Venezuela, fue el primer país del mundo que enfrentó con gallardía y heroicidad al neoliberalismo, esa mutación del capitalismo que en su degeneración conlleva a la barbarie extrema. El 27 de febrero de 1989, simboliza aquella gesta que hemos definido como la Revolución de Febrero, en homenaje a un pueblo que enfrentó en las calles de Guarenas y Caracas a la pretensión burguesa de someter a un pueblo todo, a las penurias y pobrezas de un régimen político, que priorizaba la obtención de máximas ganancias para el factor capital en detrimento de la calidad de vida del factor trabajo. El Caracazo, como le denominó la mediática burguesa, se convirtió en el preludio de las rebeliones militares del año 92: 4 de febrero y 27 de noviembre, que traerían como protagonistas a los militares comprometidos con el pensamiento del Padre Libertador, Simón Bolívar. Hugo Rafael Chávez Frías, su líder fundamental, encarnó una nueva visión de encauzar el país: verdaderamente nacionalista y auténticamente progresista. El pueblo, se vio reflejado en ese nuevo liderazgo emergente, totalmente contrapuesto a un pasado creado a imagen y semejanza del régimen político vigente en los EEUU de capitalismo neoliberal, bipartidista y de democracia representativa en que las élites económicas gobiernan a su antojo y en beneficio de sus intereses. Chávez, propugnó la vigencia de un régimen postcapitalista, Socialismo le llamó, que muy tempranamente causó escozor en la élite imperialista que lo definió como: «una amenaza inusual y extraordinaria para su seguridad interna». Han transcurrido 32 años, desde aquella gesta liberadora hasta que el pueblo colombiano se decidiera a dar la batalla contra el neoliberalismo en su versión de capitalismo en drogadicción, valga decir: narco-Estado. ¡Es la creación imperialista más horrorosa, creada para someter a un pueblo! Supera, incluso, en su grado de barbarie, al régimen nazista pues nace desde el narcotráfico con Pablo Escobar, ese mal parto de los EEUU. Y continua, con uno de sus empleados más sobresalientes: Álvaro Uribe Vélez, quien como articulador de los nuevos tiempos de la Colombia narcótica, la Colombia negativa, logra articular su propia red de herederos: Pastrana, Santos y Duque. Falsos positivos, corrupción, drogas, Plan Colombia, bases militares, entrega de la Soberanía Nacional, más corrupción, más drogas, más bases militares, odio contra Venezuela y al Bolivarianismo, robo y contrabando de las riquezas venezolanas, odio contra las y los venezolanos, intento de asesinato del presidente Nicolás Maduro, invasión del espacio acuático venezolano con narcos-mercenarios, invasión del espacio territorial venezolano con narco-paramilitares, injerencia de la presidencia colombiana en la política venezolana, total, como resultado: el despertar generalizado del pueblo colombiano. Revolución de abril en Colombia, eminentemente anti neoliberal, anticapitalista, antiimperialista y anti uribista. Venezuela, más hermanada con el pueblo colombiano, dignos herederos ambos de las glorias del Padre Libertador Simón Bolívar, su puente de unión.
Hoy, Colombia, se ha sincronizado con la realidad venezolana de hace 32 años atrás. La analogía histórica con el pasado venezolano, bien le cabe al análisis de la realidad actual de la Colombia narcotizada. Según la encuesta Invamer, realizada entre enero y febrero 2021, la imagen positiva que tenía el Congreso cayó de 16 a solo 12 por ciento y su imagen desfavorable se desplomó del 78 al 81 por ciento de negatividad. Por su parte, los partidos políticos, en su imagen negativa, crecieron del 83 al 86 por ciento de negatividad entre la población colombiana, como reflejo de su pérdida de sintonía con el clamor de ese pueblo. Ello, se ha visto acompañado con el crecimiento continuado de la pobreza estructural que padece esa misma población. En un estudio de campo de marzo 2021, la Encuesta Pulso Social del Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE), señala: «Según el reporte, los hogares que comían tres comidas al día en 2020 eran 7,11 millones, mientras que en febrero de 2021 fueron solo 5,4 millones. Esto implica que 1,6 millones de familias no pudieron continuar con esa cantidad de raciones diarias como resultado de la pandemia.»… «Además, 92.214 familias pasaron de comer tres veces a un solo plato al día, y otros 9.010 hogares no tendrían si quiera para una comida diaria.» Según esa institución, como parte del narco-Estado colombiano, la pobreza pasó del 35,7 por ciento de la población en 2019 al 42,5 en el 2020. En cifras, si en 2019 había 17,5 millones de personas en situación de pobreza, un año después ya se encontraban en similar situación 21,02 millones de colombianos y colombianas en 2020, sobre un universo poblacional de 50.374.000 habitantes. La pobreza extrema igual, no hizo sino crecer en estos últimos años, creciendo del 9 por ciento en 2019 al 15,1 por ciento en 2020. Colombia, al igual que Chile, se disputa el liderazgo de país más desigual de la región, con un Gini de 0,767 puntos, indicativo de un país de muy alta desigualdad social que lo ubica en el puesto 83 del ranking de desarrollo humano, muy por debajo de Haití y Honduras y apenas superado por Chile (0,851). El panorama económico, no es menos desalentador que lo social. En junio 2020, la OCDE, afirmaba que debido al Covid-19, la economía colombiana sufriría una caída entre el 6,1 y el 7,9 por ciento este año. El DANE, informó a finales de abril de este año, que la tasa de desempleo llegó al 14,2 por ciento, un incremento del 1,6 por ciento con relación al 2020, convirtiéndose Colombia, en el país con mayor nivel de desempleo entre los países miembros de la OCDE, seguido por España y Grecia. Por otro lado, y no menos importante, cuando de Colombia se habla; según el Informe Mundial sobre Drogas 2020 de la Organización de Naciones Unidas (ONU), publicado en junio 2020, denominado: «COVID-19 y la cadena de suministro de drogas: de la producción y el tráfico hasta el consumo», señala que el tráfico internacional de drogas se redujo de forma repentina, debido a las medidas tomadas para la lucha contra la pandemia en los primeros meses de 2020: «El narcotráfico depende, en gran medida, del comercio legal para enmascarar sus actividades y facilitar a individuos la distribución de drogas a los consumidores», además revela que las medidas implementadas por los gobiernos para combatir la propagación del virus, han afectado al mercado de drogas ilegales en todos sus aspectos, desde la producción y el tráfico hasta el consumo. Lo que, para Colombia representa, ni más ni menos, que una reducción sustancial de sus niveles de ingresos en divisas; ya que la cocaína, como es harto conocido, constituye el principal rubro de exportación de su economía. Añádase, que el bloqueo financiero-comercial y las sanciones contra la industria petrolera venezolana, han imposibilitado a Venezuela de mejorar –sustancialmente- su producción de gasolina, fundamental insumo para la producción de cocaína, la cual era sustraída de contrabando por las bandas paramilitares para surtir los laboratorios de procesamiento de la coca colombiana, hecho que no solo ha provocado escasez, sino la elevación de los precios de la cocaína colombiana en el mercado internacional. Todo esto, combinado con el hecho cierto de que los elevados niveles de incautación de la droga que utilizan el territorio venezolano, como vía de ruta en su tránsito hacia Europa, han colocado a Venezuela como un tapón de seguridad que les imposibilitan, tanto a la DEA como a la oligarquía colombiana, distribuir libremente su principal rubro de exportación; generándoles, tanto a la Administración Biden como al gobierno de Iván Duque, una preocupación que los ha llevado al borde de intentar provocar una guerra entre ambas naciones, en sus intentos fallidos por doblegar al gobierno bolivariano de Nicolás Maduro, negado a hacer lo que pretendió hacer el autoproclamado Juan Guaidó: permitir la vía libre de la principal mercancía producida en Colombia: cocaína, por todo el territorio venezolano, tal como lo confesó el tesorero de la narco banda de Los Rastrojos, Iván Posso Pedrozo, alías «Nandito», responsable de logística y finanzas de esa banda paramilitar criminal, detenido en Venezuela. Es, en medio de este dantesco cuadro de la realidad social, política y económica, que Álvaro Uribe ha ordenado a su fiel empleado Iván Duque ejecutar la Reforma Tributaria para intentar cerrar la brecha fiscal que le imposibilita a su régimen funcionar a cabalidad.
Una reforma tributaria, cuyo objetivo no es otro sino meter mano en los ya alicaídos ingresos de lo que quedaba de la clase media colombiana y de toda la sociedad en su conjunto, al incrementar el IVA y extender la obligación de declarar y pagar impuestos a todas las personas, incluidas las de menores ingresos. Asimismo, en el objetivo de cumplirle a la élite financiera internacional con el pago de una deuda externa que representa el 50 por ciento de su PIB. Con ello, Duque y Uribe, abrieron la caja de Pandora de la resistencia y lucha de un pueblo que ya venía dando duras batallas contra el régimen neoliberal y la barbarie uribista. El régimen de las masacres diarias y la violencia estructural como política del narco-Estado. Por ello, la respuesta del régimen uribista a las protestas de calle del pueblo colombiano, son las esperadas de un régimen que no tolera la democracia y mucho menos la disidencia. Más de 30 asesinados por las fuerzas militares de la ESMAD, más de un millar de heridos, más de una decena de mujeres violadas por las fuerzas militares, en fin, un Estado de Sitio y persecución contra la sociedad colombiana frente al silencio cómplice de los organismos internacionales llamados a hacer valer la vigencia de los derechos humanos en la comunidad internacional, partícipes de la ONU. También, como era de esperar de esa clase política corrupta y violenta, se culpabilizaría de la violencia al Presidente venezolano Nicolás Maduro, como si éste hubiera sido el proponente de la Reforma Tributaria y el causante de la pobreza y la violencia estructural de la sociedad colombiana. Se trata, ni más ni menos, de escudarse en el prójimo, sin apreciar su viga propia, sus errores propios. «¡Hipócrita! echa primero la viga de tu ojo, y entonces mirarás en echar la mota del ojo de tu hermano.» (Sermón de la montaña de Jesús Cristo según evangelio de San Mateo).
Así, como en Venezuela el Caracazo expresó el final del régimen punto fijista de adecos y copeyanos, la Revolución de abril en Colombia, expresa el ocaso del narco-régimen uribista y su pronto final. Es la pérdida del miedo de todo un pueblo contra quien fuera su verdugo por más de tres décadas, tal como lo expresaron en la ciudad de New York los cientos de estudiantes, académicos y activistas de derechos humanos que asistieron a dicha ciudad para expresar su rechazo a la presentación del führer: «Nosotros como estudiantes, profesores, investigadores, activistas de derechos humanos, egresadas/os y ciudadanas/os colombianas/os y extranjeros expresamos a través de esta carta, nuestro inconformismo y rechazo a dicho evento. Para nosotros la participación del expresidente en un encuentro sobre sostenibilidad ambiental es una incongruencia, ya que no tiene en cuenta las consecuencias reales de las políticas implementadas durante su administración y las del actual presidente Duque, quien hace parte del Centro Democrático», señalan en su misiva de rechazo al conferencista: «Consideramos que el expresidente cuenta con múltiples canales de participación para contar su mensaje y el foro universitario no debería ser un espacio que continúe privilegiando y haciendo eco a sus políticas depredadoras del medio ambiente y la paz en Colombia, dando además cabida a diálogos con un único punto de vista. Creemos que para que haya un diálogo respetuoso desde la academia, es necesario preservar el balance en la selección de los invitados a un panel», elegante manera de despreciar al bárbaro conferencista que de ambientalista no tiene un ápice de humanidad, como lo registra en su comunicación la comunidad de la Universidad de New York: «Durante su gobierno, la superficie de hectáreas con títulos mineros pasó de 1,13 millones a 8,53 millones, y entregó 7.869 títulos mineros. Gran parte de estas hectáreas estaban ubicadas en páramos y Parques Nacionales Naturales». Triste epilogo para quien por tres lustros, rigió con mano de hierro, los destinos de la Colombia negativa, impregnada de polvo blanco, la del narcotráfico y la corrupción generalizada convertida en violencia y terrorismo de Estado…
Postscriptum: La Colombia del siglo XXI, caracterizada por la excesiva concentración del poder social, político y económico en una reducida oligarquía que procura una excesiva desigualdad social para garantizarse máximos provechos económicos. Es la sociedad, que sirvió de marco al proceso revolucionario francés del siglo XVIII. Una sociedad, que no podía quedarse estancada en la vieja estructura feudal, que sólo le reportaba esclavitud, ignorancia y opresión. Se hizo necesaria, la concepción de una convivencia social diferente que ampliara los ámbitos de relación interhumana, de intercambio económico, de explicación ante los fenómenos naturales y sociales y, obviamente, surgió una nueva concepción del mundo en que se vivía. Surgieron entonces, conceptos como igualdad, derechos humanos, derecho a la educación, intercambio económico, relaciones de poder, derecho a la información, democratización y justicia en las relaciones, libre asociación, contratos, que son un franco signo de la evolución dentro de la modernidad. Tal es, el signo de los nuevos tiempos que reclama la Nueva Colombia. La Colombia humana…
Caracas, 10-05-2021