México: me indigno contra Zedillo y los expresidentes asesinos, pero más por la cobardía del pueblo

1. Que todos los presidentes o expresidentes de México han saqueado e impulsado el gran robo al país -dejando al 80 por ciento de sus habitantes en la pobreza, la miseria y el hambre- es absolutamente comprobable. Ernesto Zedillo (de moda hoy en los medios) no fue peor ni menos ladrón y asesino que Carlos Salinas o Felipe Calderón; tampoco menos payaso, ladrón y engañabobos que Vicente Fox o Peña Nieto. Espero que el presidente López Obrador, al terminar su –hasta hoy- mediocre sexenio, al hacerle su balance muy objetivo y crítico, no resulte ser un expresidente más, que nada importante pudo cambiar del sistema.

2. México es quizá el país que registra los más grandes saqueos de sus riquezas. Han sido tan grandes esos negocios que empresarios y políticos por su autoridad parecen intocables. Ningún gobernante puede hacerlos a un lado: personajes como Slim, Larrea, Salinas Pliego, Balleres o Beckman, son determinantes en la política de cualquier gobernante en turno. Si el presidente Zedillo convirtió la gigantesca deuda privada de Fobaproa en 1995 en deuda pública, los demás expresidentes han hecho, los demás expresidentes hicieron los mismo de distintas maneras. No hay expresidente que no posea riquezas de más de 100 mil millones de pesos.

3. Había que concluir que nada importante se podrá cambiar en nuestro país mientras la gran masa de los trabajadores permanezca individualizada, en la profunda ignorancia política, sin entender por lo menos qué son las clases sociales, el origen de la desigualdad y la necesaria lucha para liberarse. Podrán ser sabios como individuos en sus oficios y profesiones, en el trabajo diario, pero si siguen siendo víctimas de los medios de información, de los dogmas de las religiones, de la compra y venta que impulsa el capitalismo, jamás podrán comprender que los robos, saqueos y asesinatos de una minoría de empresarios y políticos, no acabará.

4. La realidad es que la terrible bota de empresarios y políticos, colocada en el cuello de la población, es muy asfixiante y poderosa. ¿Cómo carajos la población va a comprender el mundo capitalista que lo rodea si la ideología de sus padres, la escuela, la iglesia, los medios de información, las leyes, las costumbres, lo obligan a repetir lo que todos hacen? Hombres y mujeres piensan como viven, propagan la ideología dominante, aunque mantengan algunas diferencias no esenciales entre ellos. Aunque AMLO construya aeropuerto, tren maya, refinería, si no reduce la pobreza y miseria de la población en 50 por ciento, solo es renovar el capitalismo.

5. El problema es que la gente no entiende que se podrá igualar en número de fábricas, kilómetros de carreteras, centros de diversión, a los EEUU o países de Europa, sin embargo es sólo continuar con la gran desigualdad entre el 80 por ciento de la población y menos de dos mil que concentran la riqueza. Los políticos repiten a diario que todos somos iguales; pero sólo los millonarios y las clases medias altas, los que con su dinero pueden hacer uso de los grandes restaurantes, de los aeropuertos y los largos paseos al extranjero. En una sociedad igualitaria estas extremas diferencias de clase (en preceso de desaparicióan) no podrían darse.



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Pedro Echeverría


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