El capitalismo y la desigualdad marchan contra la salud humana

1. En México cuando se habla de la salud, se piensa en los hospitales o centros instalados para atender a millones de pacientes que requieren atención médica. Centros para atender la salud como el Seguro Social (IMSS) fundado en 1944 y que hoy atiende a más de 46 millones de derechohabiente con más de 15 unidades de medicina familiar; el ISSSTE (1960) que atiende a 10 millones y la secretaría de Salud con 15 mil unidades de consulta externa y 752 de hospitalización. Sin embargo, a pesar de los 60 millones que al parecer atiende el Estado, hay otros 60 millones que se atienden en "particulares" y –lo peor- otros que quedan sin atención.

2. Pero el problema de la salud en el mundo no es un problema simple de hospitales o dependencias, de médicos y medicinas. El problema es encontrar las causas que producen las enfermedades en nuestro sistema capitalista. El capitalismo determina la economía, la política, el trabajo, el medio ambiente, la cultura y la vida cotidiana, hasta entrar en nuestros cuerpos y nuestras mentes y cambiar la salud humana. ¿Se olvida la importancia del cambio atmosférico, el calentamiento de la tierra, el que se multipliquen las fábricas, el que millones de vehículos contaminen, el problema del agua y los productos alimenticios?

3. ¿Quién podría ignorar u olvidar las gigantescas atrocidades y genocidios de tantas guerras imperialistas, casi todas encabezadas por los EEUU?; ¿la explotación y precarización laboral y la dominación y opresión de clase, género o etnia, o bien en la pobreza, desigualdad, falta de atención sanitaria básica, o las múltiples formas de alienación y estrés que sufre gran parte de la humanidad, o bien en las consecuencias del cambio climático y el cada vez más cercano colapso ecológico? Entender el conjunto de causas y efectos es indispensable para conocer el capitalismo y comprender cómo determina la salud.

4. En primer lugar, para entender la salud de la gente, hay que averiguar las condiciones económicas y de alimentación que vive. Mientras enferma el 80 por ciento de la gente económicamente pobre, apenas el cinco por ciento de las personas ricas, bien alimentadas y cuidadas, enferma levemente. La enfermedad es producto de la desigualdad. ¿Cuántas comidas realiza al día y con qué calidad alimentan a las familias con cuatro o cinco hijos, además de los abuelos? Todas esas familias pobres y miserables, que son la inmensa mayoría en el país, están expuestas, muy cerca, de sufrir enfermedades que orillan a la muerte.

5. Y el colmo de la paciencia: se ha escrito que los suicidios en México han crecido mucho. En un trabajo publicado en 1996 se dice: "En 1970 hubo 554 defunciones por suicidio en toda la República mexicana, para ambos sexos, y 2 603 en 1994. Durante este periodo la tasa de suicidios en ambos sexos pasó de 1.13 por 100 000 habitantes en 1970 a 2.89 por 100 000 habitantes en 1994, un aumento de 156%."1 Quiere decir que el suicidio se ha instalado como parte del perfil epidemiológico moderno del país. En 2007, último año con estadísticas vitales disponibles, se dieron en México 4 388 muertes por suicidio en toda la República, con una tasa de mortalidad por suicidio de 4.12 por cada cien mil habitantes.

6. En comparación con la tasa de suicidio de 1970, se observa ahora para este largo período un crecimiento del 275% de ese año a la actualidad. En un estudio de tendencias entre 47 países,2 el investigador Levi y colaboradores muestran que mientras la mortalidad por suicidio en los períodos entre 1980 y 1984 y entre 1995 y 1999 tuvo un comportamiento descendente en Japón, Canadá, Estados Unidos y varios países de Europa, se observaron incrementos de 90.3% para la población masculina mexicana (sólo superado por 248.1% en la república de Mauricio, Madagascar, África) y 25% para la femenina (con valores mayores de Lituania, España y Cuba). Este incremento reciente en México es especialmente marcado entre la población joven.3

7. Se asegura que en el periodo de la Ilustración (1,700) la esperanza de vida al nacer era de 30 años, pero en 1845 había llegado a 55 años. La EVN global se dobló en el siglo XX hasta alcanzar los 71,4 años en el 2015, si bien en muchos de los países subsaharianos más pobres esta apenas sobrepasa los 50 años. En los países pobres, las vacunas, la terapia de rehidratación oral, la yodación de la sal o los suplementos de vitamina A, salvaron en la segunda mitad del siglo XX alrededor de cinco millones de vidas anuales, consiguiendo que 750.000 niñas y niños no quedaran física o mentalmente discapacitadas para siempre.

8. En 1977 fue erradicada la viruela, una enfermedad devastadora en la historia de la humanidad. Pensemos que en el siglo XVIII, solo en Europa, murieron 60 millones de personas, la mayor parte infantes, mientras que en 1967, con 13 millones de casos, murieron 2 millones de personas. Tras una década de esfuerzos liderados por la OMS, con un costo de más de 300 millones de dólares en vacunas, programas de cuarentena y tratamiento, la 33a Asamblea Mundial de la OMS declaró en 1980 «al mundo y a la gente» libre de la viruela, hasta el momento la única enfermedad erradicada en el planeta. Los tecno-optimistas ven aún mucho mejor el futuro.

9. Las ciencias de la salud, la tecnología médica y su innovación, para el año 2030 prevé reducirá a la mitad la muerte de niños menores de cinco años; se dice que se erradicarán cuatro enfermedades (la polio, el gusano de Guinea, la elefantiasis y la oncocercosis), y se reducirá en casi dos tercios el número de mujeres que mueren durante el parto, el control de la malaria y el VIH. Y ello por varios argumentos a valorar cuidadosamente. Una situación positiva del presente no significa que el futuro tenga necesariamente que ser igualmente bueno o incluso mejor. De hecho, vasculares, programas de salud pública efectivos que han reducido el consumo de tabaco, y mejores técnicas quirúrgicas, de diagnóstico de imagen y endoscopia y trasplantes de órganos.

10. Pienso que los avances en descubrimientos que, con el fuerte apoyo de la tecnología, han logrado avances importantes en la vida de los seres humanos, no van a parar nunca porque las enfermedades y epidemias están corriendo mucho más rápido debido a que el capitalismo y sus furiosos ataques a la vida están fuera de control. La búsqueda de la clase capitalista de mayores ganancias está llevando rápidamente a la humanidad a su destrucción total. Si la población no es capaz de frenar y derrotar este capitalismo salvaje, el mundo está condenado a desaparecer con tantas enfermedades, tanta desigualdad y todo lo que significa la destrucción de nuestro medio ambiental atmosférico. En última instancia de nosotros depende salvar al mundo contra a sus asesinos capitalistas.



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Pedro Echeverría


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