Crónicas Ucranianas
¿Dónde está la gente de Bucha?
Acabo de llegar de Bucha. Me desplacé desde Kiev con Francesco, un amigo italiano. Queríamos ver la realidad de la guerra pues en Kiev todo parece tranquilo y la vida es anormalmente normal: los metros funcionan, la gente anda por las calles tranquila, los comercios abren y la ciudadanía hace sus compras… Y hasta el domingo parece un domingo cualquiera de cualquier ciudad europea, con gente paseando, tomando cervezas, visitando el alto puente desde donde se divisa el río Dnieper y gozando hasta de la lluvia. Quizás exagero o quizás es que la gente tiene ganas de gozar la vida en medio del conflicto.
El camino hacia Bucha es fácil. Tomamos el microbús desde el final de la línea azul del metro. Un viaje hacia el noroeste de unos tres cuartos de hora, que nos ha costado algo menos de un euro y medio. Todo el viaje fue muy tranquilo. Se ven, sin embargo, las medidas que toma el ejército para detener las tropas rusas, en el caso de que se acercaran a la capital: zig zags en las carreteras, controles, parapetos con sacos de arena, mallas que cubren algunos de ellos. Y soldados situados estratégicamente. También controles ocasionales en el microbús y vehículos particulares. Ya eso se parece más a la guerra.
Antes de llegar a Bucha veo un puente derribado. El tránsito se deriva hacia un puente improvisado que lo sustituye. Seguramente quienes lo derribaron fueron los propios artificieros del ejército para evitar la entrada de los tanques desde Bucha hacia Kiev. Las columnas y tropas rusas llegaron por el norte, desde Bielorrusia. Derribar un puente y cortar la circulación de una carretera con bastante tránsito es una medida seria.
Antes de llegar, a unos dos o tres kilómetros de la ciudad, vemos un gran supermercado quemado. Nada se ha salvado de las llamas. Las grandes puertas y algunas paredes están reventadas hacia fuera. Como si una explosión interna hubiera sido capaz de deformar toda su estructura. No sé si hubo muertos en este ataque con bombas o misiles. En cualquier caso, los carteles del centro comercial y lo que se puede ver por los huecos abiertos por la explosión no dejan lugar a dudas de que no se trataba de un objetivo militar sino civil.
Llegamos a Bucha y nos sorprende la calma de la ciudad. Entramos por un barrio bonito, residencial. Hay parques para los niños, setos con plantas, calles bien asfaltadas y cuidadas. Parece que sea un lugar muy tranquilo y bonito para vivir. Pero cuando nos acercamos vemos un bloque semiderruido. ¿Será por una bomba o porque se está construyendo otro? Ya una vez delante de él no hay lugar para las dudas: una bomba lo ha hecho caer.
A partir de ahí vamos viendo otros bloques que han sido objeto de ataques. Unos por arriba, completamente quemadas varias plantas. Otros con algunos pisos destrozados. En algunas plazas la explosión ha reventado la mayoría de cristales de las ventanas de los bloques de su alrededor, que aún están sin reparar. En otros lugares la bomba ha tocado el suelo de la calle y se ve las trazas de la metralla que sale disparada hacia todas partes en las huellas de sus paredes. Hay un silencio especial. Las pocas personas que deambulan van casi siempre solas. Nosotros nos miramos, pero tampoco hablamos mucho, sólo algunos comentarios. Hago fotos, pero intento que no me vean. No quiero herir sus sentimientos, pero quiero mostrar lo que ha sido de Bucha.
Vemos que algunas personas se dirigen hacia un camino que transcurre por un bosquecillo. Los seguimos. Tras unos minutos, cruzamos la vía del tren y vamos a dar a otro barrio de la misma ciudad. La gente toma ese atajo en lugar de ir por la carretera. Ahí, de nuevo, más edificios civiles quemados, dañados, más cristales rotos o sin ventanas. Durante el recorrido no vemos ninguna fábrica o edificio que pudiera considerarse de importancia militar o económica. Sólo casas, bloques de pisos. Algunos, según nos cuenta una señora pensionista con la que Francesco se medioentiende en ruso, parece que son bloques de cooperativas sociales. La misma señora se pregunta el porqué de esos ataques. También les preguntó a los soldados rusos que ocuparon la ciudad y no supieron darle una respuesta.
Por la tarde se concentra gente en la plaza de ese barrio. Llegan de varias calles, algunas personas con vehículo; una mujer joven con un niño pequeño llega con microbús; la mayoría andando. Son casi en su totalidad personas mayores y mujeres. Van con sus bolsas para recibir alimentos. Una mujer asistente social intenta organizar ese pelotón de necesitados. Entre ella y otras dos personas organizan grupos. Nos vamos para no molestar a quienes requieren de tal ayuda para sobrevivir.
También vemos en las calles algunos jóvenes y alguno con pantalón militar. En una ventana destrozada se ve tendido un traje militar recién lavado. Eso quiere decir que viven algunos militares. Pero apenas vemos nadie más en las calles. Al mercado también llegaron las bombas. Un improvisado memorial hecho con banderas, una guitarra y un nombre, parece indicar que ahí murió un vecino conocido, probablemente joven.
Extrañamente hay relativamente bastantes coches aparcados. Pero apenas personas. En alguna plaza un par de niños o tres jugando con los columpios, como si no supieran que hay guerra. Juegan, chillan y ríen. Pero después de esa plaza calles desiertas, silencio. Nadie en los bloques. Tiendas cerradas. ¿Dónde está la gente de Bucha?
Dedico esta crónica a aquellas personas que se dicen de izquierdas, pero no se creen lo que dicen las noticias sobre los crímenes de Putin hacia la población civil porque proviene de la prensa burguesa y proimperialista. Pues bien, yo estuve ahí y eso es lo que vi.
Alfons Bech