Me dispongo a presenciar en televisión la entrega del premio Oscar de la Academia de Hollywood. No había visto una desde hace tiempo, pues ya no hay cines y tampoco estoy afiliado a las aplicaciones de teléfonos donde pueden presenciarse estas películas. Me acomodo en mi cama a contemplar el show de seis horas, para matar el tiempo.
Primero, sale una rubia despampanante a hacer una montaña de chistes preparados (con risas incluidas) muchos de los cuales podrán ser descifrados por los mismos actores y sus entornos, pues desconocemos las infidencias inmediatas de los actores de la nueva generación en Hollywood. Se procede entonces, en el fastuoso escenario, a la metódica entrega de estatuillas Oscar en las distintas categorías, en medio de una gala más bien triste, como triste es la situación política mundial en medio de una pandemia y una lamentable guerra geopolítica. Destacan en el evento, sin embargo, las intervenciones del gran actor inglés Anthony Hopkins y del estadounidense Kevin Costner; aparte de ellos –sobre todo el discurso bien centrado de Costner- no hay ningún otro discurso memorable, sino sólo chistes y más chistes superficiales, las famosas "gringadas" del humor norteamericano. Observamos elegantes atuendos, vestidos hermosos, reacciones emocionadas ante la concesión de estatuillas. Entre los directores, la cámara enfoca de vez en cuando al famoso Steven Spielberg, director de una nueva versión de Amor sin barreras optando al Oscar, que me sirve a mí para recordar la célebre versión original protagonizada por Natalie Wood en el año 61 dirigida por Robert Wise, con música de Elmer Bernstein, la cual cosechó una cadena de Óscars. Como actriz principal de la nueva versión actual, fue reconocida Ariana DeBosse con la estatuilla como mejor actriz de reparto. Del resto de los filmes premiados no puedo decir nada porque sencillamente no los he visto.
De seguidas uno de los animadores hace referencia a Samuel Jackson, recientemente premiado por su labor de toda una vida dedicada al cine por una institución importante; Samuel, realmente un actor de talla, responde al saludo con humildad. Se produce la primera referencia negra, afroamericana de la noche. En adelante, la palabra "negro" o "negra" estará aquí referida a esta importante condición racial de raíz afroamericana o afro estadounidense, donde queda estampado el importante trabajo suyo en todos los órdenes: música, teatro, cine, literatura. En el cine, es memorable aquella actuación del importante actor negro Sidney Poitier, fallecido hace poco, quien logró un memorable Oscar por su actuación en Al maestro con cariño, un clásico de los años sesentas. Y a tantos otros actores y actrices de color que lo han conquistado a lo largo de los años. Como la memorable actuación de Jamie Foxx en el papel del músico, pianista y cantante extraordinario Ray Charles en la cinta Ray, en 2004, donde Foxx ganó el Oscar, filme que también obtuvo el premio al mejor sonido.
En la noche en cuestión se destacaron las presencias de los actores negros Denzel Washington y Will Smith, ambos muy apreciados por el público. Hasta ahora, todo parece normal. Se siguen entregando premios; continúan los chistes de los animadores, las sentidas palabras de agradecimiento, los aplausos, las risas, las ovaciones. Sin embargo, se percibe algo pesado en el ambiente; hay algo que luce preparado, demasiado predecible. Destacan, si, las presentaciones musicales bien montadas y fastuosas (el espectáculo como tal siempre ha sido el fuerte de Hollywood), los tributos a los actores fallecidos, el homenaje a los cincuenta años de El Padrino, donde tomó la palabra Francis Ford Coppola, acompañado de sus muchachos octogenarios Al Pacino y Robert de Niro (¡Esos sí son actores! decimos al verlos los viejos de hoy), quienes no tuvieron la merecida ovación. Permanecieron allí de pie, y nada más, mudos. Más adelante, veríamos a la bella Uma Thurman y a John Travolta como anfitriones haciendo algunos gestos en honor a Pulp fiction del director Quentin Tarantino. Pulp fiction y El Padrino son, a su modo, hitos del séptimo arte en su momento, de eso no cabe duda. También, creo yo, se ha debido hacer mención al recientemente fallecido William Hurt, el "hombre tranquilo" un actor que hizo papeles memorables como aquel destacado en El beso de la mujer araña y en Inteligencia artificial del propio Spielberg, entre muchas otras. Pero ésta es una consideración muy personal y subjetiva mía.
Continúa la deslucida ceremonia. Sale a escena un atropellado Chris Rock, a desplegar sus chistes programados, con voz chillona. De repente, hace alusión a una mujer negra y calva (por alopesia) quien es por casualidad la esposa de otro negro, Will Smith; hace un chiste de mal gusto sobre su calvicie que enciende la ira de Will. Éste se pone de pie, cruza caminando el escenario y abofetea a Rock. Se devuelve a su sitio e increpa: "¡Saca de tu sucia boca el nombre de mi esposa!" Chris Rock responde: "El señor Will Smith acaba de darme una tunda!"
Se trata del momento álgido de la ceremonia. La raza negra se venga en público frente a millares de espectadores. Echa para afuera toda su espontaneidad. Ambos, Will y Chris, comediantes profesionales, negros los dos, deberían tener ya unos códigos en cuanto al lugar que ocupan en la sociedad del espectáculo, por encima de su rol de actores deberían sobre todo ser ciudadanos respetuosos de ciertas normas. Pero no. Will Smith no ha soportado que se burlen de su esposa en público debido a una enfermedad (que por cierto le sienta muy bien, se trata de una mujer bellísima) y le ha dado su merecido a Chris Rock. Se ha olvidado del contexto donde se mueve en ese momento y ha reaccionado de manera emocional. Muy distinto, digamos, en el extremo de la posición deliberada de un gran actor como Morgan Freeman, quien recientemente hace una defensa completa del sistema estadounidense, justificando todas sus acciones de guerra en lo militar y en lo político, sabiendo perfectamente qué puede significar en este preciso momento su condición racial de negro carismático usado para tal fin en una audición global, famoso propagandista pagado, como todos sabemos, por su amigo Barack Obama. O en otro caso también politico, el actor Sean Penn amenazó ahora mismo fundir sus estatuillas Oscar, si no se le daba una oportunidad al señor Volodimir Zelensky para hablar un momento en la ceremonia de los Oscar acerca de la situación en Ucrania; el humilde presidente ucraniano, quien casi no tiene audiencia diaria en los medios televisivos occidentales, necesitaba justamente ese espacio para ganar audiencia publicitaria para su causa nazi y le pidió el favor a su amigo Sean. Por lo visto,. Penn empezó bien y acabó mal, muy desorientado ideológicamente.
Sigue la ceremonia del Oscar 2022. Se acerca la hora final donde se dará a conocer al ganador del Oscar al mejor actor. Hay varios nominados, entre ellos dos negros: Will Smith y Denzel Washington. Aparentemente, Denzel tiene mayor acreditación para ganarla, con un papel en una pieza clásica de Shakespeare. En cambio, la cinta donde participa Smith está basada en la historia de una familia negra, la familia Williams, donde jugó un papel importante el padre de las muchachas, un empecinado hombre negro centrado en el triunfo de sus hijas dentro del deporte del tenis, hasta convertirlas en estrellas mundiales. Lo han escogido a él para hacer el papel y él ha respondido con lo mejor de su arte: es ciertamente su mejor actuación hasta ahora, aun cuando la película en su totalidad deje mucho que desear, no tenga nada de excepcional. Es más bien una mala película salvada sólo por la actuación de Smith. En éste caso también juega el argumento clásico del esfuerzo individual que logra el éxito social, como lo estipula el esquema capitalista.
Más tarde, cuando llega el momento de conocer los premios, el galardón recae en Smith. Al agradecer esa distinción, Will se deshace en llanto como un niño, como nadie antes ha derramado un caudal de lágrimas frente a una cámara, no se sabrá nunca si es o no una actuación, donde lo están viendo millones de espectadores. Se muestra como una persona insegura, emotiva, emocional, frágil, que no puede contener sus reacciones más elementales en público, como lo ha venido demostrando en su vida corriente y cotidiana: no tiene contextos para actuar o proceder en la realidad, hace lo que le viene en gana en cualquier parte, se siente dueño del espacio, del tiempo y del mundo, se deja llevar y todos deben soportarlo o admirarlo, es rico, simpático y famoso. Will lo hace incluso en vísperas de recibir el máximo de los galardones en toda su carrera, no le importan las consecuencias. Pero si sigue así lo va a pagar caro, quién sabe, pese a que su popularidad haya crecido con este incidente o se haya disculpado con Chris o haya renunciado a la Academia tiene, creo yo, la batalla perdida de antemano, posiblemente se ha cavado su propia tumba, pues Hollywood no perdona. Aunque en estos casos, tipos exitosos como Will Smith siempre suelen tener las mejores opciones dentro de un sistema que privilegia el éxito individual sobre cualquier otra circunstancia.