Indudablemente no pretendo escamotear nuestras propias responsabilidades, son bastantes, asquerosas, indignas e injustificables. Pero es necesario resaltar que esas falsas dicotomías, principalmente la de socialistas contra capitalistas, causante de un odio terrorífico entre nosotros, hijos de la misma patria, hijos de esa tierra manchada de la sangre inocente de nuestros ancestros; deben ser trascendidas para lograr avanzar hacia una solución del conflicto, comprendiendo principalmente que todos los argumentos debatidos desde los diferentes puntos de vistas, son válidos e inválidos a la vez, en palabras vernáculas, todos tenemos el rabo de paja, y entre más nos acerquemos a la candela corremos el riesgo de tener un final terrorífico.
Un sistema social acorde debe ser aquel que garantice un equilibrio entre el bienestar colectivo y las necesidades individuales. Lamentable es afirmar que históricamente en Venezuela no ha existido nada más alejado de esa aseveración.
Un nuevo fenómeno se deja entrever, y es que las guerras tradicionales ya no son posibles entre países del llamado primer mundo, no serían guerras, todo se simplificaría a una destrucción masiva en pocos minutos, entonces, las batallas son libradas plenamente y sin intermediario alguno en el terreno de la economía, el que mayor músculo financiero posea, seguirá siendo el más temido entre los tenebrosos: pero llevando este superficial palabreo, al terreno de juego venezolano, donde una feroz crisis (en el sentido más amplio de la palabra) azota el estómago de mis conterráneos: ¿qué podemos hacer para solucionar nuestro gran conflicto, apartando del camino a las tres potencias que nos están devorando?
Lejos de existir una fórmula “salvadora”, en mi opinión, se hace imprescindible la necesidad de estructurar un nuevo movimiento social, dirigido por las personas más íntegras y capaces intelectualmente de todo nuestro territorio nacional. Para así, y desde el interior de cada comunidad, reorganizarse, debatir, crear un proyecto (real) de país. Es decir, es ineludible dar una solución al conflicto desde lo endógeno, apartando del camino a los fariseos históricos, y a los históricos preceptos sociales.