Sinceramente no sé quién puede afirmar, estando en su sano juicio, que en Estados Unidos existe una democracia. Democracia es el gobierno del pueblo. Nada más alejado de la realidad de los Estados Unidos.
En ese país, en honor a la verdad, lo que existe es una plutocracia, es decir, un sistema en el cual el gobierno lo ejerce el dinero y aquellos que lo tienen en abundancia. Y esta afirmación no se desprende simplonamente de una crítica sin base del modelo político de ese país, sino del análisis de cómo se triangulan los recursos económicos de los contribuyentes estadounidenses, a fin de que sigan mandando los que siempre lo han hecho, por los siglos de los siglos.
LOS SUBSIDIOS AGRÍCOLAS Y EL FINANCIAMIENTO DE LAS CAMPAÑAS
La ecuación es muy sencilla. El gobierno de los Estados Unidos invierte sumas groseras, que han sido criticadas por todo el planeta, en subsidios agrícolas. El país que vive pretendiéndole imponer al mundo la idea de que la panacea para resolver todos los problemas de la humanidad es el libre comercio para que las leyes naturales regulen al mercado, es el mismo país que le regala dinero a manos llenas a sus agricultores, provocando graves distorsiones en el sistema económico mundial.
Al mismo tiempo, le exige a los países en desarrollo que reduzcan las barreras arancelarias, para que sus productos subsidiados puedan entrar libremente en nuestras naciones, en una competencia claramente desleal. Una pelea de tigre suelto, contra burro amarrado, como dicen los centroamericanos.
No existe país en el mundo que no haya reclamado este ventajismo por parte de los Estados Unidos. China, India, Europa completa, África, América Latina, todos han protestado ante la Organización Mundial del Comercio la política de subsidios estadounidenses, al punto de que debido a ella, hasta ahora, han fracasado todas las rondas de negociación que se han planteado en el seno de la OMC.
Las cifras de subsidios son astronómicas. Estamos hablando de que Estados Unidos regala a sus agricultores un monto que supera en más de 20 veces los ingresos por exportaciones de toda Centroamérica.
Pero en realidad no es un regalo, sino una triangulación. La agroindustria recibe en Estados Unidos un promedio de 190.000 millones de dólares al año. Por otra parte, todo el mundo sabe que, tradicionalmente, entre los principales financistas de las campañas electorales en los Estados Unidos están el sector agrícola.
Eso se traduce, en otras palabras, que el dinero de los contribuyentes estadounidenses, que es utilizado para subsidiar a los agricultores, termina en las manos de los partidos políticos del estatus (demócratas y republicanos), para que estos, a su vez, financien las campañas electorales de sus respectivos candidatos a presidente, senadores, representantes o gobernadores, quienes a su vez seguirán aprobando los subsidios a costa del pueblo que paga impuestos.
Como se ve, el negocio es redondito.
EL DESESPERO POR EL DINERO
Es normal escuchar en los noticieros estadounidenses a los senadores y representantes afirmar que, al día siguiente de ser electos, comienzan a buscar financiamiento para su reelección.
En las películas y series de televisión estadounidenses, cuando la ciencia ficción habla de campañas electorales, siempre vemos que los comandos de campaña tienen, como tarea fundamental, conseguir recursos económicos. Inclusive, cuando en la trama necesitan imprimir algo de drama, siempre sucede que algún grupo retira el financiamiento lo que amenaza con impedir finalizar la campaña.
Nadie obtiene un cargo de elección popular en los Estados Unidos si no cuenta con exorbitantes sumas de dinero. El pueblo no importa, importan los dólares. Por eso, es una plutocracia.
mphelnacional@yahoo.com