestra satisfacción personal. Y no es válido argumentar que la ignorancia de algunos es la carga de todos los otros ¿acaso no era el pueblo alemán el más culto de la época? Y aun así siguieron a Hitler fervientemente.

No es ignorancia, es lo que somos, hace milenios que derramamos la sangre de los menos fuertes de nuestra propia especie. Asco deberíamos sentir, pero somos eso y mucho más. La conciencia o la inconsciencia de los actos solo son justificaciones absurdas, tan absurdas como las cruzadas de la iglesia católica o las guerras propiciadas por los musulmanes para imponerse como los verdaderos guerreros de Dios. 

Nos llenamos los labios predicando el amor, nos auto-concientizamos sobre la importancia de actuar bajo los principios emanados de las santas escrituras, los valores éticos y morales, creemos que somos el centro del universo debido a nuestra inteligencia, pero continuamos destruyéndonos los unos a los otros.

Seres sumamente hipócritas. Juzgamos a quien no deviene vegetariano en favor de los animales, al mismo tiempo que volteamos la cara a las realidades del África. Sobre los cielos de Siria, Libia o Irak, el sobrevuelo de naves de combate, seguramente un espectáculo aéreo digno de Hollywood: bombas, bombas, sangre, niños asustados y otros muertos, lágrimas, gritos de dolor, muchas otras bombas siguen cayendo.

Hay quienes ven sucumbir a toda su familia debido a las guerras, escucharon sus desgarradores gritos mientras estaban muriendo. Las bombas no conocen el diálogo, ellas sólo caen y destruyen, matan, desgarran y mutilan cada parte de los seres que logran impregnar con su odioso querer. Nosotros, los otros, en silencio generalizado.

De nada servirá todo lo que hemos construido como sociedad si continuamos permitiendo atrocidades a nuestro alrededor. La militancia para alcanzar una igualdad social es tarea de todos.

Aún estamos a tiempo.



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Eduardo Pérez Viloria

Comunicador y escritor, ha trabajado en radio, televisión, prensa escrita y redes sociales. Es militante del PSUV, tiene publicado el libro “Notas de un Subversivo”.

 eduardoperezviloria@gmail.com

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