La aceptación por Mauricio Macri en 2018 de los postulados del FMI supuso hipotecar la soberanía económica de Argentina pues tras el desembolso del FMI de cerca de 57.000 millones de dólares quedaba la rémora para el actual Gobierno de vencimientos de deuda estimados en cerca de 37.000 millones de dólares.
Dicho monto resultaba inasumible para el Banco Central de Argentina que dispondría de unas reservas netas estimadas en 5.000 millones de dólares, por lo que Argentina y el FMI habrían iniciado negociaciones para reestructurar el monto total de la deuda con dicho organismo estimada en 45.000 millones de dólares.
Así, el ministro de Economía, Sergio Massa, anuncio en marzo que se había alcanzado un acuerdo con los bancos para posponer hasta más allá de 2024 vencimientos de su deuda en moneda local por 7,5 billones de pesos (36.500 millones de dólares), anuncio que sería un balón de oxígeno para el Gobierno argentino en un año electoral y para alejar "la idea de que tenemos un reperfilamiento de deuda", según Massa.
A las puertas de la recesión en el 2023
Además del lastre de los vencimientos de deuda, la economía argentina estaría hipotecada por el hundimiento del peso frente al dólar que habría superado ya la barrera de los 400 pesos por dólar con una caída interanual del 104%,lo que en la práctica se traduce en la dolarización de la economía.
Según el FMI, la economía argentina coqueteará con la recesión en el 2023, con un exiguo incremento del 0,2% pero la inflación seguirá desbocada rozando el 90%. Ello provocará la pérdida de competitividad de los productos argentinos con la consiguiente constricción en las exportaciones del 5,4% e incremento del déficit comercial que desembocará en un leve repunte de la tasa de paro hasta el 7,6%.
Una inflación descontrolada conlleva la pérdida de poder adquisitivo de trabajadores y pensionistas, la contracción del consumo interno y la desincentivación del ahorro y búsqueda de rentas fuera de las actividades productivas que podría desembocar en una desertización productiva que fuera incapaz de satisfacer la demanda de productos básicos.
Igualmente, según el FMI, si se agrava la crisis financiera mundial la economía argentina estará más expuesta a una posible apreciación del dólar, a una escalada de la prima de riesgo y a la reversión de los flujos de capital asociados, lo que podría reeditar la "Década perdida de América Latina" (década de los 80) agravado por un notable incremento de la inestabilidad social y el aumento de las tasas de pobreza. Así, según el INDEC, el umbral de pobreza rozo el 40% en el 2022 y cerca de 12 millones de personas no podrían satisfacer sus necesidades básicas, de los cuales 2,5 millones serían indigentes.
Giro geopolítico de Alberto Fernández
Dada la miopía política del FMI al no aplicar una quita a la deuda argentina heredada de la etapa neoliberal de Macri, el presidente Fernández habría iniciado un acercamiento a Rusia y China para estimular las transacciones comerciales mutuas, así como atraer inversiones que se antojan imprescindibles para reflotar la maltrecha economía argentina.
Así, Fernández en su visita a Putin le ofreció la posibilidad de ser "la puerta de entrada a América Latina" y en su encuentro con Xi Jinping, confirmó la adhesión argentina al Proyecto de la Franja y Ruta de la Seda que podría significar para Argentina la escalofriante suma de 24.000 millones de dólares en inversiones y el dejar de pivotar en la órbita de Estados Unidos.
Sin embargo, la administración Biden estaría seriamente preocupada por la creciente presencia de China y Rusia en el país y en especial por la posibilidad de que China instale una base militar conjunta con Argentina en Ushuaia a cambio de respaldo financiero chino para instalar un gigantesco centro logístico en la provincia de Tierra del Fuego.
A pesar de que el propio presidente argentino le habría prometido al enviado especial de Joe Biden, Juan González que "no habrá bases extranjeras en Argentina", EE.UU. utilizará la estrategia kentiana del "palo y la zanahoria" para presionar al Gobierno argentino hasta lograr instalar una base conjunta en Ushuaia y así controlar el tráfico de mega contenedores por el Pasaje de Drake, alternativa al Canal de Panamá.
En el supuesto de que el nuevo Gobierno que salga de las Elecciones Generales del 22 de octubre no sea sensible a los dictados de Washington, no sería descartable un "golpe blando cívico militar" que contaría con las bendiciones de la Administración Biden y cuyo primer esbozo serían las declaraciones del vocero del Grupo Clarín, Marcelo Longobardi, en Radio Mitre quien afirmó que "algún día tendremos una sorpresa porque vamos a tener que formatear a la Argentina de un modo más autoritario para manejar semejante descalabro".