Eloy Alfaro Delgado fue uno de los paladines de la política latinoamericana que le dio lustre, poder y prestancia al Ecuador. Uno de los pocos presidentes de esa República, que fue a las catatumbas del pueblo a encontrarse con él, a conocer sus carencias, sus infortunios, sus necesidades, sus debilidades. Subió a los cerros, trasmontó las montañas, las praderas, se le veía desde allí, montando sus gabinetes. Decretó la abolición de la esclavitud, eliminó los diezmos y primicias de los derechos parroquiales y otros gravámenes eclesiásticos que eran formas de explotación al campesinado. Abrió el abanico hacia una modernización del Estado como fue la gratuidad y obligatoriedad de la enseñanza, la separación del Estado y la iglesia, la libertad de expresión, le dio derechos a la mujer, abolió la pena de muerte. Entre la obra más fundamental fue la vía férrea de (1908) de Quito a Guayaquil.
No esquematizó esfuerzos para convertirse en un luchador a carta cabal por los derechos y necesidades del pueblo. Fue un organizador nato, un luchador a tiempo completo; con un discurso que calaba y llegaba a todos los estamentos del pueblo. Fue uno de los pocos que interpretó que para gobernar a las mayorías, había que darle poder al pueblo. Un tanto de lo que hizo el expresidente Rafael Correa; que quiso seguir los pasos de Eloy Alfaro; lamentablemente, a quien eligió para que lo sustituyera, brincó la talanquera y lo traicionó.
Han pasado más de 100 años y el pueblo lo recuerda como al político más emblemático e importante del Ecuador y no es para menos, sin que el socialismo surgiera como alternativa de lucha y redención de los pueblos, enarboló sus banderas, con muchas similitudes a las luchas libradas por Hugo Chavez. Alfaro con tan solo 1,57 metros de estatura, subió a las cúspides de la política de ese país; alcanzo el grado de General del ejército, sin mayores victorias en estas lides, donde sus enemigos le asignaron el remoquete de General de las derrotas. Con una actividad política de poca duración. Una parte de su vida la vivió en Panamá en calidad de exiliado, donde se convirtió en un próspero comerciante de importador y exportador de sombreros; pero más pudo la lucha política y los llamados de su patria para lanzarse por los laberintos de la política a reclamar espacios que lo llevarían a la ruina económica. Su figura quedó sembrada en el pueblo. José Marti lo calificó como “uno de los pocos americanos de creación”. Vargas Vila lo llamó el “cóndor de América”; esa ave que enarbolan los escudos del Perú, Colombia, Ecuador y Bolivia. Rafael Quintero López ex embajador del Ecuador en Venezuela en unas declaraciones a un diario capitalino le dio unas pinceladas a este insigne político y luchador. En dos oportunidades, fue presidente constitucional del Ecuador 1895 – 1901 luego de 1903 – 1911. En el año 1912, tuvo un final trágico, fue brutalmente asesinado por sus enemigos, mientras se encontraba detenido, no le perdonaron sus enemigos los cambios y las obras que este insigne político le dejo para la prosperidad a ese país, se le adelantó a Chávez. En todas sus ejecutorias y transformaciones, le permitió levantar mucha roncha en ese país latinoamericano para esa fecha, que lo llevó a la muerte de manos de la burguesía y el imperialismo. Existen muchas similitudes entre estas dos personalidades. Los dos fueron militares y los dos fueron políticos que hicieron grandes cambios.
Nuevamente en el Ecuador se prepara un nuevo cuadro electoral para elegir presidente de la República, el próximo siete de febrero. Dentro de las tendencias Andrés Arauz, un joven economista de 35 años, se anota como posible ganador. Viene de la mano de Rafael Correa; pero las fuerzas del mal, no permiten que salga electo nuevamente, pues de participar saldría ganador en la primera vuelta.