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El tipo se cree una especie de Nietzsche reencauchado con aperos de ese liberalismo de antaño, dejado en Argentina por los seguidores de Sarmiento. Dice el tal niño grande (en gritos y desplantes) que viene a poner todo patas arriba, a volar en pedazos el status quo, al tiempo que sostiene que su modelo de gobernante es el mismo de miss Margaret Thatcher. Por eso el tal Milei va a Brasil para postrarse ante el pelotudo de Jair Bolsonaro (y a empavarlo más de lo que está), al tiempo que va a Colombia a apoyar a los narcos de Álvaro Uribe Vélez y al mediocre de Rodolfo Hernández (e hizo que la candidatura de Petro se disparara).
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Eso de amar a la Margaret Thatcher muestra su atavismo miserablemente enraizado en lo inglés de cierta clase argentina, esa que nació para vivir esclava de sus eternos colonizadores europeos. Es por esto y no por otra cosa por la que Argentina no sale de abajo. Una clase horriblemente sometida a sus complejos de raza inferior a la de los hijos del pirata Walter Raleigh, idéntica a los gachupines del PP y de VOX que están orgullosos de que los ingleses les den por el culo con lo del Peñón de Gibraltar.
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Hay que ser bien pendejo y bien pasado de mamerto (la expresión más usada por Milei) para que este espantapájaros diga que él ha llegado a la política para implosionar el status quo en Argentina… "Sí, soy peligroso para la casta política porque conmigo se acabó la joda de los privilegios". ¿Cómo se va acabar la joda de los privilegios amando a la Thatcher, pendejo? Boludo, coño.
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El tipo es un buen muchacho, mejor dicho es extraordinariamente pueril en todo lo que hace. Hay que ver cómo camina, como junta las piernas cuando va apresuradito, ansioso por chillar como un cerdo ante sus admiradores, y tiene el tupé de explicarse: "Yo grito mucho porque estoy indignado y cansado de la casta política que, día a día, nos está robando el futuro… si seguimos así, en 50 años vamos a ser la villa miseria más grande del mundo… Dicen que una sola persona gritando no puede cambiar nada. Les dejo una frase del General San Martín: ‘Una sola persona gritando hace mucho más ruido que 100 mil callados’". Qué cuchi el niño (Chuky a la vez). Verdaderamente. Es eso, el enfant más terrible de los cowboys de la economía argentina.
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Pero no hay duda de que el tal Milei tiene a Argentina en ascuas por gritón por esa especie de showman que es lo que más se vende por las redes; es actualmente el león más afeitado para los medios de comunicación y para los shows de ese país. Se vanagloria de ser el payaso que ha puesto sobre el tapete a los neoliberales cuando nadie está dando por ellos un carajo en América Latina.
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Javier Milei se llena la boca hablando de los hombres exitosos. Él es amante del éxito empresarial, del negocio del mercado, de los que cotizan en la bolsa, de los que están dispuestos a vender a su país y a su madre por los famosos treinta dinares. Él uno de los hijos predilectos del sensualista y Rey de la Usura, míster Jeremías Benthan, el verdadero padre ideológico de doña Margaret Thatcher.
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El tipo quiere ser un león, ¿pero con qué?, ¿con esa peluca erizada?, ¿con esos dientes de roedor?, ¿con esa mirada cursi y cutre de payaso? Es demasiado mono, cuchi, para que alguien le pueda tener miedo o respete. Es demasiado clown para que alguien lo pueda tomar en serio.
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Con una fealdad no de macho sino de Chucky hollywoodense porque todo en él es falso. Pero bueno, allá Argentina si lo compra y se lo cala.
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De modo, pues, que con don Javier Milei en Argentina se van a resucitar para que vuelvan por su fuero, a todos aquellos grandiosos fracasados como don Domingo Felipe Cavallo, don Fernando de la Rúa, don José Manuel de la Sota, Lorenzo Sigaut, Julio González del Solar, … no sé cuál será la vara mágica que esgrimirá este cursi de siete suelas, para sacar a Argentina de su terrible dependencia económica de los grandes ladrones de Estados Unidos y de la Unión Europea.
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Sigan creyendo, que pareciéndose a los gringos o a los europeos, y alejándose cada vez más de la Patria Grande, van a poder salir de abajo.